bc

Los Deseos De Collins (Libro 1)

book_age18+
20.2K
FOLLOW
67.0K
READ
billionaire
sex
powerful
drama
bxg
kicking
icy
city
seductive
victim
like
intro-logo
Blurb

Ella tuvo que decidir entre la vida de las personas que más ama o su libertad.

Aysel es una chica que es obligada a vender su cuerpo para así poder proteger la vida de los seres que ella más ama , sus padres.

Perdiendo así su libertad, cortándole las alas a su futuro y siendo manipulada para que complazca a todo aquel que pague por ella .

Su vida empieza a cambiar cuando una noche aparecerá un misterioso hombre el cuál ella tendrá que cumplir sus deseos volviéndose su adición y quizás su salvación.

AYSEL tendrá que cumplir cada uno de LOS DESEOS DE COLLINS .

chap-preview
Free preview
Capítulo 1
Nunca pensé que en algún momento de mi vida tendría que vivir de la forma en que lo hago ahora, siendo manipulada al antojo de cualquier persona que pague lo suficiente para pasar una noche conmigo. A estas alturas me siento completamente vacía, sin ganas de vivir, sintiéndome como si fuera un objeto más en este mundo y no una persona. Me miro fijamente en el espejo del camerino y reviso que todo esté minuciosamente en su lugar. Una peluca de cabello corto, un conjunto de lencería n***o y unos tacones de quince centímetros son mis acompañantes cada maldita y tortuosa noche. Repaso un labial rojo carmín por mis labios, delineo mis pestañas para darles un toque de abundancia y maquillo mis ojos para ocultar las ojeras que siempre me acompañan. Contemplo mi rostro a través del espejo. El brillo que alguna vez habitó en mis ojos ya no existe; solo queda una mirada fría, inexpresiva, sin ningún tipo de emoción que refleje mi ser. "Quisiera que todo volviera a ser como antes", pienso. Cierro los ojos para contener las lágrimas mientras suspiro, tratando de calmar la angustia y el dolor que me consumen cada día de mi vida. Camino hacia el armario, busco mi americana negra, cubro mi cuerpo con ella y hago un pequeño nudo con ambas cintas sobre mi cintura. Veo a mis compañeras vestirse frente a mí. A lo largo de estos años nos hemos hecho amigas; compartimos el mismo trabajo, pero sobre todo, el mismo dolor, aunque nuestras historias sean distintas. A la habitación entra Brenda, la maldita encargada de asegurarse de que cumplamos nuestro trabajo como damas de compañía cada noche. —Escuchen, perras —grita cabreada, llamando nuestra atención—. Aquí tengo la lista de los nuevos clientes. —Agita la hoja entre sus dedos con una sonrisa enorme—. Acérquense para dictarles su trabajo de esta noche. Esto solo tiene un significado: pagaron mucho y la noche será muy movida para todas. —Tania, esta noche te toca hacer un baile privado —le entrega unas llaves—, en el lugar de siempre. Un señor de unos 60 años te estará esperando. Es algo completamente normal. La mayoría de nuestros clientes suelen ser hombres mayores, políticos, empresarios con mucho poder en esta ciudad y, en algunos casos, en sus países. —Ana, hotel Golden, habitación 190. El señor Kron es un nuevo cliente de Rusia —le entrega una tarjeta—. Ya sabes cómo suelen ser; no quiero problemas nuevamente. —¿No puede ser otro cliente? —pregunta Ana, algo nerviosa, y Brenda niega con la cabeza—. No quiero volver a pasar lo de la última vez. —Entonces no vuelvas a cometer la misma estupidez —la mira con desprecio—. Ahora cumple con tu orden o te irá mucho peor. Ana baja la mirada y sale rápidamente de la habitación. Nadie sabe qué pasó exactamente aquella noche con Ana y aquel cliente ruso. Solo sabemos que la encontraron brutalmente golpeada en un reservado y la llevaron a una clínica privada por la gravedad de sus heridas. —Aysel —Brenda observa la lista y luego me mira con una ceja arqueada—. Hotel Luna Azul, suite presidencial —saca una tarjeta de su bolsillo y me la entrega—. El cliente ya te estará esperando. —¿Algún detalle más