Capítulo 4
En un lugar en Londres…
Damián Joseph Rhodes, acaba de recibir la peor de las noticias…
Lo siento hijo, tu padre acaba de fallecer, lo lamento, hice todo lo que pude. ―dice el doctor con pena.
Damián, simplemente salió para pensar en el último acontecimiento, aunque su padre alguna vez le hizo un daño irreparable, no dejaba de doler su pérdida, debajo de un árbol, el cual había sembrado con su padre solo se sentó analizar, lo que será su vida de ahora en adelante. Ahora solo le sobrevivió su abuela Emilia Rhodes y su Hermana Cathleen Rhodes, la cual tendría unos 18 años, se acababa de comprometer con Gabe Strohs.
Gabe Strohs la conoció, cuando Damián Rhodes comenzó hacer negocios con la familia Strohs y este al ver a Cathleen Rhodes quedó flechado inmediatamente, al estar haciendo negocios junto a su hermano, la veía muy seguido y la comenzó a cortejar, pidiendo su mano un año después de haberla conocido.
Aunque tenía familia lejana, no eran muy cercanos y si acaso tenía algún acercamiento iba el interés de por medio, por su gran fortuna. Los Rhodes, a pesar de ser una familia con muchísimo dinero en Europa, eran una familia que casi no se manejaban en las grandes esferas de sociedad Londinense. Ya que ellos no tenían ningún interés en eso, sino que les gustaba estar bajo perfil, así era más fácil llevar los negocios, muchos pensarían que eran personas que no sabían cómo llevarlos, pero en eso se equivocaban, tenían un imperio. Pero todo siempre lo compraba en acciones en varias empresas, las principales la minera de donde era su principal fuente de su fortuna ya que tenía minas de oro, plata, diamantes, también comercializaba con el acero, estaño, transporte y otras, lo que ellos hacían eran comprar pequeñas empresas con patentes e invertir en ellas, haciéndolas rentables.
Ellos nunca les ponían su nombre a las empresas, si no el de sus creadores, era la razón por la cual su familia no era muy conocida ni en Europa, mucho menos en América, pero eso estaba a punto de cambiar.
Después de los funerales de su padre, Damián Joseph Rhodes, tuvo una plática, tanto con su abuela, como con su hermana. Todos estaban reunidos en el despacho de su casa, que, aunque no era una mansión, si era una casa grande y espaciosa, con un enorme jardín, pero nada ostentoso.
―Bien familia, ya que acabamos de pasar por una pérdida tan grande, he decidido que debemos mudarnos, digo hablando con Gabe me informo que al casarse con Cathleen se quiere mudar América. Ya que vamos a invertir en un negocio, del cual siento que nos va a beneficiar muchísimo, así que he decidido que es por el bien de la familia y para no separarnos. ―Mirando a su hermana comenzó hablar dirigiéndose a ella―. La verdad hermana, me dolería que nos separemos, se bien que es la ley de la vida, pero mi padre antes de morir me encargó muchísimo, que estuviera al pendiente de ti y eso es solo que nos mudemos prácticamente contigo. ―dijo tomando su mano, depositando un beso en su dorso―. Nos mudaremos a América, compraremos una bonita propiedad donde podremos estar cerca de ti.
―Damián de verdad te lo agradezco, yo no me sentiría bien yéndome con mi esposo y dejándolos tan lejos. ―dijo Cathleen dirigiéndose a su familia.
―Lo sé, además he pensado, tengo tanto dinero invertido en América, inclusive más que aquí en Europa, debo estar al pendiente, Frank hasta ahora se ha hecho cargo de todo, pero creo que ya es hora que esté al pendiente de todo personalmente. ―dijo, Damián sentado en su imponente despacho, que antes era de su padre pero que ahora le pertenecía por derecho.
―Hijo tienes razón, tu padre tenía una necedad, que no quería que se supiera quién estaba detrás de los negocios, pero creo que eso ya tiene que cambiar, las épocas cambian y hay que aceptarlo. ―dijo la abuela Rhodes mirando a su nieto con amor y devoción.
―Así es abuela, lo bueno que lo entiendes, sé que te dolerá mucho dejar estas tierras, pero, creo que es lo mejor, además la boda de Cathleen será en América, debes estar cerca para ver todo lo de su ajuar y no solo eso, ver todo sobre la familia a la que de ahora en adelante va a permanecer. ―dijo sonriéndole a su hermana, que él estaba muy feliz de que se casara con el hombre, que ella había elegido y no al revés, como siempre sucedía.
