01. Entrevista

2809 Words
Terminé de hacer mi rutina de ejercicios matutina, son las 5:00 a. m. Estoy sudada y seguro huelo a cebolla. Recojo mi cabello y me meto en el baño. Salgo con una toalla cubriendo mi cuerpo, pero me asusto al ver la figura de un hombre enfrente de mí y, sin pensarlo, le doy una patada en la entrepierna. — ¡AY! —grita el hombre, y reconozco su voz—. ¡Estúpida! —me insulta mientras cae de rodillas, y me arrepiento al ver que es Tailer. «A veces se me olvida que no vivo sola.» —Lo siento —me apresuro a decir—, pero me asustaste —me excuso. Él tiene la culpa por meterse a mi habitación y salir de la nada cuando estaba saliendo del baño. —Tranquila —dice, parándose con dificultad—. Ponte lo que está en la cama rápido que llegaremos tarde. Veo que camina hacia la puerta de manera graciosa por la patada que le di. Aunque se va sin dejarme hablar, miro lo que está en mi cama y arrugo mi nariz. «Odio vestirme formal.» Sin más, busco un conjunto de ropa interior y me visto. Ya con el uniforme puesto, que parece de secretaria o algún trabajo de oficina, me miro en el espejo y tengo que admitir que Tailer tiene buen gusto. Me queda bien la ropa, justo de mi talla, y los colores resaltan mis grises. Escucho la puerta abrirse y entra Tailer con una sonrisa. —Me encanta que te arregles rápido, vamos —dice contento. Me fijo de que está vestido formal igual que yo. Sin ninguna explicación, me agarra del brazo y me saca del apartamento de un jalón con su gran fuerza. Luego, me mete en el ascensor y presiona el botón del estacionamiento. —¿Qué te pasa? —pregunto, confundida por su actitud—. ¡Casi me arrancas el brazo! — Está más raro de lo normal, él es una persona relajada, no histérica. —Lo siento, pero hoy amaneciste más dramática. Ni te jalé tan fuerte —se excusa. La puerta del ascensor se abre y él empieza a caminar mientras yo lo sigo. Veo su auto y entro en el, ya que Tailer también lo hace. Me coloco el cinturón de seguridad y él empieza a manejar. —Te daré una explicación rápida —habla sin mirarme ya que está manejando—. Te conseguí trabajo, tenemos que llegar temprano, es de secretaria —apenas lo dice, una sonrisa se forma en mi cara—, pero te explicaré mejor cuando lleguemos —murmura mientras salimos del estacionamiento. Por lo que veo, nos lleva a su trabajo. Eso me sorprende, pero sonrío como nunca. Estaba estresada y por eso tengo algo de insomnio, aunque siempre tengo un poquito, pero esta vez aumentó en estos últimos días ya que necesito un empleo porque estoy empezando a gastar mis ahorros. Aunque no tenía empleo, seguían habiendo gastos, tanto de la mensualidad del apartamento y la comida, como mis gastos personales. Le doy un beso en la mejilla a Tailer. —Gracias —murmuro sin poder contener la emoción que siento. Él me mira por un segundo para después seguir mirando al frente. En verdad, agradezco la oportunidad que me está dando. —Te lo mereces, me ayudaste mucho cuando yo no tenía trabajo —se nota el entusiasmo en su voz—. Ahora, gracias a ti, trabajo en una gran empresa en Nueva York muy reconocida. Solo sonrío y él sigue manejando. Es cierto lo que dice. Ahora que lo recuerdo, hace más o menos un año él no tenía trabajo y yo era la que pagaba el departamento. Después de un mes, él consiguió trabajo gracias a un formulario que llené por él en internet. Por suerte, les gustó el currículum que les envié y lo llamaron para una entrevista. Después, a la semana, lo contrataron. Gracias a ese empleo, compró el auto último modelo en el que estamos, aunque todavía le faltan dos años para que sea totalmente suyo. Una hora después, llegamos a donde trabaja y es un gran rascacielos. En este momento, le agradezco que no le tema a las alturas. Él estaciona el auto en los estacionamientos subterráneos que tiene este gran edificio. Nos bajamos del auto para después meternos en un ascensor y cuando presiona uno de los botones, el elevador nos deja en lo que creo que es el lobby del edificio. Salimos del ascensor, pero siento la mirada de todos en mí, o tal vez sea mi imaginación. Me lleva a los baños de mujer y entro con él. Me hace una seña y yo me siento en el lavamanos. —Este es el baño de mujeres —le digo, aunque sé que él lo sabe también. —A esta hora casi nadie viene —murmura sacando algo de maquillaje de su maletín—. Además, era este o el de hombres y dudo que quieras meterte ahí —apenas lo dice, me río—. Te voy a maquillar —es una orden en vez de una pregunta—. La primera impresión es la que cuenta y también voy a tratar de hacer milagros con ese cabello. Antes de que te quejes, es necesario para que encajes aquí porque todos tienen que estar presentables —me informa. No me gusta mucho el maquillaje, pero sé que en algunos trabajos es