Capítulo 3

2717 Words
Capítulo 3   ―Bueno si, en eso tienes razón. ― dijo pensando ‹‹ Bien le dijo su esposo, las niñas iban ser lo mejor para su matrimonio, desde su llegada, ya no pensaba en nada que no fuera educarlas, para que fueran dignas representantes de su apellido y llegaran a emparentar, con alguna de las mejores familias de Chicago. ›› ―Sí, pero no te debes preocupar de eso querida, ustedes no tendrán problema con eso, tu esposo está haciendo muy buenos negocios, eso lo sé porque mi esposo, que me cuenta todo. ―dijo Cecilia Strohs, dejando su taza de té, en la mesita de aquel salón. ―Sí, ahora que la familia creció, bueno tiene que hacer que la fortuna crezca. ― Sin dejar de mirar a las niñas, que terminaban su clase. Así se la pasaron charlando toda la tarde, sobre las familias más acaudaladas de Chicago… Jean Bennett, se encargaba de seleccionar cada una de sus clases, para que fueran unas niñas con educación de calidad, que hablaran varios idiomas, aprendieran a tocar el piano, pintura, etiqueta, baile, todo lo que una señorita de sociedad debía saber. Era muy exigente con las dos al respecto, ya que siempre les decía, que más adelante, debían encontrar un buen prospecto para casarse. Era lo único que existía, en el vocabulario de Janes Bennett, que, así como ella, fue educada por su madre, la cual estaba desesperada por casarse, al ver que la mayoría de las señoritas de su edad, ya se habían casado y ella, era una joven quedada para esos tiempos. Janes era hermosa, pero cuando ya pasabas de los 27 años, ya era un suplicio concretar un buen matrimonio, uno donde fuera tratada como una reina y sobre todo su esposo fuera adinerado. En ese momento no era el caso de Bennett, pero con la dote que Janes dio por casarse con él, usó ese dinero para invertirlo y así pudo sobresalir, en los negocios. Janes Bennett, sabía lo que era esperar al hombre indicado para casarse, inclusive era desesperante, que si no llega pronto como se esperaba, la familia comenzaba a preocuparse, eso de llegar a tener una hija para vestir santos, sería terrible para cualquier familia de esa época. No quería que ahora sus hijas pasaran por eso, ahí la razón de inculcarles que su mayor anhelo era llegar al matrimonio, buenas, sensatas e inmaculadas. Para no dar nada de qué hablar a la sociedad, a la que ahora pertenecían. Jeffrey Strohs, cuando venía de vacaciones, su madre la señora Cecilia Strohs visitaba a Janes Bennett, así que desde ahí las chicas entablaron una amistad, muy cercana a los chicos Strohs. La madre de Jeffrey, le había dicho a Janes que a ella le gustaría que algún día se casara con Catalina, inclusive hasta lo expresó en una reunión. Janes estaba súper fascinada con el comentario, que una de sus hijas, llegará a ser la señora Strohs en un futuro, eso era mucho para ella, así que estaba súper feliz, que en un futuro no muy lejos, se pudiera llegar a juntar las dos familias, convirtiéndola en una de las más poderosas. Jeffrey Strohs siempre las visitaba, de hecho, cuando eran niños les hacía travesuras y cuando fueron creciendo, entrando en la pubertad, siempre reñía con Catalina, al contrario de Bianca, que está siempre era más callada y sumisa, ella solo aceptaba las travesuras de él, nunca se quejaba. Al contrario, siempre se ponía de tapete, su madre le decía que si la molestaba era porque le gustaba, tal era el gusto, que lo hacía para llamar su atención, era la razón por la que Bianca le hiciera lo que le hiciera, ella no decía ni pío. Siempre tenía una sonrisa para el joven Strohs. Al contrario de Catalina, que está siempre correspondía a las travesuras, si Jeffrey le jalaba el