―Damián Joseph Rhodes, un hombre alto de 1.90 de estatura, cuerpo corpulento, espalda ancha, piel blanca, cabello rubio oscuro, ojos azul cielo, muy guapo, con un carácter muy noble, estaba enamorado de Madeleine Klesko. Una joven que conoció en Londres, pero su padre no aprobó esa unión, ya que él pertenecía a la nobleza y no quería a un plebeyo como él le decía, para su hija, sino que quería a alguien que tuviera muchísima cercanía a la corona. Pero la realidad iba más allá de solo una darle su hija a un plebeyo, el hombre había prometido a su hija, para salvarse de una deuda muy grande, cuando se vio envuelto en que, si no encontraba una solución, le dio a su hija en matrimonio a un sobrino de un varón, el cual al morir su tío heredaría su legado.
De hecho, esos sucesos habían pasado dos años atrás, Damián realmente se había enamorado de Madeleine, pero al no ser muy bien vista su relación, solo tuvo que apartar su vista, la joven se casó al año de esos sucesos con el joven, que su padre aprobó.
Era una de las cosas por las que Damián quería dejar aquellas tierras, para olvidar el rechazo que sintió de parte de los Klesko, le dolió muchísimo que, hasta el padre de Damián, trató por todos los medios, de que aceptaran a su familia, pero no fue así. El Sr. Klesko los consideraba inferiores, sin linaje, que simplemente no soportaría ver a su hija, cerca de un plebeyo, por mucho dinero que tuviera.
Damián pidió a Frank Blasón, que comprara varias propiedades en América, entre ellas una Mansión, dos granjas, un par de villas y una casa de descanso, tanto de invierno como para el verano. Sobre todo, una hacienda mexicana que años atrás la encontró, viajado buscando unas minas, de la cual se enamoró, por su no fácil acceso al lugar, un lugar muy apartado de las ciudades y donde era un lugar hermoso a simple vista, de hecho, hasta la gente que vivía ahí lo recibió con buenos ojos. En esa propiedad ya había mandado a construir una casa, bastante amplia y para sus empleados, les había mejorado mucho la vida, construyendo casitas y una escuela para los hijos de los empleados.
A pesar de no estar presente en todo ese proyecto, los lugareños sabían quién era el patrón y sobre todo que todos esos cambios en su pueblito, se debían al nuevo dueño del lugar. Damián, pretendía que cuando no estuviera trabajando, se refugiara en ese lugar donde sabía que estaría muy cómodo en medio de la naturaleza.
Pensaba. ―≤≤ Si algún día me caso y logró tener una familia, me gustaría que mi mujer y mis hijos estuvieran muy felices en ese lugar. ≥≥ Pero solo era un sueño, su corazón no estaba listo para darle paso a un nuevo amor, no por el momento, pero eso estaba a muy poco tiempo de suceder.
―ﷻ―ﷻ―ﷻ
Jeffrey Strohs llegaba a su hogar con sus padres, su madre muy contenta y emocionada, le informaría a su madre lo siguiente.
Madre:
solo te informo que, dentro de 3 meses, voy a viajar con mi socio el Sr. Rhodes, con el cual iniciaremos varios proyectos, también te quiero informar que mi prometida, es la hermana del Sr. Rhodes y viajaremos juntos, para que iniciemos la preparación de mi matrimonio con Cathleen Rhodes, ese el nombre de mi prometida.
Atentamente: Gabe Strohs.
La madre de Gabe estaba en shock. ―¿Qué?, ¿Cómo es posible esto?, ¿Por qué no me lo informo antes de comprometerse? ―pregunto alterada―. Hijo, dime ¿Quién es esta familia? Que yo al menos no he escuchado de ellos. ―preguntaba, tratando de asimilar la noticia.
―Bueno madre, ellos son una familia con muchísimo dinero, de eso no debes preocuparte, mi hermano Gabe, no se casa con cualquier señorita, de hecho, tiene una muy buena posición económica, mejor que la de nosotros. ―dijo Jeffrey, al contar a su madre sobre los Rhodes.
