Capitulo 3.
Al ver su expresión, Clara lleva un bocado a su boca, el hombre sonríe como si ella estuviera entendiendo como son las cosas en casa, una de las reglas de la mansión es no desperdiciar la comida, cuando todos se reúnen, deben comer y todo en sus platos debe estar terminado antes de que se levanté de su silla, son sus reglas, es su casa, su palabra es ley.
No hay baile, ni siquiera cortejo, solo una comida, algunas bebidas, todo lo más sencillo posible, pues para Daemon la única boda real ha sido la de su anterior esposa, por respeto a él, lo mantuvieron lo más sencillo posible, eso los lleva a cortar el pastel, en poco tiempo Clara estaba lista para salir de esa burla, Pero su suegra y su suegro al fin se acercan a ella para saludarla.
— Hola Clara, soy Ginna Silva, la madre de Daemon y él es mi esposo Giovanni Artimedez.
— Es un placer conocerte Clara, bienvenida a la familia.
— A esta farsa querrán decir.
— Suuh, no, no querida, no digas esas cosas, nuestra familia puede ser un poco estricta, pero no es mala, ahora eres una Artimedez, nada te faltará, tu nuevo apellido será tu refugio, este es tu hogar ahora.
Clara sonríe con sarcasmo, la mujer no parece ser mala, solo es un títere más de esta familia, de ese hombre al que todos ven como un Dios, es así en este tipo de familias y creencias, la han adoptado por un fin, después de todo nada sería tan fácil para ella, su abuelo los vendió por dinero sin dejarle más opciones, esta atrapada, en las manos de esta familia, sin salida, ya que ahora es la esposa de su heredero, de quién no sabe nada, lo observa ignorando cada palabra de su suegra, puede ver que platica con un hombre caucásico que ríe ante sus palabras, al darse cuenta que ella lo mira, fija su mirada en ella por unos segundos y continua su conversación con la mujer que claramente se parece a su esposo.
— Debes estar cansada, vamos, es hora de que se vayan.— Ginna la guía por el salón, su esposo los acompaña sin mencionar palabra, mientras algunos de los presentes la felicita.
— Aquí viene. — dice Stiven, a Daemon quien voltea en su dirección.— Feliz noche de bodas hermano. Bienvenida Clara, es un placer conocerte, mi nombre es Stiven Falggo, amigo y colega de Daemon, es un gusto.
— Igualmente. — Responde sin más Clara dándole la razón a Daemon de lo que ha dicho, sobre su manera de hablar.
— Bien, es momento de que se vayan, les doy mi bendición y espero pronto me den esos nietos que espero. — Balton toma el hombro de Clara, quien se aleja al sentir su agarre siendo atrapada por Daemon.
— Gracias abuelo, feliz noche.
Al decir esas palabras, Daemon toma la mano de clara y la guía a la salida, una boda algo extraña, nada parecido a lo de antes, nada que sea real más que fingido.
En cuanto están en el coche, ambos van en silencio, no hay palabras entre los dos más que la indiferencia. Clara tiembla, no sabe que hacer, tiene miedo de lo que pueda pasar, el coche va a gran velocidad con el segundo delantero puesto, pocos minutos de viaje la llevan a un lujoso hotel en dónde los reciben, unos de los hombres de seguridad le abren la puerta y la ayudan a bajar. Clara carga su vestido mientras se mueve con ambas manos, observa el lugar distraída hasta que siente su agarre en sus caderas, aquel tocó conmocionó su cuerpo ante el temor, sus pensamientos no se detienen mientras se acerca al elevador, uno de los hombres de seguridad, trae la tarjeta de la suite en la que se hospedan.
En cuanto llegan a la habitación, Clara se paraliza al ver la cama adornada, los pétalos de rosas por todo el lugar, velas, una champan y dos copas, hermoso todo, pero en su mente solo retumba ante lo que harán en el lugar, le teme, ni siquiera lo conoce, no es posible que vaya a perder su virginidad de esta manera, su corazón late muy fuerte al escucharlo hablar.
— Ponte cómoda. — dice moviéndose al baño.
Oportunidad en la que Clara empieza a buscar una salida, se siente inquieta, apenas puede respirar, quiere salir de ahí, quiere marcharse, camina a la puerta nuevamente cuando lo escucha volver, toma un jarrón de una pequeña mesa y lo esconde detrás de su espalda temblorosa.
