Capítulo 2

2454 Words
Gael la lleva de vuelta su oficina. En esta oportunidad entran, aunque no hace falta eso para notar los detalles del interior, ya que las paredes son de vidrio. De todas maneras, se toma su tiempo observando el espacio pequeño, pero amplio, con su gran ventanal que permite luminosidad en el lugar y las paredes pintadas de blanco. Hay un escritorio vacío en medio del lugar y una repisa que pronto llenara con carpetas y talvez algunas fotos de ella con Diana, su único familiar agradable. Gira sobre sí misma y vuelve la atención a Gael, para agradecerle por el tour y decirle que ya puede irse. Lo pilla con la mirada baja, sus ojos a la altura de sus caderas, unos segundos después entiende donde es que estuvo su mirada. Y ante eso, su rostro comienza a despertar, el rojo le sube por el cuello y estalla en su rostro, frente, mejillas, mentón, escote; nada queda de su piel tersa. El color arrastra consigo el alza de temperatura que le pone las palmas pegajosas y la hace tirarse del cuello de la blusa para que el aire frío refresque su cuerpo. No puede ser. ¡Le estaba mirando el culo! Qué vergüenza más grande. ¿Se habrá dado cuenta ya de que no tiene nada? Ojalá no, al menos así continua la mínima posibilidad de que Gael se interese en ella. No es que el físico lo sea todo, pero si es lo suficientemente importarte para llamar la atención de alguien por primera vez, luego viene lo psicológico y ese es más su fuerte, así que tan solo tiene que encantarle un poco a Gael y el resto será historia. Oh, como le encantaría que las cosas fueran así de fáciles, cuando en realidad conseguir la atención de alguien siempre ha sido una tarea ardua y mantenerla, mucho más difícil. Gael carraspea. Reenfoca la mirada en su colega e intenta descifrar aquella expresión en su rostro, pero no hay ninguna emoción que pueda asociar a ella y prefiere dedicarse a otras cosas, como organizar su lugar y ponerse a trabajar. —Me alegra haberme encontrado contigo. Es bueno partir un nuevo trabajo con amigos, cualquier cosa que necesites no dudes en preguntarme— termina con un guiño que por poco la derrite. Katia lo ve cruzar el pasillo y meterse en su oficina. Mantiene la mirada fija en su trasero, luego en cómo se flexionan sus hombros y brazos cuando se quita la gabardina, en la camisa de polo que le marca los músculos. Se relame los labios y es ahí cuando nota lo mucho que ha estado babeando, quien sabe por cuánto tiempo. Se limpia la baba con el dorso de la mano y levanta la mirada del cuerpo de Gael, tan solo para encontrarse con sus ojos y lo que es, en definitiva, arrogancia y seguridad. Seguridad de que ella lo ha estado observando todo este tiempo y que ya está loca por él. Su rostro, que estaba recuperando un color natural, vuelve a colorarse y el ardor la traspasa la punta de las orejas y llega hasta su cuero cabelludo. Esta no es la impresión de la que estaba hablando, y que Gael sepa lo mucho que le atrae su físico no es algo bueno. Para los hombres, saber que le gustas tiene el efecto contrario en ellos, te ven como algo fácil, por ende, poco interesante. Eso es precisamente lo que Katia no quiere que Gael piense de ella, pero bueno, ya tendrá tiempo para cambiar eso. * A la hora de almuerzo su estómago ya está listo para devorarlo todo. El desayuno ligero no es una buena idea cuando pasas tanto tiempo sin comer, tal vez se traerá una colación para mañana, así no se sentirá a punto de desfallecer cuando sean las una. Con lonchera en mano y la otra tamborileando sobre su pierna, busca una mesa vacía en la que pueda ubicarse y comer tranquila. En silencio agradece haber traído una ensalada de almuerzo, de esa manera no tiene que esperar a calentar nada y puede ir directo a comer. Saca el celular y busca el último libro que la tiene atrapada. Va leyendo línea tras línea, acompañando cada una con bocado. Se encuentra atrapada entre la pared y el pecho absurdamente musculoso del protagonista, cuando el sonido del metal contra metal, la devuelve de manera abrupta a la realidad. —¿No te molesta que me siente? Pestañea y enfoca la mirada en la chica frente a ella. Acorde con su voz ronca, sus facciones son lejos de suave, algunas arrugas en su frente, una mandíbula fuerte y labios finos. —No, adelante— señala el asiento vacío con el