―Mmm… Aun así ¡Estoy molesta! Ustedes no solo pueden comprometerse, debemos estar de acuerdo en todo y más ¿Con qué familia vamos a emparentar? Espero que tú, no hayas hecho lo mismo. ―pregunto muy preocupada.
―No, madre como crees. ―dijo mirando a su madre―. Bueno, pero si ya hay una chica, de hecho, hasta la conoces, he estado teniendo correspondencia con ella, pero bueno dejaré que las cosas pasen. ―comento, sentándose en aquel salón junto a su madre.
―¿Quién es hijo? Dime si la conozco. ―pregunto ansiosa.
―Sí, pero no te voy a decir, ya que empezarías hacer planes de boda y aun, no le hablo abiertamente de mis sentimientos, en cuanto lo haga, lo sabrás para que pidas su mano. ―dijo Jeffrey, solo pensando en esa mujer que estaba pensando en abrirle su corazón.
―¡Ay hijo qué emoción! Ya verás que no se negara, sea quien sea, sé que te dirá que sí, solo te pido que sea de nuestro círculo social, con eso estará bien. ―comento Cecilia, sonriéndole a su hijo, pasando su dorso por su mejilla, de sus dos hijos al que consentía más y al que estaba más apegada, era con su Jeffrey Strohs, quizás por ser el más joven de sus dos hijos.
―Bueno madre me voy, tengo que ir a platicar con el Sr. Bennett, ya que hay algo urgente que tratar con él, nos vemos después. ―comento dándole un beso en la mejilla y saliendo de su casa, para dirigirse a la casa que ansiaba llegar.
―Pero hijo debo ver lo de tu fiesta pri…me…ro… ¡Ay este muchacho! Será que la chica es una de las Bennett, si es así qué emoción. ―aplaudía como niña, solo imaginando casado con una de las dos chicas, sobre todo con Catalina.
Jeffrey llegaba a casa de los Bennett, saludando como todo un caballero, primero saludo a Bianca, que estaba con su madre bordando.
―Pero mírate Bianca ¡Que bella eres! Solo me ausento un par de años y ya no encuentro a ninguna niña de las que deje. ―comenta, dándole un beso en el dorso y obsequiando un ramo de flores, de los tres ramos que llevaba.
―¡Ay Jeffrey! Tu siempre tan caballeroso, muchas gracias por las flores. ―dijo Bianca, muy ruborizada solo hundiendo su cara al ramo de flores, para sentir su aroma.
―No es nada, al contrario, mi sorpresa es mayor al encontrar una joven, muy hermosa como tú. ―sonriendo―. Señora este ramo es para usted, no crea que me olvide de usted. ―hablo, entregando uno de los ramos que le quedaban.
―¡Ay hijo! Que hermosura de flores, en verdad que tu madre los supo educar muy bien, llevare las flores a colocar en un jarrón, así que los dejo para que platiquen, dijo la Sra. Bennett, saliendo de aquel salón. ― Janes sabía muy bien, que debía darle la total confianza, si es que quería que una de sus hijas fuera cortejada por el joven Strohs, estaba segura que una de ellas era la elegida, solo era cuestión de tiempo que se decidiera.
―¿Cómo estás? ―pregunto Jeffrey a Bianca, en lo que se sentaba a un lado de ella.
―Bien, aquí con mamá y papá, ya sabes estudiando las clases impuestas por mi madre. ―dijo apretando la mantita que estaba bordando, ya que estaba muy nerviosa.
―Mi madre piensa hacer una fiesta para anunciar mi regreso, me gustaría mucho que fueras, bueno que fueran. ―comento sonriendo, al ver el rubor que tenía Bianca cada que él le hablaba.
―Creo que eso ya es un hecho, si tu madre no hace más que anunciar tu llegada. ―hablo con una sonrisa, apenas y se hacía presente en su rostro.
―Sí, lo sé, pero hay que entenderla que está feliz que esté de regreso, pero dime ¿Y Catalina? ―pregunto ansioso.
―Cuando Jeffrey anunció el nombre de Catalina, hasta ahí llegaron todos los intentos de sentirse alagada por Jeffrey, Bianca sabía que a lado de su hermana; ella no tenía ni la más mínima oportunidad de ser cortejada por él, solo suspiró antes de contestarle. ―En el jardín, debe estar pintando.