Daemon sale del baño, observa la situación y camina al sofá, se sienta junto a la champán que destapa y sirve en una copa, la lleva a su boca y toma un sorbo de ella disfrutando de su exquisito sabor.
— Suelta eso y sube a la cama, descansa, no te preocupes, no pienso tocarte, dormiré en el sofá.
Clara lo mira, está cómodo, continua tomando de su copa mientras que ella apenas puede moverse, tiembla inquieta, intenta abrir la puerta para marcharse y Daemon la detiene.
— Yo no haría eso si fuera tú.
Haciendo caso omiso, Clara abre la puerta dejando el florero aún lado, corre siendo detenida por los hombres de seguridad en medio del pasillo.
— Suélteme, déjenme ir, suéltenme.
La traen cargada de ambos brazos.
— Déjenla en la cama. — Dice Daemon sin más.
Así como lo ordena lo hacen, la dejan en la cama y ella se recoge a la cabecera, se abraza de sus piernas y lo mira con seriedad mientras algunas lágrimas recorren sus mejillas.
— Déjame ir por favor.
— ¿A dónde vas a ir? No tienes a dónde ir, si no lo sabes tu abuelo te a entregado a mí por dinero, no tienes a dónde ir, ni siquiera puedes hacerlo, eres mi esposa hora, solo debes comportarte y hacer lo que yo te diga, te doy mi palabra, no pienso tocarte.
— ¿Acaso tú palabra tiene algún valor? — Daemon la mira con seriedad.
— Así es, si te digo que no pienso tocarte niña, no lo haré, debes acostumbrarte, mi palabra tiene peso y valor, si te prometo que haré algo lo cumpliré, no pienso tocarte, no me atraes de esa manera, simplemente compórtate y tratemos de sobrellevar las cosas lo mejor que puedas. No sé ni porque te digo las cosas, eres una niña y no lo vas a entender.
— Tengo 16 años, no soy una tonta, imbécil.
— Eso, eso es lo que quiero que corrijas, pues tú actitud me incomoda, odio las groserías, las ofensas y la mala actitud, así que duérmete.
— No recibo órdenes.
— Debes saber que ahora eres mi responsabilidad, así que lo mejor que puedes hacer, es hacerme caso, no me quieres como tú enemigo.
— Y tú tampoco, imbécil. — Daemon la mira con enojo y se levanta, no tiene caso hablar con una niña, nunca hacen caso, no sabe en que estaba pensando su abuelo.
Daemon se levanta y sale al balcón, respira profundo y piensa en su plan, ya está hecho, se a casado de nuevo y para un punto a su favor es una joven que con el tiempo podrá manejar, solo necesita tenerla de su lado y todo saldrá bien, sus planes continuarán y cuando menos lo esperen todo habrá terminado, este tiempo lo ayudará a pensar en una mejor opción, no se niega a una familia, ese era su plan desde el principio, solo que no de esta manera, no con una chica así, no es lo que quiere en su vida, por eso solo será una fachada mientras encuentra algo mejor, igual ella tampoco desea esta unión.
*
Un nuevo día, el sol brilla con todo su esplendor por los ventanales que destellan en la habitación, donde la novia descansa, Clara apenas logro conciliar el sueño tras Daemon dormirse, no confía en él y aunque no quiera admitirlo le teme, no sabe que es de sus hermanos y llora en silencio mientras se levanta por lo que parece ser un bolso, que le ha dejado en la cama, no está y eso la alivia.
Clara se asea, toma una ducha y se prepara con la ropa que le ha dejado, es un momento incómodo, en cuanto termina de cepillar su cabello lo siente volver, la puerta se abre dejando ver a un ángel, un hombre tan guapo y bien cuidado que es inevitable no mirar, con sus jeans ajustado, camisa negra y chaqueta, luce muy guapo, y con una expresión desagradable.
— ¿Estás lista? Te traje el desayuno. — Deja una bolsa de papel en la cama.
— ¿A dónde vamos?
— A la casa.
— Le tiende su mano y ella lo observa tomar su bolso y toma su mano para salir juntos del lugar.
Ambos caminan a la salida, en cuanto llegan a la entrada ambos son abordados por los paparazzis.
— Señor Artimedez, es su esposa una belleza, ¿Acaso ya ha podido superar a su ex esposa?
— ¿Por qué casarse en secreto?
— ¿Acaso su nueva esposa está embarazada?