Hola, Alejandra. ¿Ya tomaste una decisión sobre nosotros? - La voz de Ethan me golpeó como un balde de agua fría. ¡Maldita sea! Había olvidado por completo la absurda petición en el testamento de su abuelo sobre mi matrimonio con este idiota, entre el caos de la mañana: la llamada de mi "donador de e*****a", el sermón de mamá, y ahora este machista de pacotilla.
Señor Ethan, lo llamo por el caso Montenegro. - Mi voz sonó fría, deliberadamente neutra, como si el peso de su propuesta de matrimonio no me estuviera aplastando el pecho en ese mismo instante. - El cliente no quiere que lo represente.
Al otro lado de la línea, el silencio duró exactamente tres segundos los suficientes para que imaginara su ceño frunciéndose, esos ojos verdes oscureciéndose como lo hacían cada vez que algo lo contrariaba.
¿Qué? - La voz de Ethan estalló, cargada de una incredulidad que casi me hizo sonreír. - Alejandra, eres la mejor en derecho familiar. Ganaste el caso Henderson contra esa firma de sharks de Los Ángeles. ¿Qué diablos le pasa a este tipo? - Cerré los ojos por un segundo. Respira. No es el momento para recordar que "este tipo" tiene el mismo tono condescendiente que tu padre biológico cuando te llamó hoy.
Lo sé. - Mis palabras salieron medidas, como piedras pulidas. - Pero es su decisión. Y francamente, hoy no tengo la paciencia para lidiar con hombres que miden mi capacidad por mi edad o mi género. - Una pausa. - Así que, por favor, ¿podrías reasignar el caso? - El último trazo de profesionalismo en mi voz se quebró levemente solo lo suficiente para que Ethan lo notara.
Está casi imposible, Alejandra. - Ethan soltó un suspiro que sonó a través del auricular como un viento arrastrado. - No hay nadie más disponible... excepto Mario. Y es un pasante.
Mis ojos se desplazaron hacia el calendario en mi pantalla, donde "Caso Andrea Smith - Tribunal" brillaba en rojo para mañana.
Perfecto. - La palabra salió con un dejo de ironía tan afilado que casi me cortó el labio.- Que el pasante se haga cargo. Por mí, cero problemas. - Al fin y al cabo, qué mejor castigo para un misógino que ser defendido por un pasante que aún tiembla al hablar en corte, detalles normales por que aún no tiene experiencia, aunque es muy bueno por algo esta en esta bufete.
Está bien. - La voz de Ethan adquirió ese tono de ya tengo un plan que siempre me ponía en alerta. - Serás la tutora de Mario -
Alcé lentamente la ceja derecha, aunque él no pudiera verlo. Claro. Porque lo que necesito hoy es cargar con un novato mientras lidio con el fantasma de mi donador de e*****a, una boda no deseada y una madre histérica.
No - La palabra cayó como un mazazo entre nosotros. - No seré tutora de Mario. Ni por un millón de dólares soportaré a ese imbécil de Montenegro – susurre lo ultimo, el silencio del teléfono se volvió tan denso que casi podía ver a Ethan al otro lado, esos ojos de halcón oscureciéndose como cielos antes de una tormenta.
Alejandra. - Pronunció mi nombre con ese tono que usaba para domar jurados hostiles bajo, peligrosamente calmado.
Pero hoy no mordería el anzuelo. - El cliente me rechazó. Punto final. - Mis dedos tamborilearon sobre el expediente Montenegro. Una pausa. Luego, el error estratégico - Si tanto le preocupa, represente al señor Montenegro usted mismo. -
El instante en que lo dije supe que había cruzado una línea había olvidado por completo que Ethan no era solo mi prometido forzado, sino el dueño de la firma.
Está bien. - Las palabras de Ethan cayeron como una sentencia, cortantes y frías, antes de que la línea se cortara con un click definitivo. Bien. Perfecto. Alcé la vista hacia Carlos Montenegro, cuya expresión de suficiencia empezaba a agrietarse como yeso viejo.
Bueno, señor Montenegro, - dije, enderezándome con una sonrisa que habría hecho parecer dulce al veneno. - Como usted insistió, su caso será manejado por... Mario. -Hice una pausa dramática, disfrutando cada sílaba. - Nuestro brillante pasante de primer año.