que deba saber? —pregunto. Brenda niega con la cabeza y suspiro—. ¿Es un nuevo cliente o un cliente frecuente? —No lo sé —me observa de arriba abajo—. Solo sé que el cliente pagó 20 mil dólares por pasar la noche contigo. Espero que hagas bien tu trabajo; no quiero quejas. Es un cliente que nos conviene mantener. —Se gira, dando por terminada la conversación. Continúa repartiendo instrucciones entre las demás chicas mientras yo tomo mi bolso y me dirijo a mi destino ya establecido. Si algo sabemos todas las que trabajamos en este mundo es que, entre más dinero pagan, más viejos y asquerosos suelen ser. Para ellos, solo somos un pedazo de carne que pueden poseer a su antojo por el simple hecho de haber pagado por ello. —Sientes curiosidad por saber quién es, ¿cierto? —Me giro y veo a Ana, que camina detrás de mí—. Todas sentimos curiosidad. Ana es una chica muy linda, de cuerpo esbelto, cabello n***o largo, nariz perfilada y ojos verdes hermosos. A los 16 años fue secuestrada por un cartel en Ciudad Juárez, luego vendida a esta organización. De eso hace ya más de cuatro años. —No te mentiré, Ana. Me da mucho miedo atender a un cliente sin saber quién es —introduzco mis manos en los bolsillos de mi chaqueta—. Temo que pueda pasarme algo. —Pues la verdad, debe ser alguien muy importante. No cualquiera reserva la suite presidencial del hotel más caro de la ciudad y paga 20 mil dólares por pasar la noche con una de nosotras. Quizás tiene razón, pero eso no me tranquiliza. Al contrario, me intriga mucho más. Aquí está el texto corregido, manteniendo su esencia y estilo narrativo: —¿Y si es algún enfermo? — En este trabajo nunca sabemos con qué clase de hombre nos vamos a encontrar. —¿Y si me rehúso a hacer lo que me pide y me hace daño? —No seas tonta —me sonríe—. ¿Quién reservaría una suite tan cara solo para matarte? —Me da un pequeño empujón—. Verás que todo saldrá bien, mucha suerte. Asiento. Ella sigue su camino. A pesar de querer mostrarse segura, pude notar que va algo tensa y nerviosa, y no es para menos con lo que le ha tocado vivir. —Ana —se detiene y gira en mi dirección—. Cuídate mucho, nena. —Me acerco y le doy un abrazo—. Prométeme que todo saldrá bien, no quiero que nada malo te pase. —Tranquila, ya aprendí mi lección —me da una sonrisa triste—. Te prometo que regresaré esta noche sana y salva. Salgo de nuestro lugar de trabajo. La fría brisa de la noche me golpea. Observo mi reloj y veo que ya son las once. Camino hacia la avenida y, tras varios intentos de conseguir un taxi, un señor se apiada de mí y acepta llevarme. Observo detenidamente el panorama. A pesar de que ya es casi medianoche, hay mucho movimiento en las calles de Los Ángeles. Las personas están metidas en su propia burbuja llamada vida y no prestan mucha atención a quienes las rodean. —Hemos llegado, señorita —dice el taxista, sacándome de mis pensamientos—. Son cuarenta dólares. —Se estaciona frente al hotel. Saco de mi bolso el dinero y extiendo la mano entregándole el efectivo. —Muchas gracias. —A la orden —asiente y me sonríe cálidamente—. Que tenga buena noche. Bajo del taxi y quedo maravillada con el edificio frente a mí. Un edificio sumamente alto, con una estructura de color n***o y cristales celestes. Un letrero iluminado con el nombre de Luna Azul deja fascinado a cualquiera por la elegancia que refleja. Subo las escaleras cuidadosamente. En la entrada observo a dos hombres con uniformes negros a la medida. —¿Puedo ayudarle en algo, señorita? —inquiere el de más edad, observándome con repulsión y rechazo. Ya estoy acostumbrada; la mayoría de la sociedad me ve de la misma forma. —Sí, tengo un asunto con... —recuerdo que no sé nada del cliente y sonrío falsamente—. Me esperan en la habitación 201. —Aguarde un momento, señorita. —Camina a una pequeña mesa donde hay un teléfono, teclea un número y habla con alguien. Luego de un momento se para