5. “Visita nocturna”

1927 Words
Azul Susy y Annie ladran de felicidad, a la vez de que corren como desesperadas hacia la puerta, Michael se agacha enseguida, apapachándolas y hablándoles tal y como si fuesen un par de bebés. Pongo los ojos en blanco al mismo tiempo en que le subo el volumen al televisor, tratando con ello de ignorar su presencia. Ya se había tomado la molestia de terminarme la noche antes de nuestra boda, por lo que, ni siquiera comprendía por qué continuaba insistiendo en querer seguirme. —¿Vienes a devolver tus llaves? —cuestiono al dedicarme a ver fijamente la pantalla. —Azul, por favor… hablemos —dice al ponerse de pie para caminar en mi dirección, seguido de las enormes perras que no dejan de olfatearlo. Él se sienta en el sofá frente a mí, entrelaza sus dedos sobre sus rodillas mientras busca mi mirada con la suya. —Deja las llaves y vete, no tengo nada de qué hablar contigo. —Han sido trece años juntos, nos conocemos de toda la vida, no podemos echar todo por la borda. Tuerzo una sonrisa de forma sarcástica, a la vez de que lo veo por primera vez. —Si bien recuerdo, fuiste tú quien lo echó todo por la borda —ladeo la cabeza, observándolo con curiosidad—, ¿ya te arrepentiste tan rápido, Michael? —Te amo, te amo con locura, al igual a como lo hago con Susy y Annie, y estos días sin ustedes, me han servido para darme cuenta del terrible error que cometí. Jamás debí de pedirte que nos diéramos un tiempo, nunca debí de irme. Me dedico a morder el interior de mi mejilla, luchando a toda costa para no emocionarme. Carajo, no podía verme débil, no podía darme el lujo de aceptarlo después de lo que me hizo… mierda, ¡me terminó la noche antes de nuestra boda! —¿Tuviste sexo con otra mujer? —¿Q-qué? Lo noto parpadear en repetidas veces, a la vez de que su labio inferior tiembla sin parar. Aquella idea había cruzado por mi cabeza tantas veces, que ahora, sabía que no iba a tener paz hasta que lo confirmara, necesitaba saber si me había sido infiel, ocupaba saber si esa fue la razón por la que me había pedido un tiempo. —Cuando dijiste que querías un tiempo, ¿te habías acostado con otra mujer? ¿ese fue el motivo por el que no quisiste que nos casáramos? Él guarda silencio. Noto la forma en la que aprieta la mandíbula y traga saliva con fuerza, lo que, sin duda alguna, me da la respuesta que estaba esperando. Vuelvo a reír, dedicándome a negar con la cabeza. —¿Cómo fue? ¿fue buena, Michael? ¿te hizo gemir más de lo que yo pude haberlo hecho? ¿te chupó el p**o como toda una profesional? Él continúa sin decir una sola palabra, mantiene su ceño fruncido y sus manos apretadas sobre sus rodillas, no había nada que pudiera decir, el muy maldito me había sido infiel, algo que nunca pasó por mi mente. Sí, me acosté con Alek, ese hermoso ruso que me hizo sentir que llegaba al cielo, pero, lo hice después de que él terminó conmigo. —Wow, así que sí me fuiste infiel —chasqueo la lengua, dedicándome a negar con la cabeza—. Soy el amor de tu vida, eso dices —acaricio mi cuello, mientras hago una mueca—, pero supongo que lo soy solo aquí, en Suiza, si salimos del país, me tocará esperar a que me pongas el cuerno con cualquier extranjera atractiva, que se cruce por tu camino. —Azul, por favor… —Por favor, nada. Me fuiste infiel, Michael, unas noches antes de casarnos. Sin que pueda evitarlo, las lágrimas comienzan a mojar mis mejillas, lágrimas cargadas de rabia, lágrimas llenas de decepción, al haber sido traicionada por el hombre en el cual confié desde que éramos niños. —No llores, por favor —me pide. Me sentía tan tonta, j***r, si fingía que todo estaba bien, pero no lo estaba, nada estaba bien con mi vida, mentiría si decía que no amaba a Michael, pues aún lo hacía, una persona no se deja de amar de la noche a la mañana, más cuando había pasado casi toda mi vida enamorada de él. —Azul, por favor… perdóname —me pide al inclinarse frente a mí, para quedar a mi altura—, soy de lo peor, te lastimé, y no imaginas cuánto me arrepiento de haberlo hecho —él se dedica a limpiar mis lágrimas, a la vez de que me mira de aquella forma en la que siempre me ha hecho sentir especial—. Por favor, perdóname, sé que aún puede haber alguna esperanza entre nosotros. Aún podemos ser felices, nos casamos cuando tú quieras y donde tú digas, si quieres, compro un par de boletos y viajamos ahora mismo a París o Las Vegas, yo voy donde tú me digas. —No. Niego enseguida, a la vez de que quito sus manos de mi rostro. —No puedo volver contigo, no aún —me levanto, y me alejo de él, armándome de valor para poder sacarlo de mi departamento—. No sé si pueda llegar a volver contigo, Michael, así que, por favor, deja tus llaves y vete. Michael permanece ahí, viéndome con notable tristeza por largos segundos, hasta que al final, tan solo acaricia las cabezas de las perras para dejar las llaves y salir de la casa. Apenas y la puerta se cierra tras de él, me tiro en el sofá, comenzando a llorar como una completa idiota. Duele, duele hasta los huesos el saber que la persona en la cual confié