tenedor. —Grace— se presenta la desconocida, estirando su mano. Katia la toma sin dudarlo, su mano es grande, es un agrado dan un apretón de mano tan firme, lleno de confianza. —¿Eres nueva? Traga a penas una zanahoria para poder responder. —Llegué hoy. —¿Ya conoces todo el edificio? — abre su pote, dejando que un delicioso aroma a carne y especias inunde sus fosas nasales y vuelva poco apetitosa su ensalada. —Sí, Gael me lo mostro. Se muerde el labio al pensar en sus palabras, por alguna razón en su mente eso suena muy sucio. Ya desea ella que le muestre cosas, partiría con lo que hay debajo de su polera y después lo que hay debajo de eso. En dirección al sur, cerca de sus oblicuos. No. No puede pensar en ese tipo de cosas ahora, ni nunca, si es que quiere ser una persona decente. —Uy, entonces ya conoces a la exquisitez del edificio y probablemente de todo WhiteEditorials. Katia clava los dientes en su labio con más fuerza, pero cuando siente la tentación de sonreír y dejar a la vista lo mucho que secunda ese pensamiento, decide meterse un bocado de vegetales a la boca. —Tomare eso como un sí. No te preocupes, todos tiene la misma reacción, incluso Zarifah, solo que ella lo disimula mejor. Katia asiente, desvía la mirada a su celular, donde las letras todavía completan la pantalla y la llaman a seguir leyendo. Pero decide apagarlo para darle toda su atención a la mujer. —¿Tú lo conoces? —Sí y no. Todos aquí lo conocen, es difícil no notarlo, pero nunca he interactuado con él— termina con un puchero. Lleva el tenedor a su boca y mastica con entusiasmo. Saca su celular, revisa algo y luego lo deja boca abajo. Pincha algunos trozos de carne y después me mira. —¿De dónde eres? —Miami. —Aja, pero, ¿antes de eso? —Oh, tengo descendencia rusa, pero no hablo el idioma y nunca he estado allá. —¡Lo sabía! Y no es de prejuiciosa, he viajado mucho y soy buena con los rostros, tienes cara de rusa. Hace una mueca, entre incomoda por lo que asumió y aún más incómoda por no saber que responderle. —¿A qué lados has ido? —Rusia— se mete el tenedor a la boca y entorna los ojos mientras piensa —, casi toda Europa, algo de América Latina y fui a Egipto este verano— termina con una sonrisa orgullosa. —Wou, eso son… demasiado viajes. —Es por mis papás, no somos ricos ni nada así, pero ellos amaaan viajar— rueda los ojos de una manera que le hace sospechar que su edad es menor a lo que aparenta —, y bueno yo siempre me cuelo en sus viajes. Es un poco difícil imaginar algo así, pues su madre si podía, no la lleva ni a la esquina. Nunca entendió si es que simplemente prefería pasar tiempo solo con su hermano, Connor o si es que se avergonzaba de ella. Con su aspecto a los cinco años, entiende que su madre no haya querido sacar a ningún lado, ni ella misma se llevaría a pasear, más que nada para ahorrarle la vergüenza a su yo del futuro. ¿Esas fotos en los cumpleaños de amigos? Ugh, hasta Katia tiene pesadillas con ellas. —Suena divertido. —Lo es— asiente con entusiasmo —, Cuéntame, ¿qué te trae por aquí? —Soy recursos humanos— le informa con la cabeza casi metida en su pote. Grace se atora, comienza a toser, haciendo un escándalo y captando lo atención de todos los presentes en el casino. Katia le ofrece de su agua, la mujer toma sin pudor, acabándosela casi toda y después le devuelve la botella. —Deberías haber partido por ahí. Así que, ¿la compañera de Gael? — agita sus cejas en ondas coquetas —¿Cómo es eso? Katia abre la boca para dar una respuesta aburrida y convencional, pero la cierra antes de que eso suceda. Esta es su oportunidad para salir un poco de su zona de confort, ser esa chica atrevida que reserva tan solo para Diana, su prima. Inspira profundo, toma algo de agua para humedecer sus labios y después planta una sonrisa en sus labios. —Una delicia, la vista es… uf. Me encanta que las paredes sean de vidrio. Grace hace un sonido de aprobación con comida en sus mejillas. —La chica nueva me está acosando, tendré que informarle a recursos humanos sobre eso— dice una voz ronca a sus espaldas. Su cuerpo se convierte en piedra. A Gael le resulta fácil notar como sus hombros se tensan, se yergue en el asiento y su espalda está tan recta como un palo. Después deja caer la cabeza, rendida, y murmura algo para sí misma que no alcanza a entender. Es una