nuevamente frente a mí, y veo que un hombre se acerca. —Buenas noches. ¿Me puede decir en qué le podemos ayudar? —Ruedo los ojos, fastidiada, y me cruzo de brazos al darme cuenta de que se trata del gerente. —Como ya le dije al señor aquí presente —lo señalo—, me esperan en la habitación 201. —¿Sabe usted de qué suite me está hablando? —me observa de arriba abajo y niego, sonriendo. —Por supuesto que lo sé. —Introduzco mi mano en mi bolsillo y saco la tarjeta de la suite, mostrándosela a ambos—. Hablamos de la suite presidencial. Ambos me observan asombrados, y el gerente cambia rápidamente su expresión. —Lo siento mucho. Tengo órdenes de acompañarla hasta su suite. —Abre la puerta de vidrio y me hace un gesto para que entre primero. Observo al portero y noto que esquiva mi mirada. Caminamos por el lobby. Siento las miradas de varios presentes, quienes cuchichean entre ellos. Ya estoy acostumbrada; muchos, por mi manera de vestir, saben a lo que voy. Llegamos al elevador. Subo junto al encargado, quien presiona un botón, y el elevador asciende durante varios segundos. Luego de unos minutos, las puertas se abren. —A la derecha, al fondo, encontrará la suite presidencial —me dice con una sonrisa, señalándome la dirección. —¿Sabe usted quién es la persona que me espera? —pregunto. —Lo lamento, señorita, pero tengo prohibido divulgar información de nuestros huéspedes. Creo que usted lo conocerá mejor que nosotros —dice con ironía. Bajo del elevador, sonriendo ante sus palabras. —Tiene razón. Llegaremos a ser tan cercanos que le hablaré del mal trato de los empleados de este hotel, y, con suerte, los despedirán. Las puertas del elevador se cierran y sigo mi camino, dejándolo dentro con la palabra en la boca. Camino por el pasillo. Observo las paredes llenas de cuadros y las macetas que adornan la entrada de cada suite. Llego al fondo y, frente a la puerta que dice Suite Presidencial, hay dos hombres con postura recta y los brazos detrás de la espalda, custodiando la entrada. ¿Seguridad? ¿Por qué? Debe ser alguien muy importante para tener seguridad en el hotel. Ninguno de los otros clientes con los que he estado ha tenido esto. Ambos, al verme, inclinan ligeramente la cabeza y se hacen a un lado, permitiéndome la entrada. Introduzco la tarjeta en la ranura, y esta hace "click". Giro la perilla y la puerta se abre. —Vamos, esto será rápido —me digo a mí misma en un susurro. Doy un paso. Entro a la habitación, que está completamente a oscuras. Rápidamente mis fosas nasales detectan el perfume de un hombre. Por la poca luz que entra por los cristales, observo una silueta masculina sentada en un pequeño sofá frente a mí, sosteniendo un vaso. —Cierra la puerta con seguro —me pide. Hago lo que dice—. Ahora, camina hasta pararte frente a mí. Me quedo unos segundos tratando de tomar aire. Los nervios me atacan, y las manos empiezan a sudarme. Me doy la vuelta y camino lentamente hasta pararme frente a él, tal como me lo pidió. Bebe un sorbo de su trago, y, aunque la poca luz entra por la ventana, no consigo ver su rostro. Se para frente a mí, saca algo de su bolsillo y lo coloca frente a mis ojos. Al verlo bien, me doy cuenta de que es una especie de venda. —Te colocaré esta venda en los ojos —camina hasta pararse detrás de mí y coloca la tela sobre mis ojos—. Harás todo lo que te pida, ¿entendido? Mi corazón empieza a latir fuertemente. El miedo me consume, y siento que mis piernas, en cualquier momento, dejarán de sostenerme. Solo espero que la noche pase pronto y que todo esto acabe...

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

AMOR VERDADERO

read
324.8K
bc

SUMISA POR ACCIDENTE

read
366.6K
bc

Perfekt Für Mich (Perfecta para mi)

read
234.2K
bc

Perfect Disaster

read
26.8K
bc

Solo una noche

read
469.1K
bc

Explicit

read
106.0K
bc

Relación de Amor y Odio

read
754.6K

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook