A Gabriel no le importan todas las miradas sobre él mientras se recompone después de su arrebato, tratando con todas sus fuerzas de bloquear el olor para que no entre en su nariz. No tiene intención de quedarse, no tiene intención de pasar mucho tiempo cerca de ese olor. Entra en la habitación de siempre.
—Hoy no me quedaré, los compensaré a todos, pero necesito desahogarme.
Gabriel mira alrededor de la habitación a la congregación habitual. Tres hombres y un sinfín de mujeres apiñadas en la habitación, el aire está cargado de excitación, lo cual es un cambio agradable en comparación al olor de pareja que ha estado destrozando todo su sistema.
—¿Quién de ustedes, malditas p*tas, quiere montar mi p*ne hoy?
Dos de las chicas se levantan emocionadas. Han estado esperando su oportunidad co
