Savina Tuve que haber sabido que sería un mal día desde el momento en que abrí los ojos. El reloj despertador, ese maldito dispositivo al que me había acostumbrado a confiar cada mañana, se había quedado en silencio. Ese que ponía meticulosamente a las seis en punto, como un ritual que me aseguraba tiempo para prepararme, para organizarme, para llegar tranquila a la oficina… hoy no sonó. Nada. Un vacío total de sonido que me dejó atrapada en la confusión de la madrugada. Y no tenía nada que ver con la noche anterior. Massimo solo me dejó cuando caí rendida en la cama, agotada y emocionalmente drenada. Había sido una noche… intensa, una de esas en las que el cuerpo no entiende de descansos. Pero no podía culparlo por mi caos matutino. Con rapidez, me levanté de la cama, mirando el r

