—¡QUÉ CARAJOS! El rugido de Gabriel sacude todo el vigésimo piso, las paredes se sacuden, las estanterías tiemblan. Para las cinco mujeres que están asomándose por la puerta de la otra habitación, el miedo corre por sus sistemas. Tienen miedo. Todas tiemblan mientras observan al hombre con venas palpitantes, ira irradiando mientras destroza toda la habitación. El lavabo se arranca de la unidad de tocador. La pared de estanterías de vidrio está vacía y destrozada en pedazos, fragmentos de vidrio, pedazos de goma con vidrio incrustado, vibrando y dejando pequeñas huellas a través del desorden, el extraño zumbido perdido en el ruido de la destrucción que lo rodea. La cama está volteada. El rugido y gruñido profundo de Gabriel, junto con el estallido del vidrio, la fractura de cerámica, crea

