Por motivos religiosos

Sophie ¡Por las llagas y los clavos de Cristo! Moriré siendo comida por los lobos o animales salvajes en este lugar. Eso si descontamos la deshidratación o la futura demencia, fruto del calor, en la que caeré. Sé que no debí bajarme del autobús, pero es que en verdad quería utilizar el sanitario. ¿Cómo iba a saber que decidirían irse sin contar a las personas? Seguro se darían cuenta, es decir, era alguien que interactuaba bastante con todos. Pero aún así tardarían y yo mientras debería sobrevivir. ¿Pero cómo? Podría pedir un aventón, eso me ayudaría a alcanzarlos. Pero ¿Y si me encontraba con un asesino? Oh señor ¿Qué puedo hacer? Los animales no tendrían mucho para alimentarse de mi, quizás debí comer mejor, para darles un festín y no buscaran a otras personas perdidas. Pero ¿Y si era un asesino? Bueno no debía temer, Dios me acompañaría en mi camino. ¡Muy bien Sophie céntrate! En este momento debemos conseguir que alguien nos lleve. Y aunque no pasara ningún auto, no debes perder la fe, ni sucumbir al miedo. Estas son solo pruebas que debes afrontar. Eso me repetía una y otra vez, para darme valor en estos momentos. Llevaba mucho tiempo caminando por este pequeño camino de tierra en medio del bosque. No sabia hacia donde me dirigía, pero talvez terminara en un pueblo y podrían ayudarme. No estaba acostumbrada a ser muy obediente, eso seria algo a corregir, o eso intentaba que haga la hermana Isabel. Incluso hoy, cuando nos detuvimos para poder ir a los sanitarios, estos estaban llenos y tuve que alejarme un poco, adentrándome en el bosque. Puede ser que me haya alejado más de lo que creí y ahora estaba perdida, hambrienta, con mucho calor y miedo. Sabia que no debía temer, que esto sucedía por algo. Otra de las hermanas, aunque ahora no recordaba cual, me había dicho que Dios tiene un plan para todos y quizás este es el mío. Perderme en un tenebroso bosque a merced de lo que sea que allí se esconda. ¡Bravo Sophie, ahí vas otra vez! Había veces que me preguntaba ¿Cómo podía seguir este camino, cuando no dejaba de dudar? Llevaba ya cinco meses como postulante en el convento Sagrado corazón. Y aunque al principio sentí que ese era mi destino, ahora había algo que me hacia sentir insegura. Las otras postulantes decían que mi imprudente carácter, era lo que me hacia diferente al resto y que quizás por eso, al verme diferente a ellas, comenzaba a dudar. La realidad es que ellas eran muy serias y debían relajarse un poco. Bueno, aunque si fuera como ellas, ahora mismo no estaría caminando en el medio de la nada, sino que estaría cómodamente sentada en el autobús. Pero para mi mala suerte , había decidido alejarme un poco. No dejaba de caminar, debía llegar a un pueblo antes del anochecer, de lo contrario si estaría en problemas. -Por favor Señor, ayúdame a llegar a un lugar seguro. -exclamé, confiando que me ayudaría a estar a salvo. Si salía de esta prometía no volverme a alejar de mi congregación durante un viaje nuevamente. Seria obediente y por mucho que tardáramos no me volvería a levantar del asiento. Mientras el tiempo pasaba me sentía más y más cansada, ya mis piernas y mis pies dolían, tenia mucha sed y seguía sin ver nada más que arboles y tierra. -Señor ¿Es que acaso bebí del Santo Grial para tener que pasar por esto? Te aseguro que si lo hice no me di cuenta, pero me disculpo contigo. Estaba a nada de comenzar a gritar, pero comencé a orar, mientras seguía caminando. Todo estaría bien, todo estaría bien, todo estaría bien, rogaba que así fuera. Iba perdida en la oración cuando a lo lejos se escucho un animal, di un respingo, decidida a apresurar mis pasos y repetir con más fuerza la oración dentro de mi. -Nunca más Sophie Joy Ikins, volverás a ofrecerte de voluntaria. Puedes ayudar desde el convento.-no era la primera vez que me regañaba a mi misma en voz alta, tampoco seria la última. Pero esto hacia que muchos creyeran que estaba loca, pero no lo estaba. Soy alguien completamente cuerda, pero con muy mala suerte. Aún recuerdo mi primer semana en el convento, si no me expulsaron cuando incendie la cocina, no creo que vayan a hacerlo solo por extraviarme. Aunque esa vez fue culpa de la hermana Socorro, quien no me escucho cuando le advertí que en mi vida había cocinado ni un huevo hervido. No es que hice un gran incendio, pero uno de los repasadores se incendio y presa del pánico comencé a sacudirlo hacia los lados, incendiando también la cortina y el mantel, antes de que acudieran a mi rescate. Lo bueno es que desde ese día he mejorado un poco, aunque nunca me dejan sola en la cocina, una de las otras postulantes siempre me acompaña. No creo que haya sido para tanto, incluso la madre superiora se molesto cuando intente excusarme diciéndole ‘errar es humano, perdonar es divino’. Fueron dos días de largo ayuno que me enseñaron a no acercar trapos a la estufa. Me aleje de los malos recuerdos cuando escuche el motor de un auto acercarse. -¡Alabado seas Señor! Nunca deja de sorprenderme tu misericordia.- el gozo que me provoco ver la camioneta negra acercarse, era inexplicable. Empecé a hacer señas para que se detuviera, oraba para que no sea ni un asesino o un degenerado, pero confiaba que quien este dentro del vehículo, debía aparecer en mi camino. Cuando se detuvo y lo vi, comencé a creer que esta seria la mayor prueba que me habrían podido poner. Solo podía pensar en un versículo en este momento. ‘Estén alerta y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil’.