durante casi toda mi vida, me había traicionado. ¿Cómo podría confiar en su palabra cuando en un abrir y cerrar de ojos se había metido en la cama de alguien más? Fácil, no podía. Michael había acabado con toda aquella linda relación, en un abrir y cerrar de ojos. Cubro mi rostro con ambas manos sin dejar de llorar, comenzando a sentirme tan verdaderamente tonta al haberme acostado con un completo desconocido al sentirme despechada. Mierda, yo no era así, se supone que Azul Weber tan solo es una chica hogareña y enamorada de una sola persona. (…) —Ay, carajo, creo que debí de quedarme anoche. Es lo primero que Celeste dice al subir a mi pequeño auto, cuando paso por ella a la casa de nuestros padres. Tuerzo una sonrisa, a la vez de que acomodo mis gafas oscuras en el puente de mi nariz. Aprieto el volante con fuerza para luego comenzar a conducir hacia la fábrica. —Ya, cuéntame, ¿Qué pasó? Porque tienes una cara a mierda en medio sol, que es capaz de asustar a cualquiera. —¿Y cómo sería eso? —Tiesa, alargada… ¿Qué sé yo? Me echo a reír, a la vez de que bajo la cabeza y niego. Celeste era increíble, solía salir con cada estupidez, con las que era capaz de levantarle el ánimo a cualquiera, sin que ella se esforzara siquiera. Mi hermana menor era sin duda alguna, el tipo de persona que solo le hizo falta nacer con una nariz de payaso pegada. Torpe, carismática, simpática… aquellas características eran las que solían enamorar a todos a su alrededor, probablemente, era lo que la había ayudado a que el señor Boris le tuviera tanta paciencia en la fábrica, porque honestamente, pensaba que cualquier persona ya la hubiese despedido, dada a las “tortas” que solía realizar casi que a diario. —¡Ya! Cuéntame, ¿Por qué has estado llorando? —¿Cómo sabes que he estado llorando? —¿No es obvio? —señala la ojiazul, al mover una mano cerca de mis lentes oscuros—, traes gafas de sol en un día nublado, así que, suelta la sopa. —No es nada —me encojo de hombros, tratando de restarle importancia—, es solo que, creo que en serio lo mío con Michael ya ha terminado de verdad. —¡¿Qué?! —grita mi hermana horrorizada al golpear su frente con la palma de su mano de forma dramática—, ¿acaso aún tenías alguna esperanza de volver con ese patán? ¿Qué no te acuerdas que te ha terminado una noche antes de tu anhelada boda? ¡En serio has enloquecido, Azul! Pongo los ojos en blanco al ver el nivel de drama por parte de mi hermana, a la vez de que hago una mueca. Carajo, a quien iba a engañar, aún me sentía enamorada de Michael, y sí, aún guardaba una pequeña esperanza de volver a su lado, tal vez después de castigarlo un tiempo, ¡qué sé yo! Anoche me había dicho que me amaba y sí, le creía, se había equivocado, yo también lo había hecho al acostarme con ese ruso con tan solo unas horas de haberlo conocido, pero, después de todo, Michael y yo prácticamente habíamos estado uno junto al otro desde que nacimos. —Azul, dime por favor que no lo estás reconsiderando —insiste mi hermana al estirar una mano para apretar mi rodilla. —¡No lo sé! ¿Sí? No sé qué es lo que quiero ahora. Niego con la cabeza, mientras inflo los cachetes y suelto con gran lentitud todo el aire contenido. Chasqueo la lengua, a la vez de que trato de averiguar qué era lo que verdaderamente quería en mi vida. Mi cabeza era una maraña completa de confusiones, las cuales debía de aclarar pronto, porque de lo contrario, terminaría loca. —Sí, definitivamente debo de quedarme contigo un tiempo antes de que acabes haciendo una locura. —No, tú estás castigada —le recuerdo al estacionarme cerca de la entrada de la fábrica—, después de la semejante idiotez que hiciste al gritar a los cuatro vientos que Michael me había terminado, no te quedarás conmigo. —¡Vamos, Azul! Mi hermana pequeña hace un ridículo puchero mientras se cruza de brazos y se hunde en su asiento, haciéndome recordar en ese instante, a aquella pequeña niña que hacía rabietas para que le prestara mis muñecas. —Ya he dicho que no. —Es aburrido estar con mamá y papá, ambos se la pasan discutiendo. —No es mi problema, ponte a conseguir un empleo en tu área y múdate a tu propio departamento. —Eres la peor hermana mayor de todo el mundo. —Deja de hacer estupideces y reconsideraré tenerte en mi departamento un tiempo —le guiño un ojo y bajo del auto, haciéndole un gesto con mi cabeza—. Vamos, pequeña, es hora de trabajar. —Sí señora —dice ella al llevar una mano hasta su frente, realizando un ridículo saludo militar—. ¿Ya te he dicho hoy que eres la mejor hermana del mundo? —Acabas de decir que soy la peor. —¿Cómo? Yo jamás podría decir algo tan horrible como eso. La empujo con mi hombro mientras entramos por las enormes puertas de la fábrica, a la vez de que saludo a unos cuantos obreros que levantan sus manos y sonríen. —No importa lo que digas, no vas a quedarte hoy conmigo, ahora ve a tu puesto de trabajo y esta vez, hazlo bien —le advierto al golpear la punta de su nariz para luego comenzar a caminar hacia mi oficina.
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