pena, le encantaría saber que tiene que decir Katia, sobre todo ahora que ha descubierto que detrás de su personalidad tímida, existe algo más. —Estábamos hablando de la vista al río— intenta arreglarla la chica que sentada frente a Katia. El bufido sardónico de su compañera arruina las intenciones de la tipa. Es obvio que no estaban hablando de eso, sino de él. No es por ser egocéntrico, es que es lo más obvio siendo que él es la única otra cosa que puede ver desde su oficina y que se pasó buena parte de la mañana enviándole miraditas para nada disimuladas que dejaron bien claro cómo se siente sobre él. —¿Te gustó? — pregunta al tiempo que se sienta a su lado. Desde aquí puede ver las mejillas sonrojadas de Katia, el sol que le pega en el rostro, ahora cubierto por el cabello castaño se refleja en esos hilos dorados que no alcanzan a ser rubios, pero tampoco cafés. —¿Qué? No, no— niega frenética. —¿No te gustó el río? — inquiere con una ceja alzada. Katia gira el rostro hacia él, ahora el sol da justo a sus ojos, mostrándole una pequeña peca marrón que no pudo ver en la mañana. —El río— dice pensativa —. Oh, sí, sí, el río es muy lindo— asiente efusiva, sus mejillas cada vez más rojas, —¿Y qué te gusta del río exactamente? ¿Su fuerza? ¿Grosor? ¿El color? Se da cuenta de que está jugando con ella antes de que pueda darle una respuesta, lo que es una pena, porque le encantaría saber que le interesa de él. Lo más probable es que sea algo físico, una más de sus colegas que babea por él. No hay nada de malo con eso, para algo tiene tan trabajado su cuerpo, está ahí para que otras lo disfruten y él se aproveche de las conveniencias que vienen con tener un buen físico. Atrapa el labio inferior con sus dientes, atrayendo los ojos de Katia a su boca de inmediato. Sip, esta niña está loca por él, no hace falta ni preguntarle para estar cien por ciento seguro. Deja que la sonrisa se expanda en su rostro y después se acerca un poco a ella, tan solo para testear el terreno, para provocarla y ver que más hace. Pero se lleva una decepción cuando la única reacción de Katia es sonrojarse aún más y después bajar la mirada a su plato. Esperaba un poco más de emoción, de ese tono coqueto y seguro que escucho en ella cuando le hablaba a la otra chica. —Bueno, tengo un reporte que ir a llenar— da un golpe suave contra la mesa y se pone de pie —. Nunca pensé que tendría que hacer una ficha de acoso laboral— le guiña el ojo a Katia, quien pasa de ser un tomate a un fantasma en segundos. —Espera— lo toma del brazo o al menos lo intenta, pues sus manos son demasiados pequeñas para darle la vuelta —, no hablas en serio, ¿cierto? La angustia en su voz lo debilita. Esos ojos de cachorro hacen que le tiemblen las piernas y que piense dos veces antes de hablar, un poder que ninguna mujer había tenido sobre él. Es su personalidad asustadiza y débil, debe ser eso lo que lo hace actuar tan raro. —Es broma— dice con obviedad —. Estoy acostumbrado a que las mujeres se derritan por mí, si tuviera que llenar una ficha por cada asalto que me han hecho las bellezas de esta oficina — le guiña un ojo a Grace — tendría demasiado trabajo. Katia enmudece y Gael le regala un guiño a ella antes de partir a su oficina. Se encierra en papeleo, para así poder mantenerse ocupado y evitar hacer algo con las miradas que su colega sigue dándole desde el otro lado del pasillo. Es tan poco obvia; la manera en que se lo devora con los ojos, que por un segundo sopesa la idea de que lo está haciendo apropósito, como un incentivo para que actúe y lleve su relación profesional a otro nivel. Pero en el momento en que intenta devolver una de sus miradas lascivas, Katia se encoje en su silla, roja hasta el pelo y se esconde tras una carpeta. Así que no, ella no está intentando seducirlo, simplemente es muy mala disimulando y terrible combinando ropa. Ambas cosas las descubre en el plazo de una semana. La Katia del primer día que usa faltas y blusas trasparentes, desaparece, al igual que lengua, ya que en ningún momento ha dado señales de intentar hablar con él. Ahora al carácter taciturno le acompañan pantalones de campana que no le quedan bien, pero moldean mejor su trasero que aquella falda. Sí, definitivamente se ve mejor en pantalones.
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