―Bueno saldré a saludarla ―dijo levantándose de su asiento, para ir a saludar a la otra Bennett
Catalina, estaba muy inspirada pintando, cuando una figura masculina le tomó de su cintura. ―Hola hermosa…
―¡Ay me asustaste Jeffrey! ¿Por qué haces eso? ―pregunto apartándose de él.
―No sé, me encanta verte enfadar, jajajajjajaj.
―Muy chistoso, mira arruinaste mi pintura. ―dijo fingiendo molestia, pero la verdad estaba fascinada observando lo buen mozo que se había convertido, lanzando un poco de pintura con su pincel hacia su cara…
―¡Niña mala, siempre tienes que ser muy mala! ―exclamo, buscando otro pincel para hacer lo mismo.
―Jajajajajajaj estamos a mano, deja de arrojarme pintura… Arruinaras mi traje ―dijo, esquivando la pintura que salpicaba su cara y ropa.
Adentro Bianca, solo miraba desde aquel salón, como Catalina y Jeffrey jugueteaban en el jardín, lanzándose la pintura. Ya después de un rato Bianca, se les unió, pero ella siempre era muy reservada, miraba como ellos reían y tenían una conversación.
―Bianca ¿Qué haces ahí? Acércate para que te nos unas, anda siéntate a mi lado, tomando su mano para que se sentara, charlando toda la tarde, hasta la hora de la cena, donde la Sra. Bennett lo invitó a quedarse a cenar.
Cuando entraron al comedor, la señora Bennett observó que Catalina, tenía unas manchas de pintura en su cara…
―¡Catalina mírate como estás toda sucia! ―exclamo molesta―. Sube arriba a lavarte y a cambiarte ¿Por qué no puedes ser como tu hermana? ―pregunto, al saber cómo Catalina siempre era más rebelde en todo.
―Señora Bennett, en realidad fue mi culpa, yo inicie la guerra de pintura mire hasta yo estoy manchado de pintura, no la regañe por favor. ―dijo Jeffrey, disculpándose por los hechos ocurridos.
―Aun así, hija sube a cambiarte, Bianca acompaña a Jeffrey al salón en el que se sirve la cena. ―hablo en lo que veía como Catalina, caminaba hacia las escaleras para cambiarse.
Catalina, subió a su habitación acompañada de su doncella, la cual le ayudó a arreglar un baño y su vestido para la cena.
―Señorita, qué guapo es el joven Jeffrey Strohs ¿No le parece? ―pregunto en lo que la ayudaba a cambiarse, después del baño rápido que se dio.
―Sí, lo sé, te digo algo y no se lo cuentas a nadie. ―dijo Catalina, con una sonrisita en su cara.
―Sí, dígame yo seré una tumba ―contesto su sirvienta en lo que la ayudaba a cambiarse.
―Nunca había visto un joven tan guapo, de todos los muchachos que conozco, él es el más guapo.
―¡¿Señorita, le gusta el joven?! ―pregunto emocionada.
―Sí, me gusta mucho ―contesto llevando sus manos a su corazón.
―Bueno no creo que usted le sea indiferente, si aquí no hay joven que no suspire por usted. ― dijo su doncella, solo colocando unas pequeñas horquillas en su cabello.
―¿Crees, que yo le guste? ―pregunto un poco asombrada.
―Claro, que sí, si se le nota ―dijo terminando de acomodar su cabello.
Catalina se apresuró en su arreglo, de hecho, hasta escogió un vestido de fiesta, para bajar a cenar, ya todos estaban en la mesa, cuando hizo su aparición.
―Buenas noches…
―Jeffrey inmediatamente se levantó, para ayudarla a que se sentara a la mesa, como todo caballero.
― Muchas gracias ―comento Catalina, sonriéndole a Jeffrey.
―Hija, pero que hermosa te pusiste ―comento el señor Bennett, mirando el arreglo de su hija.
―Te parece padre, yo solo tomé un baño y me puse un vestido cualquiera. ― dijo Catalina, con mucha arrogancia.
Su padre solo sonrió, al saber que su arreglo iba más allá de solo un vestido cualquiera. ― Bien hijo dime ¿Cómo va todo en los negocios? ―pregunto, viendo como Jeffrey no apartaba su vista de Catalina.
Continuará…