Inicio parte 7

1213 Words
Capituló 6 Gabriel Estaba sentado en las incómodas sillas del hospital, esperando alguna noticia de Evan, un médico residente de nuestra especie. Miguel me marco al leer mis mensajes. –¿Cómo que ya la encontraste? – fue lo primero que dijo. – Buenos días a ti, hermano. – Osea, ¿Es ella?, ¿Ella? – Si, Keziah apareció. – Y, ¿Qué piensas hacer? – ¿Que más idiota? Cuidar de ella, soy lo único que tiene, su maldita familia no hace más que explotarla. La enfermera me lanzó una mirada mordaz. – Familiares de Keziah Daza– llamó una enfermera. – Te llamo luego – colgué – Soy su pareja. – Acompañame. La seguí hasta la habitación donde está descansando. – Ha estado, algo inquieta, pero se recuperará, está desorientada y deshidratada, suponemos que una cara conocida o en este caso su héroe la calmara. – Gracias – dije ignorando sus ojos coquetos y entre a la habitación. Estaba recostada en una cama, la habían limpiado y curado sus heridas, tenía raspones, por los hombros, brazos y cara, no quería imaginarme como estaba el resto de su cuerpo, a sus padres no le importaba su estado, solo su sangre, que se perdiera era una tragedia para ellos, pero era causa de lo que le hacían para mantenerla al margen de su naturaleza. Entre menos supiera de nosotros era mejor para ellos. Solo la veían como una cura. – Hola – sonrió débilmente y pensé en la ironía de ese saludo, en todos mis sueños hacia lo mismo, pero esto era real. – Hola Kezi – ella arrugó su ceño ante el nombre desconocido – lo ciento, es tu nombre. – Gracias, por, salvarme, ¿Cómo, te, llamas? – Gabriel. – Gracias – serro los ojos rescatandoce en la almohada. – Descansa, no hables más. – ¿Te, vas, a, ir? – pregunto abriendo los ojos. – No iré a ningún lado, descansa. Asintió cerrando los ojos. Necesitaba sacarla de ahí, sin que levantaremos sospechas. Sus heridas comenzaban a sanar rápidamente y si se daban cuenta provocaremos una situación insostenible. – ¿Por qué dices que ya no puedo quedarme? No me han dado de alta. – Es difícil de explicar bella – me pase la mano por el cabello – Solo te pido que confíes en mí. Ella se vestía en el pequeño baño, mientras yo esperaba de tras de la puerta. – ¿Y me dirás cómo es que me conoces? – Te diré solo necesario, pero tenemos que irnos, ¿Recuerdas lo que tienes que decir? – Si lo se – abrió la puerta y salió con un pantalón de lino blanco y una de mis camisas – Gracias por prestarme ropa. – Te ves bien. Quise decir hermosa, pero me contuve. La enfermera entró y se paralizó en la entrada. – ¿Qué cree que hace? – la regaño. – Obvio no, me voy. – Señorita no puede irse. – Puedo y lo haré, ahora vaya y pídale mi alta al doctor. – Déjeme hablar con el médico en turno. Después de un firma aquí y aya, Keziah Salió conmigo a los ascensores y ya en el estacionamiento subió a mi coche. – ¿A dónde me llevas? – sus heridas estaban desapareciendo, la hermosa mujer de mis sueños aparecía ante mi. – A mi casa. – Okey, pues andando. Fue mirando por la ventana todo el trayecto, sumida en sus pensamientos, sus ojos adquirieron un brillo melancólico, pero se iluminó cuando entramos a mi casa, subimos una colina después de pasar la reja de seguridad y la casa apareció en su majestuosidad, ventanales transparentes, porche de madera, pilares de mármol, jardines de pasto verde, y fuentes de ángeles que nos representaban. – ¿Esta es tu casa? – Le ha pertenecido a mi familia por dos generaciones, ha cambiado de forma varias veces, mi hermana Jessica es una obsesa de la decoración. – Es hermosa. – Y muy espaciosa – añadí con una sonrisa arrogante. – Parece más bien una mansión. – Más o menos, ven, te la mostraré. – rodeé el vehículo y le abrí la puerta. – No puedo solo quedarme en tu casa, qué dirá tu novia o esposa, bueno si es que… – se puso roja, y me pareció adorable. – Ni uno ni lo otro, soy soltero, pero mis dos hermanos mayores tienen sus parejas. – puse mi mano en su espalda. Tocarla en sueños era totalmente diferente a en la vida real, su cuerpo emanaba calor, era como ser quemado por el fuego. Le mostré la casa conforme pasábamos la biblioteca, subimos las dos plantas, donde el mar nos regalaba unas vistas maravillosas. Cuando llegamos a mi habitación se puso nerviosa. – Espero que no te importe compartir – sus mejillas se tiñeron de rojo – Prometo comportarme. – Ok – fue todo lo que dijo. – Mi ropa está ahí – señalé el buró – Toma lo que desees, el baño está enfrente. Ponte cómoda, tengo que hacer unas llamadas. Su dientes aferraron su labio inferior, síntoma de su nerviosismo, salí de la habitación dándole su espacio. Keziah Sentía una confusión ante mi nueva situación, imágenes de personas diferentes desfilaron en mi mente, todos con nombres y familiares conocidos. ¿Estarían preocupados por mi? ¿Realmente importa lo que ellos piensen? Por desgracia no podía abandonar a mi manada, sería condenarme ami misma y mi familia. Todos saben que los lobos solitarios no sobreviven sin su manada y menos aún sin pareja. Estaba terminando de vestirme con las ropas de Gabriel, cuando una mujer alta, rubia y piernas largas, ojos azules, entró a la habitación. – Hola Kezi. – Buenos días. – ¿Cómo te encuentras? ¿Necesitas algo? – No gracias, pero tengo hambre. – Soy Jessica – me guiño un ojo y dio media vuelta – Te esperamos en el comedor. Al bajar las escaleras de mármol, Gabriel me esperaba con las manos en el bolsillo y sonrió con calidez al verme. – Buenos días ¿Cómo te encuentras? – Bien gracias, descansada. Su sonrisa se hizo más amplia y me tendió su mano, la tomé sin vacilar, había algo en el que me inspiraba confianza. Me guío al enorme comedor, donde presidió la mesa, me abrió una silla a su lado y me invitó a tomar asiento, había tres mujeres y dos hombres en sus respectivos lugares. Gabriel – a Jessica ya la conoces, ellos son Miguel, Aiden, Kiara y Meylin – todos tenían rasgos parecidos, los hombres tenían cabellos negros cortos, Kiara lo tenía corto y n***o, aunque si algo me facino de ella eran sus ojos que me miraron brevemente y pude distinguir un dorado, a excepción de Meylin ella era peliroja de ojos verdes, los de más tenían ojos azules, altos y en buena forma, una belleza sobre humana. – Mucho gusto. ¿Por qué estoy aquí? Miguel – Porque necesitas protección. Yo – ¿Protección? ¿Por qué? Jessica – Te vamos a contar una historia y te pedimos que no hagas preguntas hasta el final. Asentí en respuesta y miré a Gabriel que me observaba expectante, pero tenía una mirada penetrante, profunda e intimidante. No sabía si eso era bueno o malo.
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