Capítulo 5

2934 Words
Capítulo 5   ―Bien de hecho, nos acabamos asociando con el Sr. Rhodes, un hombre muy bueno en los negocios, tiene un olfato para encontrar negocios muy redituables. ―comento, comenzando a cenar. ―” Rhodes”, nunca he escuchado de él, al menos no aquí en América. ―comento tratando de recordar el apellido antes mencionado. ―Sí, bueno lo que pasa es que los negocios en donde el invierte, nunca lo hace con su apellido, siempre deja el que inició el producto, aunque él sea el dueño, eso es bueno ya que nunca sabes cuando la fortuna tocara a tu puerta. ―dice, con mucha admiración al hablar de Rhodes―. Inclusive emplea a los dueños, inyecta dinero y hace crecer las acciones, así ha hecho desde que se hizo cargo de los negocios de su padre, ahora que falleció, pues ha invertido muchísimo más. ―Vaya, me gustaría mucho conocerlo, se ve que es un hombre muy enigmático, que no quiere ser valorado por su apellido, si no por quien es. ―comento Bennett, igual con admiración, ya que en América siempre se buscaba que se conociera su apellido, como algo esencial para que su empresa prospere. ―Sí, es un buen tipo, pero pronto vendrá a América, ya que mi hermano se va a casar con su hermana y el matrimonio se celebrará aquí en Chicago, de hecho, dentro de tres meses, llegan, ya compraron una mansión. ―¿Cuál mansión compraron?― preguntó la Sra. Bennett, muy interesada en la plática. ―La que era de los Keyser … ―¡No, de verdad! Estuvo muchísimo tiempo en venta, querían una suma exagerada por esa propiedad. ―comento, pidiendo a la sirvienta que trajeran el postre. ―Bueno, esa es la mansión que compró para cuando llegué a vivir aquí en América. ―Tu madre debe estar feliz, que van a emparentar con una familia así ―dijo Janes, con una sonrisa, aunque por dentro estaba un poco desilusionada, el hecho de que solo esté libre uno de los Strohs, los dejaba con una sola posibilidad de emparentar con ellos. ―Bueno la verdad se molestó mucho, ya que ella, ya hasta había escogido una señorita de aquí de Chicago, pero cuando se lo informo, se molestó muchísimo, más porque no tienen un apellido muy conocido y mi madre, le toma muchísima importancia a todo eso. ―Sí, pero una vez que sepan quien compró esa mansión, su nombre se va a conocer como pólvora. ―dijo Janes, ya que ella sí sabía cómo funcionaba la sociedad de Chicago. ―Hijo terminando la cena, me gustaría platicar contigo de negocios. ―comento el señor Bennett ―Claro que sí, con muchísimo gusto. ―contesto Jeffrey carraspeando. Catalina, que se había mantenido callada, comentó. ― y tu Jeffrey ¿Estas comprometido? Digo si tu hermano lo hizo, a lo mejor tú también tuviste algún interés, en alguna señorita de Londres. ―¡No!.. No, estoy comprometido, pero si ya tengo en mente a una señorita a la cual estoy pensando en abrirle mi corazón, solo esperando que ella me acepte. ― Mirando a las dos muchachas. ―Catalina, no hagas esa clase de preguntas, le dijo Bianca. ―reprendiéndola―. Jeffrey cuando se comprometa, nos lo dirá ¿no es así? ―pregunto un poco seria, desviando la mirada hacia Jeffrey. ―Pero por supuesto Bianca, ustedes serán las primeras en enterarse. ―dijo, terminando el flan que le habían servido. ―Espero y sea una muchacha de buena cuna, tu sabes que tu madre no va aceptar a cualquiera y eso lo sabes. ―comento la Sra. Bennett. ―Créame Sra. Bennett, en cuanto sepan ¿De quién se trata? La aprobara. ―dijo mirando a Catalina, sin ni siquiera disimular. ―No me cabe la menor duda, de eso hijo ―contesto, Janes Bennett observando como miraba a su hija. La cena continuó como si nada, platicando de la estancia en Londres, sobre la sociedad y de trivialidades, cuando terminó la cena, el Sr. Bennett y Jeffrey se fueron al despacho. ―Pasa hijo, te invito un abanó… ―Sí, aunque no suelo fumar se lo aceptaré. ― Tomando uno de los habanos de la caja de madera, que abría Bennett