necesario. Él se tarda alrededor de media hora arreglándome. Cuando estoy lista, bajo del lavamanos y me miro en el espejo, ni siquiera sé cómo arreglo la maraña en la que se había convertido mi cabello. —Gracias, me dejaste irreconocible —le digo. Me veo bonita. Es un maquillaje ligero tratando de parecer natural, como me encanta. —Para estar aquí debes lucir elegante y de clase —me río por los gestos que hace mientras habla—. Créeme, son insoportables, pero el salario es genial —solo con ver lo bien que está el baño, me lo creo—. Te entrevistarán para secretaria del jefe y dueño de todo este edificio. Lo dice mirándome serio, como diciendo "no metas la pata". Salimos del baño y una señora se nos queda viendo mal. Yo no le presto atención. Me imagino que era porque Tailer estaba en el baño de mujeres conmigo. Subimos por el ascensor. — Ni modo que nos trepemos como Spider-Man por fuera del edificio y lleguemos aquí —escucho esa vocecita en mi cabeza que siempre me ha molestado desde que soy adolescente. — ¡Cállate! —le ordeno. Llegamos a lo que parece ser una recepción y Tailer me mira. —Escúchame bien, pulga —me habla con el apodo que me puso desde los 15 años. —Hice mucho para que pudieran entrevistarte. Rechacé todas las llamadas para el puesto y también me pudieron haber despedido —chilla de horror al imaginar eso—. Y para rematar, también le pedí el favor al secretario de su segundo al mando para que votara todos los currículos que eran mejores que el tuyo. Puse mi pellejo y el de mi mejor amigo en juego por ti —me hace saber—. Así que, por La Diosa, no lo arruines —murmura, colocando una de sus manos en su rostro, algo nervioso. Se nota a millas que está preocupado. Yo solo lo abrazo porque sé que este trabajo es todo para él, no cualquier trabajo le daría a basto para cubrir todos sus gastos, sobre todo con el nuevo auto y el seguro de ese. —Primero, ¡yo soy tu mejor amiga! —le recuerdo—. Segundo, no lo voy a arruinar. Gracias, idiota, y tranquilo, por tu Diosa, te prometo que no lo voy a arruinar —sonrío para calmarlo un poco. —Solo no abras mucho tu boca —me aconseja y sé perfectamente por qué lo dice—. Ya solo dejamos tres candidatas más para el puesto para que no se viera tan sospechoso esto, pero lo demás está en tus manos —me mira serio, algo poco característico en él. Asiento y después nos sentamos en la sala de espera, o eso creo que es esto. Miro el reloj y apenas son las 7:30. Estoy nerviosa. De la nada, Tailer me da un bolso que estaba adentro de su maletín y me lo entrega. —¿Qué es esto? —pregunto confundida—. ¿De dónde sacaste tanto dinero para comprar la ropa y este bolso de marca? —pregunto alzando una ceja. —Lo compré con mi sueldo —responde—. Ahí está todo lo que necesitas y también compré cuatro conjuntos de ropa, los cuales esta mañana coloqué en tu clóset. Espérame aquí, voy a buscar el desayuno —se levanta y se va por uno de los pasillos. En verdad, me esforzaré al máximo. Él ha gastado, creo que la mitad del sueldo de dos semanas, en la ropa y el bolso. Solo espero que me contraten y no meta la pata en el proceso. Justo después de que él se va, llega una señora como de 40 a 50 años que me mira de arriba a abajo. —¿Usted es una de las que viene a la entrevista de secretaria? —pregunta la señora. —Sí, mucho gusto, Zinerva Smith —digo levantándome de la silla y estiro mi mano para saludarla, pero ella solo me mira mal. La mal educada se va sin decir nada, dejándome sola en la sala de espera otra vez. Se nota de lejos que es una mujer amargada y sin modales. Bufo con fastidio para volverme a sentar. Al rato, escucho unos pasos de tacón. Volteo y veo a una mujer vestida parecida a mí, pero la diferencia es que ella está enseñando sus "atributos". Aunque es vulgar, no puedo negar que es una mujer atractiva con un hermoso cuerpo. —¿Qué me miras? —pregunta de la nada—. La belleza no se pega, cariño —me habla con altanería, demasiado creída. —Lo único que se me puede pegar son las pulgas —respondo como si estuviera en piloto automático. Tengo que aprender a pensar antes de abrir mi boca. Ella se va enojada para después sentarse lejos de mí. Por eso, Tailer dice que no abra mucho la boca, además de que no pienso en lo que digo hasta que ya lo dije y no puedo retractarme porque mi orgullo no me lo permite. No es mentira lo que digo de que está mostrando sus atributos. Solo faltan dos centímetros de tela para enseñar las nalgas. Además, el pobre botón de su camisa parece que en cualquier momento va a reventar. Al rato, llega otra. La miro y si la primera se viste de forma inapropiada, esta le gana por mucho porque incluso puedo ver su ropa interior, ya que la falda es de un color claro y su ropa interior, creo que es oscura porque se nota. Y no