De la nada, como si el universo hubiera decidido darme un pequeño respiro, apareció Bianca. Me levanté del sillón como si me hubieran inyectado vida, y fui directamente a sus brazos. Me aferré a ella con desesperación, como si fuera mi salvavidas en medio de un naufragio emocional. —Gracias a Dios que estás aquiiii —le susurré al oído, sintiendo cómo mis ojos se humedecían otra vez—. Sácame de este enredo… luego te explico todo. Ella asintió, acariciándome la espalda con suavidad, y luego se dirigió al grupo con esa energía suya que siempre imponía presencia. —Hola, soy Bianca. Ya muchos me conocen… y otros no. Los murmullos se esparcieron como humo entre los presentes. Algunos la saludaron con educación, otros con sorpresa. Pero cuando su mirada se cruzó con la de Uriel, todo cambió.

