BRITANIA DEL NORTE GIA Roma lo era todo. Los romanos lo eran todo. No había máquina de guerra más poderosa que las legiones y cada legionario sembraba el terror y era sinónimo de gloria. Nuestros hombres no se quejaban, nuestros hombres no lloraban por sus heridas, nuestros hombres no eran débiles. Nuestros hombres contenían el dolor. —Lo siento, Imperator. —¡Solo hazlo! El médico militar llevó el pañuelo a su herida y comenzó a limpiarla. Maximilian sudaba y mantenía la barbilla apretada conteniendo las ganas que debía tener de quejarse. Una herida dolía, pero una herida cauterizada dolía el doble. —Debió haber una forma más humana de detener el sangrado—comenté haciendo que el médico negara. —Dominus sabe lo que se hace en estos casos. Quemar la herida detiene el sangr