para invitarle el habano. ―Hijo lo que quiero hablar contigo, es sobre la última inversión que hice. ―pregunto preocupado, muy, pero muy preocupado. ―Le voy hacer completamente sincero, la verdad yo se lo advertí, esa fue una pésima inversión, invirtió demasiado dinero y no fue redituable, tiene básicamente una empresa que no vale nada. Lo lamento, pero yo siempre le dije que no era un buen negocio, pero usted lo hizo por la amistad que lo unía con esa familia, ahora tanto ellos como usted, están en la cuerda floja, lo único que resta es vender para tratar de recuperar algo. ―comento Jeffrey con pesar. ―Lo sé, hijo y te pido que esto no se lo comentes a nadie, pon las acciones en venta, me duele no poder ayudar a mi amigo, pero si no lo hago; corro el riesgo de hundirme igual que él. Me duele… Pero si me empeño en seguir con esto, mi familia será quien sufrirá las consecuencias. ―dijo en lo que aspiraba el humo del habano, para perder la mirada en el humo que exhalaba. ―Bien lo haré, me retiro… Que pase buena noche, Sr. Bennett. ―Sí hijo, salúdame a tus padres. Jeffrey, iba casi todos los días a visitar a las señoritas Bennett, de hecho, ya no era raro que llegara por las tardes a visitarlas, pero la duda era ¿cuál de las dos señoritas Bennett, era por quien visitaba esa casa? Si era igual de atento con las dos y hasta podría decirse, que las halagaba de igual manera, así fue educado por su madre, para ser un caballero en toda la extinción de la palabra. Los días continuaba, de hecho, con la que más jugueteaba siempre era con Catalina, ya que siempre llegaba y la hacía enojar, “por así decirlo.” Siempre que llegaba, le hacía ciertas travesuras, como esa tarde. Catalina estaba sentada leyendo un libro, cuando él llegó muy despacio y suavemente le quitó una horquilla de su cabello recogido. ― jajjaajjaaj Te lo robe, plantando un beso en su mejilla. ―¡Ya Jeffrey, regresa mi horquilla, me la regaló papá! ―exclamo tratando de alcanzarlo, pero el estar sentada con el vestido tan ostentoso que traía puesto, le hacía imposible siquiera llegar a él. ―No muñequita, esta vez me la quedaré, anda no te enojes solo estoy jugando. ―dijo al ver que le hacía un puchero y lo fulminaba con la mirada. ―Catalina, se levantó muy molesta y le enseñaba la lengua. ―¡No seas grosera! ―exclamo Jeffrey, al verla con ese carácter demasiado impulsivo―. ¿Qué dirá la sociedad, de una señorita que se comporta de esa manera y que hace esas cosas, como enseñar la lengua? ―Catalina, solo cruza los brazos y lo mira. ―¿Me la vas a devolver? ―¡No, ya te dije que no! ―Solo guardando la horquilla en el bolsillo de su saco. En otra ocasión en misa, se sentó con sus padres dos bancas atrás de la familia Bennett, desde ahí se dedicó a arrojar bolitas de papel, para llamar su atención, cada vez que volteaba se hacía el inocente, como aquel que no había hecho nada. Hasta que el sacerdote le llamó la atención, retándola y mandándola a rezar en la sacristía, cincuenta padres nuestros y cincuentas aves Marías, más de diez veces el credo. Después de eso, solo dedicaba su tiempo a escribirle cartas, con poemas hermosos para disculparse. La fiesta de la presentación de Jeffrey, ya era la siguiente semana, por lo cual las chicas estaban ansiosas, buscando su vestido para esa fiesta, la modista ya les tenía los vestidos completamente arreglados. ―Señorita Catalina, no se mueva, le queda precioso el vestido, jamás he visto una chica que le luciera un vestido de ese color. ―dijo la modista, viendo lo hermosa que se veía. ―¡No Catalina, ese vestido es demasiado escotado!