II

1205 Words
El placer es la flor que florece; el recuerdo es el perfume que perdura Jean de Boufflers [...— ¡Vamos Aeschylus! tu puedes Mikró6–rió su madre esperanzada. Lo alentaba una y otra vez mientras ambos hermanos practicaban, por supuesto el más fuerte era Orsíloco. Los risos rubios de Telégone se agitaban con ella de un lado para el otro, se sentía orgullosa de sus hijos, pero Aeschylus siempre había sido el más débil y no físicamente sino el carácter por lo que ella trataba de comprenderlo aún más, era su madre, su deber era protegerlo y estar al pendiente de él. Ella sabía que Aeschylus iba a ser su más grande orgullo al crecer. — ¡Ven aquí Aeschylus! ¡Muévete inútil! Eres un bueno para nada, un gusano. Las palabras que destiló su padre le hirieron fuertemente, apenas era un niño y no entendía el comportamiento de su padre hacia él. —Pero patéras7.. — ¡Me has traicionado! —Alfeo, basta, déjale –dijo Telégone preocupada. Su padre le tomó por los hombros lastimándole con su fuerza descomunal. —Eres una desgracia, aborrezco a Láquesis por mi horrible destino. El aire le faltaba, estaba llegando a su fin gracias a la persona que le dio la vida, su padre le ahorcaba sin piedad, jamás le había visto tan furioso y fuera de sí. Aeschylus tenía miedo después de todo era un pequeño niño. Ni siquiera sabía que le había hecho enfurecer de aquella forma a su padre para intentar ponerle fin a su vida. — ¡Aeschylus! ¡Zeus, le estás matando Alfeo! –gritó la rubia llorando. — ¡Y eso quiero, matarlo! — ¡No! –Chilló con miedo Telégone. Su madre se abalanzó hacía Alfeo con una serie de patadas y puñetazos desesperados, hasta que al fin lo soltó. Cayó al suelo tratando de encontrar el oxígeno perdido, entonces Asch levantó la mirada ya débil. Los gritos de su madre eran como diez mil puñaladas contra su pecho, aún peor que encontrar la muerte a manos de su propio padre pues Alfeo estaba matando a su madre mientras sus hermanos y él veían. Melantea lloraba desesperadamente, mientras Orsíloco y Asch trataban de golpear a Alfeo para que soltara a su madre. Pero no hubo efecto, Alfeo solo se detuvo hasta que el cuerpo de Telégone estuvo sin vida yaciendo en el frío suelo, desde que el corazón de Telégone dejó de latir, con ella...el de él. Melantea tembló de miedo entonces tomó la mano de Orsíloco y la de Asch y corrió con ambos sacándonos de aquel lugar que algún día fue un hogar alejándolos de aquel monstruo al que desde ese día jamás volvieron a llamar padre...] * — ¡Levántate! Alguien le golpeo en la cara con algo ocasionando que volviera a la realidad. —Con esa disposición jamás llegarás a ser un trierarca o siquiera un hoplita. —Discúlpeme Trierarca. —No te disculpes conmigo, discúlpate contigo mismo, tu mente te traiciona. Dándole la espalda se fue sin derecho a réplica. Aquel hombre le causaba mucha curiosidad al rubio ¿Por qué no se quitaba el krános8? Solo era usado para las guerras o las practicas, él por lo contrario solo daba las voces de mando y aún así aquel objeto parecía ser lo más preciado que tenía aquel hombre. — ¿Sabéis dónde está la princesa Xanthe? —No, no tenemos ni idea. Los murmullos empezaron a escucharse aún más fuertes debido a la pregunta hecha por el sirviente.Y al parecer la sospecha de todos era cierta cuando aquel hombre gritó. — ¡La princesa Xanthe ha desaparecido! El corazón de Aeschylus dejó de latir por un momento, los nervios se expandieron en su interior. Aquello no podía ser cierto y si lo era, por los dioses que iba a enloquecer. Aeschylus comenzó a moverse de un lado al otro como un león enjaulado, era realmente parecido, con aquella melena rubia al viento, la fuerza que se notaba a través de su fibroso cuerpo y la elegancia que caracterizaba cada uno de sus pasos parecía todo un felino. — ¿Cómo puede una princesa desaparecer de su propio castillo? ¡Es imposible! Le gruñó al que estaba más cerca de él, Methodius. Por suerte era él. De no ser así, se encontraría en graves problemas por demostrar sentimientos por la princesa. —Ella debe estar por allí, tu tranquilo, como ya lo dijiste, no puede desaparecer de su propio castillo sin ser vista. Pero por más que quería no podía estar tranquilo así que comenzó a caminar buscando a la princesa por cuenta propia. El cielo se había puesto gris y las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer. —Aeschylus hace rato Miltiades llamó a los peltastas al castillo, ¿Qué haces aquí? El rubio maldijo en voz baja, tenía que seguir buscando a Xanthe pero si no iba se retrasaría mucho más, debía ser importante. Pensó en que era más importante encontrarla que esa reunión, ya se enteraría de que habían hablado. Pero entonces a los lejos en el castillo la vio llegar y decirle algo a Miltiades, la castaña asintió para después besar la mejilla del hombre acto que hizo encolerizar a Asch. Frunció el ceño apretando la mandíbula y las manos se volvieron un puño, odiaba cuando Xanthe se acercaba a otro hombre pero debía calmarse. Gracias a los dioses ella ya estaba sana y salva en casa sin embargo la pregunta sería ¿Dónde se había metido en todo el día? No le había gustado para nada que ella desapareciera de esa forma. — ¿Dónde has estado muchacho? –Preguntó Miltiades. Aeschylus respiró profundo para no golpearlo, si hacía eso aquel acto podía solo ser tomado como un s******o, pese a que Miltiades era más viejo que él seguía siendo un trierarca y él un simple peltasta. Aún así no podía controlar su irrefrenable ira, estaba celoso, mucho. Nadie debería tocar a Xanthe excepto él. —Yo... —Entiendo –dijo dándole una sonrisa burlona—, fuiste a buscar a la princesa Xanthe. El color abandonó la cara de Asch. Si alguien se enteraba que él estaba enamorado de Xanthe era su fin. ¿Por qué Miltiades le preguntaba eso? ¿De alguna manera se había delatado? —Eres un buen chico Aeschylus, sabía que nadie movería un dedo por ella a excepción tuya. —Solo... —No digas nada –habló para después giñar un ojo en su dirección-—, ella está sana y salva en casa, ya no tienes porqué preocuparte. —No me preocupaba –gruñó el rubio—, solo estaba consiguiendo meritos con el rey. Miltiades rió como si le hubiese contado un chiste por lo cual Aeschylus frunció el ceño. —Seguro que sí. Entonces comenzó a caminar a dentro del castillo y al ver que Asch seguía plantado en el mismo lugar se volteó no sin antes darle otra mirada burlona. — ¡Camina Aeschylus! ¡Muévete! Él asintió y comenzó a ir detrás de Miltiades con una pregunta rondando por su cabeza. ¿Él sabía lo que sentía él por Xanthe? Mikró6: Pequeño. Patéras7: Padre. Krános8: Casco.
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