Noah
Había visto a Abby mucho antes de que ella me viera a mí. Había llegado al club unas dos horas antes para reunirme con un socio de negocios que tenía una participación parcial en el lugar. A cambio de su inversión, el club le ofrecía un buen lugar para hacer negocios donde a la policía le sería difícil instalar micrófonos o vigilancia, además de un rendimiento decente por su inversión. Después de la reunión, me encontré con tres mujeres que buscaban divertirse, típicas chicas de club, nada del otro mundo, pero tampoco estaban mal. En realidad, el club era bastante bueno.
Ella se movía como una mujer que aún no estaba completamente segura de su propia atracción. Metro setenta antes de los tacones de tres pulgadas, con una figura bonita, pero que ocultaba bajo una blusa holgada que pretendía ser sexy pero que en realidad disimulaba las curvas de su cuerpo. Casi la había descartado de mi mente cuando la vi separarse de sus dos amigas para subir al piso de arriba. La mayoría de los terceros en discordia que he visto en este club terminan emborrachándose hasta perder el sentido o convirtiéndose en el juguete de algún universitario. Ninguna de esas opciones me parece atractiva.
Pero esta chica, ella parecía tener la cabeza bien puesta, salvo por su autoestima. No estaba bajando tragos para conseguir falsa valentía, ni se aferraba a cualquiera que le prestara atención. Decidí que valía mi tiempo y era mucho más interesante que Tammy, Sunny o como se llamara la otra chica.
−Bueno, chicas, vayan a divertirse o algo. Tengo algo que hacer,− les dije, liberándome de sus brazos. La tal −cómo se llame− había estado presionando sus recién aumentados pechos contra mi costado y me lanzó un puchero. Puse los ojos en blanco y la miré. −Cariño, baja y en dos minutos tendrás todos los tipos que quieras viéndote como te ves.
No lo dije como un cumplido, era una tonta cualquiera, pero ella lo tomó de esa manera y sonrió. Sacó una tarjeta de presentación, nada menos, del borde de su sujetador y me la entregó. −Llámame algún día, cariño.
La miré y noté que su nombre era Rachel y que era secretaria legal. Me pregunté momentáneamente si estaría acostándose con su jefe abogado o no. Tal vez su jefe era mujer y estaba con ella. De cualquier manera, no parecía lo suficientemente lista como para ser útil en algo fuera de un club de striptease. −Claro, cariño,− le dije, fingiendo guardar la tarjeta en el bolsillo mientras en realidad la deslizaba fuera de mi vista. Ni loco la llamaría. −Pero por ahora diviértete.
Antes de que pudieran decir algo más, desaparecí entre la multitud, moviéndome en un gran círculo. El segundo piso del club está diseñado en forma de anillo, con tres escaleras que conducen al piso principal. Las salas VIP están a lo largo de la pared trasera, cerca de la oficina de mi socio, y pasé junto a ellas, donde los cinco guardaespaldas me dieron espacio con respeto. Mantuve mis ojos en la mujer alta y me moví hasta que estuve listo para que me notara. Mi impresión de ella mejoró cuando me notó más rápido de lo que había anticipado.
Después de presentarme, caímos en una conversación fluida. Abby era inteligente y divertida, aunque rápidamente me di cuenta de que era demasiado consciente de su apariencia. Mirando la forma en que constantemente trataba de torcer su cintura o esconder su abdomen, asumí que era de esas chicas que habían perdido mucho peso, probablemente en los últimos tres o cuatro años. En cualquier caso, en mi opinión, era increíblemente sexy.
−Escucha, ¿te gustaría bailar?− me preguntó de repente, mordiéndose el labio, no de esa manera intencionada de intento ser sexy, sino como una expresión inconsciente de su deseo por mí y de su propia inseguridad.
No había venido a bailar, especialmente no con la música que estaba sonando esa noche, así que intenté rechazar la oferta educadamente.
−Oh,− dijo, solo un poco decepcionada. Quería seguir con nuestra conversación, pero no sabía qué hacer después. Después de todo, estábamos en un club.
Decidí sacarla de su apuro. −No me gusta particularmente esta música. ¿Qué tal si conseguimos una sala VIP donde podamos elegir lo que escuchamos? Será más tranquilo.
Abby me lanzó una mirada de reojo. −Debes pensar que soy el tipo de chica que hace cosas en clubes a menudo.
Eché la cabeza hacia atrás y me reí, genuinamente divertido. −Abby, eso es lo último que se me pasaría por la mente. Solo quería hablar más contigo y conocerte mejor. Además, como dijo Chris Rock, no hay sexo en la sala de champán.
Abby compartió mi risa, y su tensión se rompió. Podía notar por la forma en que se movía que me deseaba, pero también que no era el tipo de chica que se acuesta con un hombre la primera noche. −De acuerdo. Primero, déjame ver cómo están mis amigas. No quiero que me den un sermón si están buscándome.
−Está bien. Voy a pedir algo en la barra. ¿Quieres algo?
