Rebecka
Conduzco demasiado lento, aprieto el volante demasiado fuerte, y estoy sudando por todas partes... si, por todas partes.
Aún no puedo creer que Alessandro hablo conmigo, siento que estoy delirando, pero si estoy soñando, no me despierten jamás.
Cinco minutos después llegó a casa de Cami, vive a unas calles de mi casa, no sabe manejar, así que soy su esclava de por vida.
Toco la bocina y recargo mi cabeza en el volante, y me muerdo el labio, mientras aprecio por la ventana del auto aquella casa que está frente a la de mi mejor amiga.
La mansión Ackerman...
Esta justo a unos pasos de la puerta de Cami...
La gran casa de tres pisos, con una entrada enorme, y un portón inmenso, lo adornan unas letras doradas con las siglas de la familia "AA", lo que se traduce a "Ackerman Anderson", los apellidos familiares.
Siempre he deseado entrar a esa casa, pero me conformo con ver un poco del interior cuando el portón se abre.
La puerta del copiloto se abre, volteo a ver a mi mejor amiga con unos shorts, una diminuta blusa y un sombrero lleno de flores. Si, ella es extravagante.
—Hola cariño—besa mi mejilla.
La casa de Cami, también es inmensa, de tres pisos, un poco más clásica. Los padres de mi amiga tienen dinero, no comparado con los Ackerman, pero están en un buen puesto económico, aunque jamás se atreverían a darle un auto a Cami, ella ha destrozado 3.
Enciendo el motor, no sin antes darle un último vistazo a aquella casa.
Cami suspira—Los Ackerman regresaron de sus lujosas vacaciones en dubai.
Me muerdo el labio, aún apreciando aquel portón—Lo sé... los vi esta mañana.
—¿De verdad?
Volteo a verla—Si... y casi atropello a Alessandro...
—¿Qué?—chilla.
Sonrió y asiento mientras comienzo a conducir.
—¿Cómo fue?, ellos no suelen ir a casa de sus abuelos...
—Ellos no van nunca en realidad, solo han ido dos veces en toda la existencia, y Alessandro jamás estaba en ellas.
—Eso me causa tristeza, los abuelos Ackerman están muy solos...
Asiento—Si... por eso me sorprendió ver la camioneta aparcada.
—Supongo que no irá nunca más, gracias a que casi lo atropellas.
Sonrió—Siempre puedo venir a tu casa y espiarlo...
—¡Haces eso cada noche!—confiesa.
Y es verdad, suelo ir a casa de Cami, solo a observar por la ventana, con un poco de fe en que él aparezca, pero casi nunca sucede.
—Parece que lo ahuyente...
—¡Pero ya sabe de tu existencia!
Hago una mueca—Algo es algo...
Llegamos a clase, corriendo, como si estuviéramos en un maratón, tocamos la puerta al ver al profesor ya en el salón.
—¿Podemos pasar?—pregunta en tono suave Cami.
—Que sea la última vez que se retrasan, ¿entendieron Garber y Cavanaugh...?
—Si profesor—murmuramos Cami y yo al mismo tiempo.
Entramos al salón y nos sentamos hasta el fondo.
Y durante el resto de la clase tratamos de poner atención, digo tratamos por que definitivamente no funciono.
****
—Deberíamos ir a comer pizza—sugiere Cami.
—Me parece bien, pero tengo que recoger a Ray...
—Entonces vamos...
Caminamos hacia el aparcamiento de nuestra escuela, cuando Cami me jala del brazo, haciendo que frene, no necesita decirme nada, el espectáculo habla por si solo...
Una camioneta de Ackerman Business, se aparca frente a nosotras, bloqueando la entrada.
Un hombre con traje muy elegante, se baja y abre la puerta trasera, dejando salir a la mujer Ackerman.
Anastacia Ackerman.
Una mujer imponente, con su cabellera rubia, sus labios grandes y rojos, elegante como siempre, con un bolso que vale más que mi casa y mi auto.
Detrás de ella se bajan sus dos hijos, vestidos con su uniforme formal, de su escuela privada a las afueras del pueblo. Sabemos que esa escuela es para gente de dinero. Los padres de Cami querían que ella estudiara ahí, pero mi amiga simplemente se negó rotundamente.
—¿Qué hacen aquí?—murmura mi amiga.
—No tengo ni idea...—murmuro.
Caminan, ganándose las miradas de todos, hasta que entran a la escuela.
—¡Wow!, eso fue algo que jamás creí ver...
—Pienso lo mismo—la apoyo.
—¿Crees que se cambiarán de escuela?
Bufo—De ninguna manera, ellos no se mezclarían con nosotros...
—Como sea... vamos.
Asiento distraída y comienzo a caminar detrás de ella..
Nos montamos en el auto, pero hay un problemita... la camioneta lujosa nos impide salir.
—¡Nada más esto nos faltaba!—gruño.
Toco la bocina, pero no sirve de mucho.
Los carros comienzan a acumularse detrás de mi, suspiro, y bajo del auto. Me acerco hacia la ventanilla de aquella camioneta, los vidrios son completamente oscuros, no se ve nada.
Toco la ventana, pero como me lo espere, no obtuve respuesta, no me rindo, sigo golpeando el vidrio, es inútil. Hasta que finalmente, bajan la ventanilla, y veo a dos hombres en los asientos delanteros.
—¿Pueden mover un poco su vehículo?, están obstruyendo vía pública...
—Lo siento, no podemos hacer nada hasta que la señora Ackerman venga.
—No harán nada malo, simplemente van a mover la camioneta para que podamos salir, eso es todo.
—No podemos señorita.
—¡Carajo!, no les estoy pidiendo nada del otro mundo, tengo que ir por mi hermanito, no puedo esperar más.
Sin decir nada, sube la ventanilla, dejándome hablando sola.
Mi furia aumenta y golpeó el vidrio.
—¡Ey! ¡Ey! ¿Qué ocurre?—aparece una voz a mis espaldas.
Volteo para encontrarme a Alexis Ackerman.
—Lo siento—murmuro algo agitada—Necesito salir y tus choferes fueron muy groseros.
Frunce el ceño, y después voltea a mi carro.
—Lamento los inconvenientes...
Se acerca a la ventanilla y toca, bajan el vidrio inmediatamente.
—Muévanse, no dejan salir a la señorita—demanda.
Ellos inmediatamente asienten y encienden el motor.
—Gracias, y lo siento...
—No te disculpes, ellos no acatan órdenes de nadie más.
—Si, lo noté...
—Soy Alexis—extiende la mano.
¡Ay Jesús!
Me gusta tu hermano...
Sonrió y la estrechó—Rebecka...
—Siento que te conozco...
¡Ay Jesús! ¡Ahí va de nuevo!
Me gusta tu hermano x2...
—Tal vez, vivo frente a la casa de tus abuelos...
—¡Ya decía yo!, que esa cabellera la había visto por alguna parte...
—No pasa desapercibida—otra voz se une a nuestra conversación.
No necesito voltear para saber quien es.
Y estoy apunto de orinarme en los calzones.
Alessandro se recarga en la camioneta y se cruza de brazos.
—La chica que casi me atropella...—murmura.
—Lamento eso, yo suelo conducir bien...
—Se nota que si...
Comenzamos una pequeña guerra de miradas, que se acaba cuando Cami grita desde la ventana del auto.
—¡Vamos Becka!
Asiento y comienzo a caminar rápido hacia en auto, lo enciendo y no me atrevo a voltear, solo conduzco.
Unas cuadras después, Camille y yo chillamos emocionadas.
Este fue un día lleno de emociones.
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