Giovanni sonrió con ironía amarga mientras recogía el control del reproductor que había caído al suelo durante el altercado. Lo sostuvo un momento entre los dedos, como si dudara. Luego le subió el volumen a la música… no demasiado, solo lo justo para que acompañara el instante extraño, intenso, casi irreal que estaban viviendo. La melodía era suave, un jazz nostálgico que llenó la habitación como humo. Salamandra con sus labios hinchados, rojos, todavía palpitando del beso brutal que Giovanni le había robado. Se giró hacia él con los ojos encendidos, dolida… y hermosa. Mientras el tranquilamente se servía una copa. —¿Por qué me haces esto? —le dijo con voz baja, rota, pero firme—. Ni siquiera me conoces. Hay muchas chicas en el bar… todas te mirarían como si fueras un dios. —Exacto —