¿Un pasante? - El rostro de Carlos palideció como si acabara de ver su sentencia de divorcio convertida en una factura de lujo. - Pero
Pues sí. - Mis palabras cayeron como un veredicto. - Estamos hasta el cuello de trabajo, usted me rechazó, y el jefe solo tiene un pasante disponible. Así que sí, buscarán un tutor para Mario... pero no seré yo. - Carlos Montenegro palideció, sus labios apretándose en una línea blanca.
Esto es absurdo. - Alcé un hombro con indiferencia, como si su indignación fuera tan relevante como el pronóstico del tiempo.
Fue su decisión, señor Montenegro. Solo espero que Mario tome las mejores... elecciones legales en su caso. - El énfasis en "elecciones legales" no fue accidental. Todos en la firma sabían que Mario era entusiasta, pero propenso a errores creativos en las estrategias de defensa cosas que ha mejorado bastante.
En ese momento, llamaron a la puerta
Adelante. - Mario asomó por la puerta, su rostro juvenil marcado por una mezcla de entusiasmo e incertidumbre. Llevaba su traje recién estrenado y una carpeta que sostenía con ambas manos, como si temiera que se le cayera.
S-Señorita Guzmán, - dijo Mario, ajustándose los lentes, - el joven Houston me dijo que me solicitó. ¿Estoy en problemas?
Al contrario, Mario - Le extendí la carpeta con un gesto calmado. - Te asignaré este caso. Aquí está toda la investigación que he recopilado en los últimos dos días: informes financieros, declaraciones de testigos y posibles estrategias de la oposición.
- Carlos Montenegro frunció el ceño, claramente incómodo. - El señor Montenegro prefiere no ser representado por mí - continué, manteniendo un tono neutro. - Así que tú serás su abogado. Confío en que harás un buen trabajo.
Mario tragó saliva, pero asintió con determinación. - No lo defraudaré, señorita Guzmán.
¡Pero es un crío! - El grito de Carlos Montenegro resonó en la oficina, su rostro enrojeciendo hasta igualar el tono de su corbata Burdeos. Sus ojos, redondos de indignación, parecían a punto de saltar de sus órbitas. Definitivamente, no es difícil entender por qué su esposa buscó consuelo en otro hombre, pensé, mientras mis uñas se clavaban levemente en las palmas.
Eins, zwei, drei...- Conté en alemán esta vez, como si los números rudos pudieran ahogar el impulso de sugerirle que se lanzara por la ventana. O peor: de explicarle, con detalle forense, cuántas manchas de sangre se limpian fácilmente con lejía.
Señor Montenegro, - dije, alzando la voz lo justo para cortar su siguiente queja, - usted rechazó mis servicios por considerarme una cría. Ahora rechaza a Mario por la misma razón. Le sugiero dos opciones:
1. "Hablar directamente con los Dueños: El señor Ethan o el señor Eros. Ellos decidirán quién lleva su caso."
2. "Buscar otro bufete. Aunque le advierto que en esta ciudad, todos los buenos abogados están igual de ocupados."
Dejé caer las palabras "ocupados" como un guante arrojado al suelo. Mientras tanto, mi teléfono brilló sobre el escritorio con el mensaje que le envié a Ethan:
"Montenegro rechazó a Mario. Decide tú si lo echamos o si le damos al cliente lo que realmente merece."
¡Me voy a quejar con el jefe, y ya verán, ineptos! - El señor Montenegro escupió las palabras como balas, dando media vuelta con un movimiento tan brusco que su abrigo se agitó como las alas de un cuervo enfurecido.
En ese instante, la puerta se abrió.
Ethan apareció en el marco, su silueta alta recortándose contra la luz del pasillo. - ¿Qué quería hablar conmigo? - Su voz, gélida y precisa, cortó el aire como un cuchillo. Estoy segura que debía venir a mi oficina... porque no creo que en menos de dos minutos llegara hasta acá.
Carlos se congeló. - Otro crío más, - masculló, aunque esta vez con menos convicción. -"Necesito hombres capacitados para resolver mi caso
La oficina quedo en un silencio y Ethan lo mataba con la mirada