cabello, ella iba y se lo jalaba más fuerte, si este le ensuciaba el vestido, Catalina buscaba la manera de mancharle la ropa, a como diera lugar. Pero siempre había una contestación, para los juegos a los que Jeffrey la sometía, conforme fueron creciendo los regalos hacia las chicas fueron llegando de su parte. Al principio una flor del jardín, un pañuelo bordado por su madre, hasta una vez les dio un beso en la mejilla a ambas, porque él no hacía diferencia de una a la otra, desde las travesuras, hasta los regalos siempre eran iguales. Llegó la hora de que Jeffrey se fuera a Londres, junto con su hermano Gabe, ya que estaba en edad de entrar al instituto, donde estudiaría partiendo en un viaje largo, donde lo recibirán sus abuelos, que serían los que estarían al pendiente de su educación, así como su hermano. Las chicas, seguían creciendo, Jeffrey Strohs siempre les escribía, siempre lo hacía, la correspondencia siempre llegaba para las dos chicas, sin excepción. el tiempo pasaba, como aquel viento que se lleva las estaciones y llegó el momento, donde las dos chicas cumplirían sus 18 años. Pero desde que Catalina cumplió los 16 años, siempre tuvo muchísimos más pretendientes que Bianca, cuando la señora Bennett las llevaba a alguna fiesta, era Catalina a la que siempre le pedían el vals para bailar con los chicos, tenía muchos enamorados y pretendientes. La señora Strohs, ya había notado eso… ―Vaya querida, tendrás que esconder a Catalina, si es que quieres casar a Bianca, ya que su belleza resalta muchísimo de todas las chicas, ve no la dejan descansar, siempre tiene una lista larga con quien bailar. ―dijo Cecilia Strohs, al ver que Catalina solo cambiaba de pareja, entre baile y baile. ―Sí, lo sé… No creas me preocupa, lo que pasa que mi Bianca, es tan tímida, que eso hace que Catalina, que es más extrovertida sea la que más luzca, pero ya llegara el hombre que la despose, mi hija también tiene muchísima belleza. ―comento Janes Bennett, al ver que su otra hija, solo seguía sentada después de un rato. ―Bueno no te he contado, ya mi hijo se va a graduar y por fin vendrá a quedarse permanentemente a Chicago, estoy tan contenta. ―dijo Cecilia Strohs ―¿Cuál de los dos es Gabe o Jeffrey? ―pregunto Janes muy interesada. ― Jeffrey mí niño, ya que mi Gabe, se quiere quedar a administrar los negocios que tenemos en el extranjero, aunque después ya le ayudara Jeffrey, pero él quiere venir y estar una temporada con nosotros, estoy tan emocionada. ― comentó Cecilia muy ilusionada por la llegada de su hijo. ―Debe ser, se te nota lo contenta que estás, pero dime ¿Ya está comprometido? ―pregunto esperanzada de que no fuera así. ―¡Oh no querida! Por eso quiero que regrese, para buscar una buena mujer de nuestra clase, esa que lo acompañe en la vida. ―dijo mirando a los lejos a Catalina, que no dejaba de bailar. Janes, ya tenía la idea de casar una de sus hijas con un Strohs, pero ¿Cuál de las dos podría llamar la atención de tan importante joven? Se preguntaba, haciendo castillos en su cabeza. Catalina y Bianca, habían crecido juntas desde que nacieron, pero Catalina era más rebelde y autoritaria, ella desde que llegó a la casa Bennett, se convirtió en la niña de sus ojos del señor Bennett, siempre la consentía en todo. Al contrario de la señora Bennett, que ella se había inclinado por Bianca, ya que era muy dócil, aunque los dos estaban orgullosos de sus hijas, ya que siempre eran el centro de atención de todas las fiestas. Llegaban las dos de aquel baile; cansadisimas, mas Catalina que no había parado de bailar en toda la noche, siempre asediada por una interminable fila de pretendientes, que admiraban su belleza.  ―Ay Bianca… Me duelen los pies, los traigo molidos ―dijo Catalina sentándose en la cama y sacándose las botas que se había puesto, para sobar sus pies. ―Como no, si no paraste en bailar toda la noche, oye si notaste que el joven Harry Heinz, no dejaba de mirarte. ―dijo Bianca alertando a su hermana, de un posible pretendiente al que le pudiera gustar a su madre. ―¿Quién? ¡Harry Heinz! ―pregunto, un poco con arrogancia. ―Sí, no te hagas tonta ―dijo apuntándole con el dedo, en lo que Catalina, solo se levantaba para quitarse las horquillas del cabello―. Ya que se apuntó para bailar contigo, más de tres piezas. ―Así… Pero no me interesa, no sé, aun no llega el que llene mi corazón, cuando llegue lo sabré ―comento, en lo que se comenzaba a cepillar el cabello. ―¡Ay Catalina! Pero a ti te sobran pretendientes, no que yo… A duras penas si baile solo dos piezas. ―dijo suspirando. ―Ya, no te angusties, que mamá va a buscar el candidato perfecto para ti ―dijo Catalina, en lo que se volteaba para que Bianca, le ayudará a quitarse el brumoso vestido que traía puesto. ―Sabes, ya estoy ansiosa por casarme. ―dijo Bianca, solo ayudándola a quitar los faldones, para desatar los listones del corpiño, para ponerse la bata de dormir. ―¡Ay Bianca, solo piensas en eso! ―dijo abrochando su bata de dormir. ―¿Qué tu no? ―pregunto Bianca, igual haciendo lo mismo para que la ayudara a quitarse su vestido, como ya era muy noche la servidumbre a esa hora ya dormían, era la razón en que se ayudaban la una a la otra, puesto que solas simplemente no podrían hacerlo. ―Bueno si… Pero antes me gustaría, no sé viajar por el mundo. ―comento Catalina, en lo que comenzaba a girar por la habitación―. Recorrer muchos lugares, viajar en barco, ir de fiesta en fiesta. ―Terminando de dar vueltas para caer en la cama, levantando sus brazos hacia el techo, solo soñando. ―¿Qué cosas dices Catalina? ―expreso Bianca, al ver a su hermana querer otras cosa muy diferente, a lo que su madre siempre les había inculcado. La señora Bennett las escuchó y entró a la habitación… ―Ya niñas, ya es muy tarde a dormir, que la fiesta ya se acabó. ―Sí mamá ― las dos a dúo. ―Acomodándose en la cama para dormir.  Janes Bennett se fue a su habitación con su esposo y comenzaron a platicar… ―Sabes querido, ya es tiempo de ir viendo ¿Con quién se van a casar las niñas? No quiero que pase el tiempo y no podamos concertar un buen matrimonio. ―dijo terminando de cepillar su cabello, antes de acudir a la cama con su esposo. ―Querida, creo que estas exagerando, digo que aún están muy jóvenes. ―comento el señor Bennett, solo mirando a su esposa, como colocaba el cepillo en su tocador. ―¡Jóvenes queridos! Ya tienen 18 años, si no las casamos antes de los 20 años, después cada día que pasa es más difícil, mejor dime de una vez que pasa, ya que siempre que toco el tema siento que me evades y no me gusta. ―hablo Janes mirando a su esposo, que le hacía una mueca para contestarle. ―Bueno querida, no quiero que te espantes, solo que las cosas con los negocios no van muy bien que digamos, así, que no creo tener una buena dote para las dos, ¿No sé qué hacer? Estoy preocupado. ―dijo mirando a su esposa, con cara de angustia ya que sabía que la dote era muy importante, para que sus hijas concretarán un buen matrimonio. ―¡Oh por Dios! ¿Por qué no me lo habías dicho? ― pregunto un poco alterada. ―No quería preocuparte, Perdóname… Yo sé lo importante que es, que las dos se casen con prominentes familias, pero no creo que eso sea posible, si dividimos la dote para las dos, aún más si una de ellas quiere casarse con un Strohs, ya vez que su madre quiere una muy