hace falta hablar de sus pechos. Solo espero que los botones de su camisa no se revienten y me regale un poco ya que me hacen falta. ¿Me vería bien con los senos operados? Observo mi pecho imaginándolos, pero me dejo de mirar ya que viene una tercera mujer, pero esta parece monja con la falda, aunque se ve agradable. Ella se sienta a mi lado y me mira. Creo que estar un mes sin trabajar me volvió más criticona de lo que ya era, pero en mi defensa es que estoy aburrida y solo lo hago en mi cabeza, no me atrevería a comentar lo que pienso del cuerpo de otra persona, se lo cruel que puede ser y lo mucho que debe herir. —Hola, ¿falta mucho para la entrevista? —dice la tercera mujer, aunque susurra tan bajo que ni siquiera estoy segura de haberla escuchado bien. Yo iba a responder, pero viene la señora que aparenta unos 50 años, la cual vino hace rato y ni me saludó. —Bueno, al ver que están todas, comencemos. Síganme por favor —dice, y todas la seguimos. Después llegamos a una parte del edificio con un estilo más empresarial—. El jefe las está esperando, le diré que están aquí, pero tú lárgate —señala a la chica que llegó de última. —¿Por qué? —susurra ella. —El jefe necesita una secretaria puntual, con seguridad en sí misma y agilidad, pero, niña, no vas a dar la talla —habla con arrogancia. —¿Cómo sabe si va a dar la talla o no? —pregunto indignada—. Eso depende de quien nos haga la entrevista, no de usted, así que no la puede humillar ya que usted solo es una trabajadora, la cual está para servir, no para humillar —me entrometo en la conversación, hablándole fuerte y claro. Ella se va indignada a la oficina que supongo que es del jefe. — Gracias —susurra la chica. Sonrío. No tolero a la gente que se cree superior a los demás, aunque solo espero que por defenderla no me traiga problemas. La señora sale de la oficina y me mira con una sonrisa arrogante. —El jefe las entrevistará inmediatamente. Primero la que llegó de última, después la de camisa celeste —la señala—. Después de esa, la de falda corta n***o y, por último, usted —me señala con rabia—. Esperen las demás aquí, no tardarán mucho con ustedes —ella le hace una señal a la chica tímida y se va con ella a la oficina. Dos horas después, sigo parada en el mismo lugar. Si se iban a tardar tanto, mejor me hubieran dejado en la recepción, ya que ahí al menos había sillas. Me duelen los pies por los tacones nuevos que traigo puestos. Lo único bueno es que a ninguna le dieron el trabajo, ya que les pregunté y me dijeron que, al parecer, el jefe es muy exigente, palabras suyas no mías. La chica tímida me dijo que el jefe no le dará el trabajo de secretaria, pero si quería, había una vacante en el sector de llamadas y ella aceptó. Lo bueno es que en ese sector trabaja Tailer. Veo cómo dos hombres salen de la oficina del jefe de este lugar, pero no esa condenada señora. Lo más extraño es que la última chica salió hace más de veinte minutos. Me duelen los pies, así que me acerco. Uno de ellos, cuando ve que estoy cerca, me da la espalda, es el más alto y de cabello n***o, es lo único que puede ver, pero el otro no, incluso me mira de reojo así que me acerco a él. —Hola, disculpa —saludo para llamar su atención, ya que él está mirando su celular y el otro me acaba de dar la espalda—. Estoy aquí más o menos hace una hora y media para una entrevista y me dijeron que esperara aquí, sin embargo, nadie se digna a aparecer —el fastidio en mi voz es notable. El hombre que está frente a mí es alto y de piel blanco, pero bronceado y es unos centímetros más bajo que su acompañante, el cual aún me sigue dando la espalda. Él iba a responder, pero siento una mano en mi hombro. Volteo y veo a Tailer. —¿Cómo te fue en la entrevista? —pregunta comiendo un cereal en barra o algo así. —¿Quieres saber cómo me fue? —pregunto sarcásticamente—. Te lo voy a decir, cariño —me preparo para desestresarme con él—. Llevo esperando hora y media parada aquí como estúpida. Ya es mi turno —siento rabia apoderarse de mí—. Fui la primera que llegó y esa señora me deja de última. Después, el condenado de tu jefe no me atiende aún cuando me dejó parada ahí —señalo el lugar—. por dos horas con estos tacones. Cuando lo vea, le voy a decir que es un insensible y si es posible hasta de lo que se va a morir —exagero un poco, más no me importa. Tailer sabe que no hablo en serio, pero frunzo el ceño al ver como su cara va perdiendo color. —¿Ya pudiste calmarte? —me pregunta. —Sí, me siento mucho mejor —digo y respiro profundo. —Perfecto, porque el que está detrás de ti es el jefe y dueño del edificio —apenas las palabras salen de su boca, maldigo por lo bajo y quiero que la tierra me trague. «Ya metí la pata»
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