― exclama su madre, al ver que enseñaba demasiada piel. ―Pero mamá, es el último grito de la moda. ― comentaba, en lo que se miraba en el espejo y veía que lucía espectacular. ―Por favor, solo suba un poco el escote―dijo, dirigiéndose a la modista y mirando a Catalina―. No Catalina, sabes qué dirán las señoras si te presentas con ese vestido, van a decir que eres una descarada, si ya de por si con tu comportamiento en la iglesia, dejaste mucho que desear. ―Pero mamá, si se me ve hermoso, mira me luce muy bien. ―Haciendo que la mirara su madre. Catalina con ese vestido, se sentía como toda una mujer; ya que dejaba ver muy bien sus atributos femeninos y uno de esos atributos eran sus senos, que con el corpiño que usaba se le veían deseables. Bianca por su parte, se probaba otro más clásico, igual se moldeaba a su cuerpo, pero era menos escotado. ― Si Bianca, está bien, te queda perfecto, solo acompáñalo con un buque de flores. -Sí, mamá― mirando a su madre como aprobaba su atuendo, ella jamás desobedece lo que su madre decía, desde muy chica siempre fue muy sumisa, pero el hecho de ser adoptada, la hacía ser mucho más dócil. Ya que siempre vivió con el miedo constante, de ser echada por la familia que las habían adoptado―. Señorita tendrá una diadema con flores. ―Sí señorita, en un momento se lo traigo. ―dijo la modista, yendo hasta la vitrina a sacar uno para probárselo. ―Listo quedo preciosa ―dijo la modista observando que Bianca era bonita, pero no tanto como Catalina, que eclipsaba a cualquiera que estuviera a su lado. Ya saliendo de la modista, se encontraron a Jeffrey que iba pasando por ahí y las invitó a comer, entre el cotilleo de la ciudad, todas comentaban que Jeffrey Strohs, estaba completamente enamorado de una de las Bennett. Pero no deducían ¿De quién de las dos Bennett? Aunque después de la misa, había quedado claro quién era la elegida. Las señoritas Bennett, llegaron a su casa, con una Catalina muy enojada y sumamente molesta. ―Su padre, el señor Bennett las vio entrar y notó la molestia de Catalina de inmediato. ―Pero hija ¿Qué te pasa?, ¿Por qué llegas así? ¡Deberías estar feliz! ¿Qué no te gustó el vestido que te hizo la modista? ―pregunto al verla, que venía con un puchero en la boca, que la conocía como la palma de su mano. ―Si papá, lo que pasa es que el vestido me quedó hermoso, con el escote que le hizo la modista, pero mamá dijo que no, ahora no podré lucir como quería. ―dijo abrazando a su papá, que sabía que era el que le cumplía todos sus caprichos. ―Ya mi niña, no estés así, si tu madre dice que es muy escotado, es porque lo es, además tu no necesitas enseñar de más, si así todos los muchachos hacen fila para bailar contigo ¿Para qué quieres ser más el centro de atención? ―pregunto con una sonrisa, que sabía que solo era un capricho, que no encajaba en las normas de la sociedad. ―Papito, eso no es verdad, además si me lo hubieras visto, lo hubieras aprobado. ―dijo hundiendo la cara en el pecho de su padre.  Janes Bennett, que dejaba algunas cajas para que las subieran las doncellas a las habitaciones, escuchó como Catalina trataba de manipular a su padre. ―¡No, sabes que no es así!―exclamo, mirando a su esposo―. Amor, ya sabes ¿Cómo es tu hija de terca? Le dije a la modista, que le subiera un poco el escote, estaba demasiado abajo, sabes cómo se la van a comer las amistades. El señor Bennett, solo toma el mentón de su hija y la mira a los ojos. ―Sí hija, ya quita esa carita, si te vas a ver preciosa con lo que aprobó tu madre. Anda sube con tu hermana a sus habitaciones para que descansen, en lo que yo hablo con su madre. ―Catalina y Bianca, subían a sus habitaciones junto con las doncellas, con todo lo que habían comprado. Ya cuando la pareja mayor, se habían quedado solos comenzaron hablar… ―Querido ¿Te pasa algo? Te noto preocupado. ―pregunto Janes, al ver a su esposo muy pálido. ―Lo estoy Janés, no sé cómo vas a tomar esto, pero prácticamente estamos en la quiebra, si no logras casar a una de las muchachas con Jeffrey, ya con la unión, pedirles que ellos me respalden en los negocios ¿No sé qué vamos hacer? ―Janes, solo se sentó en el sofá con una mano en su boca. ―Pero tú me