buena dote, para aceptar a la que será su nuera. ―dijo el señor Bennett, agachando la cabeza. ―Sí, lo sé, pero eso no me preocupa, sé que una vez Jeffrey regrese, se va a enamorar como loco de Catalina, sé que ella será la elegida, es la más bonita de las dos. ―comento Janes tomando la mano de su esposo―. Y cuando eso suceda, Cecilia no le negara la felicidad a su hijo. ―¿Y si no es así? Digo cabe la posibilidad que él ya venga con alguien o le guste alguna señorita, que haya conocido en Londres. ―comento preocupado. ―¡No! Yo hable con su madre y me dijo que aún no está comprometido, además aún les escribe, solo hay que ver ¿Cuál de las dos es la elegida? Y con la que elija, a esa le daremos la dote, emparentar con la familia Strohs, nos conviene muchísimo. ―dijo sonriendo. ―Sí, lo sé, pero ¿Y la otra?, ¿Qué haremos con la que no sea la elegida? ―pregunto Bennett con angustia. ―Bueno buscaremos un prospecto, aunque no sea de nivel de los Strohs, pero bueno con una que se nos case bien, es más que suficiente. ―Querido, ya emparentando con los Strohs, las familias se nos acercaran, verás que la casaremos bien. El señor Bennett suspiro, ya que a una le tendrían que dar todo, pero la otra simplemente se tendría que aguantar con lo que decidan o lo que la suerte le traería. En los días siguientes… Catalina uno de sus hobbies era siempre pintar, estaba muy atenta a su pintura cuando Bianca, llegó muy acalorada… ―Catalina ¿Ya sabes quién va a llegar a la ciudad? ―pregunto muy ansiosa, ya que traía el cotilleo que toda señorita de su círculo social, ya sabía. Catalina dejó su pincel, dejando de lado su pintura, para darle la debida atención. ―No ¿Quién? Espera no te vayas, un pajarito que estaba intentando pintar, salió despavorido al momento que llegó Bianca. ―Jeffrey Strohs. ―No me digas, que ya sale de vacaciones ―dijo Catalina, solo levantando sus cosas para dejar de pintar, su modelo había escapado por los aires. ―No… Me comentó mamá, que ya viene a quedarse una buena temporada, de hecho, le van hacer una fiesta de bienvenida. ―dijo Bianca, muy sonriente de solo pensar en esa fiesta. ―Sí, él siempre me escribe, pero en su última carta me desconcertó, me dijo que estaba buscando su alma gemela y que espera encontrarla pronto. ―comento Catalina, llevando sus cosas hasta donde estaba la mesa del jardín. ―Sí, a mi igual me dijo lo mismo, sabes ya tiene casi dos años que no lo vemos, se habrá puesto más guapo de lo que era. ―pregunto Bianca a Catalina, que seguía buscando una buena toma del espectáculo que daba la tarde, para terminar su cuadro. ―Mmm, no lo sé, pero siempre ha sido un buen mozo, digo que edad tiene, 23 años, debe de tener muchas admiradoras por ahí. ―Dijo Catalina, arqueando una ceja. ―Bueno, no pierdo la esperanza en que, por una vez en la vida, se fije en mí y no en ti, jajajjajaj. ―comento carcajeándose con ironía, que eso estaba lejos de pasar. ―Ah pero que egoísta Bianca, eres una mala hermana. Jajajjajaja ―dijo Catalina, haciéndole un puchero a su hermana, Catalina estaba consciente de su belleza a cada rato se lo hacían saber, sabía que su belleza superaba a su hermana por mucho. Y era la razón por la cual sabía que, si a ella le llegaba a interesar Jeffrey Strohs, no iba a ver rivalidad ya que ella siempre sería la elegida. El señor Bennett, la veía desde su ventana del despacho como las dos, solo se reían y eran felices, como las dos se querían incondicionalmente, a pesar de no ser hermanas de sangre y que, siendo sus hijas, tendría que darle preferencia a una de otra, con todo el dolor de su corazón. Continuará…  
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