Con la mirada fija en una copa del vino que ha mantenido meciendo para disfrutar de su olor, sin la intención desenfrenada de beberse esa y tal vez toda la reserva existente en Mónaco, está Rachel, sentada a mitad de un hermoso bar, donde todo el ruido ha desaparecido para ella, donde sin importar cuántas personas pasen a su alrededor, cuanto vibren las copas, cuanto vuele su cabello con el fuerte viento, ella solo está allí, pensando en todo lo que alguna vez pensó que pasaría con Samuel, sus risas, sus sanas de una gran vida juntos, todo si sobrevivía a su hermano, y no hablamos precisamente del abogado. Cuando su teléfono suena. ─¿Dónde estás? ─se refleja el mensaje en la pantalla, es su padre. Pese a ver la pantalla y saber que su padre intenta saber su ubicación, ella decide ignorar

