*EDDY*
Caigo exhausto y extasiado en la cama. Tengo la respiración acelerada y me río de mí mismo, pues cada vez voy a por más. Azoto el trasero de una de las mujeres y hago que le duela su blanca y firme piel. “Ya es hora de que se vistan y se vayan”. No sé ni cómo se llaman, la verdad, pero tampoco me importa. Me levanto de la cama aún desnudo y ambas me miran esperando algo más de mí. ¿Acaso no se dan cuenta de que ya no me sirven?
—Ya es hora de que se larguen. Salgan de una en una, no quiero que levanten sospechas. —una de ellas me mira y, algo confusa, replica:
—Pero ¿así, sin más? Pensé que podríamos ir algún lado…
—¿Qué? He dicho que se larguen, acaso son sordas.
—Prometiste que luego nos llevarías a cenar. —mientras me sirvo una copa, suelto una carcajada de forma burlona.
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