dijiste que estábamos bien. ―Bueno pues la verdad pensé, que el último negocio que hice dejaría ganancias, pero no fue así, la verdad me fue pésimo y ya solo nos queda lo de la dote de las muchachas, así que te pido que seas cautelosa con las compras. ―dijo sentándose en su sillón, para inclinarse enfrente y tapar su cara con sus manos, por la vergüenza que tenía. ―Si querido, la verdad yo no lo sabía, sino, no hubiera hecho estas compras. ―dijo con pena, tratando de reconfortar a su esposo. ―Bueno, aun no estamos en la pobreza, pero de seguir así, tal vez tenga que hipotecar la casa y cerrar definitivamente la fábrica, eso sería desastroso ya que dejaríamos a una de las muchachas prácticamente sin dote. ―Janes solo suspiro. ―Bien creo que Jeffrey está muy interesado, solo que aún no sé ¿Cuál de las dos es la elegida? Aunque a mi parecer, es de Catalina de quien está enamorado, tendré que apresurar las cosas, para que se le declare después de la fiesta. ―Sí querida, el hecho es que, si no lo está, le voy a pedir determinantemente que se aleje de mis hijas, ya que, si no logramos casarlas con un buen prospecto, el cual logre respaldarme ¿No sé qué vamos hacer? El banco me ha detenido el préstamo que pedí, están esperando que una de nuestras hijas, efectivamente se case con un Strohs para dármelo. ―No te preocupes, yo me encargo de que, en esa fiesta, se decida de una buena vez. ―dijo Janes muy determinante. El sábado se llegó, las muchachas desde muy temprano se estaban arreglando, entre peinados, maquillajes, medias, faldas de tul y vestidos, la algarabía se escuchaba en la habitación de las señoritas Bennett. La hora llegó y él señor Bennett ya las estaba esperando en el vestíbulo. ―Niñas, amor ya se hace tarde, si ya son bellas ¿Que tanto se arreglan? ―pregunto, llamándolas viendo el reloj la hora ya que la fiesta tenía una hora determinada. La primera que bajó fue la señora Bennett, con su vestido en color ocre, plata con su peinado espectacular. ―Querida creo que llevaré a las mujeres más bonitas de la fiesta, pero la más hermosa eres tu mi preciosa esposa. ―dijo el señor Bennett que amaba mucho a Janes, el hecho que cuando él se casó con ella, lo hizo completamente enamorado y hasta la fecha después de más de una década, la miraba con el mismo deseo que cuando eran más jóvenes. ―Muchas gracias, amor. ― Dándole un beso en la boca. Después bajo Bianca, con su vestido azul, con un pequeño escote cuadrado de mangas bombachas y lo acompañaba con chal, además ella jamás le llevaría la contraria a su madre, sobre los escotes muy pronunciados. Por último bajaba Catalina, con un vestido en color verde con café, que acentuaba bastante su cintura, aunque el escote de Catalina, era muchísimo más pronunciado que el de Bianca, ya que mostraba un poco de sus senos y su piel blanca. Su vestido era con un escote en v que, aparte del escote pronunciado mostraba un poco sus hombros, para terminar con unas mangas en mariposa, aun en contra de lo que dijo su madre. ―¡Catalina, en qué quedamos! ―exclamo su madre, mirando el escote que dejaba ver más de lo que debía. ―¡Mamá! La modista lo subió los centímetros que le dijiste, solo que mira ¿Cómo me queda? De eso no tengo la culpa, sabes que cuando estrenó corpiño el busto se me sube más, por lo apretado. ―dijo con cara de inocencia. ―Sí, ya veo, ahora usarás el chal toda la noche ¡Y no me lleves la contraria, si no de verdad que te voy a castigar! ―exclamo, en forma de regaño. ―Ya… Ya querida, vamos que se hace tarde. ―Tratando de calmar su enojo―. Catalina haz caso de lo que te dice tu madre, las señoritas decentes no van por ahí mostrando su piel. ―dijo muy serio al ver a su hija, con tremendo escote que para la época eso era escandaloso. ―Sí papá―contesto sonriendo, por dentro que se había salido con la suya. Continuará. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD