Los días habían pasado y cada minuto sin su padre la estaba enloqueciendo, sentía que de alguna manera solo lo tenía a él cuando todo con Serkan se fue a la mierda, por lo que ahora se sentía sola, estaba sumida casi que en una depresión en la que su vida se había resumido solo a atender problemas escuchar las quejas de Niccolo y a lidiar con las estupideces del turco que mandaba cada vez más barcos buscando provocarla y que fuera a Turquí a reclamarle.
Todo estaba mal, la comida no le pasaba por la garganta, el vino le sabia amargo y el wiski era ahora su mejor compañero, era como si toda su vida hubiese dado un giro de 180 grados en los que estaba limitada por la tristeza y la soledad, una que la consume y que la llevaba poco a poco al peor de los abismos. Alexandra no lo decía, pero se