Abby
Pensé en la propuesta de Noah por un momento y luego sonreí. −Solo una bebida, pero nada fuerte. Tengo un turno temprano en la sala de emergencias mañana y no puedo permitirme estar con resaca.
Esperaba que Noah se resistiera a la idea. La mayoría de los hombres, cuando me ofrecen una bebida, buscan una sola cosa. La mayoría se molesta cuando se dan cuenta de que no soy una conquista fácil. Noah, en cambio, lo tomó con naturalidad, y su sonrisa confiada se amplió. Parecía que había subido un peldaño en su escala de valoración. −Está bien. ¿Qué te parece una mimosa especial?
No sé si Noah tuvo suerte o simplemente era muy observador, pero eligió la única bebida que más disfruto. −¿Qué tiene de especial?
−Sé que suena raro, pero el bar aquí tiene una mimosa especial que mezcla el jugo de naranja con otra combinación de jugos. Me gusta; tiene un poco más de sabor que una mimosa normal.
Lo pensé y asentí. −Suena genial. ¿Nos vemos en la barra en unos minutos?
Noah asintió y se levantó, ofreciéndome su mano. Cuando me ayudó a ponerme de pie, pude sentir su mano apoyándose en la parte superior de mi brazo; sus dedos ligeramente callosos enviaron un cosquilleo por mi piel. Sus ojos oscuros se encontraron con los míos, y sentí que mi corazón latía más rápido. −Tendré tu bebida lista,− dijo con calma.
En lugar de acompañarme hasta las escaleras, se giró y prácticamente se desvaneció entre la multitud, dejándome abrirme paso sola hacia el piso principal. Mientras caminaba, pensaba en él. No soy del tipo de mujer que se acuesta con un hombre en la primera cita, pero había algo en Noah que me hacía querer abrirme a él, suplicarle que me llevara a su casa. Era una sensación desconocida, pero debo admitir que perversamente increíble.
No me tomó mucho tiempo encontrar a Marlena y Kendra. Estaban en una de las mesas alrededor de la pista de baile con dos chicos. −Hola, chicas, ¿cómo va todo?
−¡Ah, estamos de lo mejor!− dijo Marlena, soltando una risita borracha. Ya estaba al menos un poco bebida, si no completamente ebria. −Este es... ¿cómo dijiste que te llamabas?
−Jason,− dijo el tipo musculoso a su lado. Era un poco mayor que Marlena y yo, probablemente acercándose a los treinta. Estaba en forma y, a simple vista, se notaba que tenía dinero. Aun así, había algo en él que no me convencía, y estaba segura de que incluso una Marlena borracha podía manejarlo. −¿Cómo estás?
Dios mío, sonaba como un cliché sacado de Jersey Shore. ¿Cómo había terminado en nuestra ciudad?
−Marlena, ¿puedo hablar contigo un segundo?
−Claro,− dijo entre risas, saliendo de la mesa. Debo darle crédito a Jason, no parecía preocupado por ello, aunque la forma en que sus ojos estaban fijos en el trasero de Marlena no me gustaba en lo absoluto. Una vez que estuvimos a unos pasos, ella me miró. −¿Qué pasa?
La ausencia de un tono borracho en su voz me hizo dudar por un momento. −¿Estás bien?− le pregunté, mirándola a los ojos.
−Estoy bien,− respondió inclinándose hacia mí. −Solo planeo coquetear con este tipo por un rato. Es un buen bailarín, pero no lo suficientemente bueno para mí.
Sonreí y la observé nuevamente. −De acuerdo. Entonces, solo estás jugando un poco con él. Mira... Conocí a un chico arriba. ¿Estás bien para llegar a casa sola si lo necesitas?
Marlena sonrió y apretó mis manos con alegría. −Qué bien. Ha pasado demasiado tiempo para ti. Diviértete, y espero que te vaya bien.
Me conmovió que no solo Marlena se preocupara lo suficiente por mí como para animarme a divertirme, sino que también respetara lo suficiente mi criterio como para confiar en mí. −Gracias, Marle. Tú y Kendra cuídense. Manténganse seguras.
−Ya me conoces, nena. Diviértete.
Dejé a Marlena, que giró sobre sí misma riendo nuevamente en su estado de 'borrachera', su cabello rojo volando mientras regresaba a la mesa. Encontré a Noah en la barra, con una mimosa especial en la mano. −Aquí tienes,− dijo. −Mi bebida llegará a la habitación en unos minutos. ¿Vamos?
Apenas podía controlar mi respiración mientras subíamos las escaleras al segundo piso. Podía sentir los ojos de Noah recorriéndome, especialmente mis piernas. Estoy orgullosa de ellas, están bien tonificadas, pero esta vez me sentía nerviosa. Era un hombre muy atractivo con una confianza tranquila que encontraba seductora, y mi mente no dejaba de pensar en él, en sus manos recorriendo mis piernas, sujetando mi trasero. Sacudí la cabeza, intentando despejar mis pensamientos antes de que mi piel se llenara de escalofríos.