Un Problema Real

Mis pulmones queman, mis pies duelen, mi cabello se enreda en mi rostro una y otra vez, mis ojos arden por el sudor, pero no me detendré. Si me atrevo a detenerme, es posible que me regresen a ese maldito lugar y no pienso regresar de nuevo. El doctor Luca pensé que era una buena persona y ha intentado abusar de mí después de todo, creí que podria confiar el el y resulta que es desgraciado, Lara quiere asesinarme, y ese viejo infeliz no se saldrá con la suya, mi vida me pertenece y nada ni nadie me va a obligar a casarme con un tirano que al parecer es pero que toda esa familia de locos juntos. ¡Mierda! Antes de poder llegar al tren, un auto n***o, con varias personas armadas en él, la han arrollado. Sale volando por los aires a una altura de dos metros, quedando inconsciente, tendida en el suelo. Varios hombres de traje bajan del auto que la acaba de arrollar, van en dirección a ella sacando sus armas y uno de ellos unas esposas. Algo consciente, ella trata de levantarse, pero cae de nuevo por el inmenso dolor en su cuerpo. Los hombres se acercan cada vez más, están por tomarla en brazos cuando, un hombre vestido de n***o, con su cara cubierta y guantes, interviene con sus paralizadores y varios hombres más, quienes abren fuego mientras aquel hombre de n***o la tomó en brazos y se la lleva. EL COMIENZO. Estar sentada frente al féretro de mi abuela es probablemente la única vez en mi vida en la que he permanecido tanto tiempo quieta. Se fue y jamás quiso hablarme de mis padres, diría que fue mi madre, pero no lo fue y realmente creo que jamás intentó serlo. Jamás salí de la casa sin ella, jamás hablé con nadie que no fuera ella o mis maestros, jamás pude hacer amistad con nadie gracias a ella y su exagerada manía de protegerme de todo y de todos. Era demasiado exigente, me presionaba por todo, todo el tiempo, y ahora qué no está... Era cruel conmigo desde que puedo recordar, mis antiguos profesores caminan murmurando de un lado al otro sobre lo buena persona que era y la verdad es que yo jamás pude ver eso, ni siquiera el día de su muerte. Miro mis manos mientras todos me miran, mientras se hacen oraciones. Es la primera vez en la vida que la casa tiene la puerta totalmente abierta, es tanta la luz que entra que me obliga a bajar la mirada, muchos creerán que es por sumisión, cuando la realidad es que es por la luz. Se me acerca quién fue mi maestra de idiomas muy atenta y con ese olor a vainilla como siempre. —Te acompañaremos al entierro, tu abuela no hubiese querido que estés sola —susurra para no incomodar mirando a los costados con discreción. —Claro. Me alejo sutilmente antes de que empiece a decirme lo triste que debo estar o lo mucho que sufriré sin ella. Todos se preparan con sus rostros más tristes que jamás he visto, es como una obra de teatro en la que mi puerta es el telón. Entran los de la funeraria, todos como agradecidos de que todo termine de una vez, se alistan para salir tras el ataúd, como una especie de ritual. Jamás he ido a uno, pero algo escuché de los invitados a este lúgubre evento, así que tomo mi bolso y cuando volteó tropiezo con un caballero que jamás he visto. Eso es muy raro, ya que vivo en un pueblo muy pequeño, muy alejado del mundo, todos aquí son ancianos y él, está en un punto medio, muy viejo para mí, no lo suficiente para ellos. —Buenas tardes, mi nombre James Soler, soy abogado de su abuela, y me gustaría hablar con usted en privado —dice estirando su mano con una tarjeta en ella, sin prestar atención a los presentes que clavan su mirada en él, y en mí aleatoriamente. Lo miró muy extrañada, además de confundida, ya que es imposible que mi abuela tuviese abogado. Hemos vivido de manera casi sencilla toda mi vida, ella hacía mi ropa y siempre todo fue comprado por ella o en tiendas de rebaja, no sé por qué ahora un abogado viene un abogado, supongo que no lo sabré hasta que hable con él. —Puede ser ahora mismo. Tiendo mi mano para guiarlo al sillón. —Ya es hora de irnos —avisa la señorita Bianchi (mi maestra de Piano) acercándose a nosotros con discreción. —Los alcanzó en un momento —dije algo molesta por la manera indiscreta en la que todos me observan. Mi abuela solía pararse en la puerta, tender su mano a la salida y mirar a la persona que quería que se vaya, sin decir una sola palabra. Esperanzada de tener la misma autoridad, me paro junto a la puerta, tiendo mi mano a la puerta, con el ceño fruncido, afortunadamente lo entienden y empiezan a salir uno por uno, diciendo mucho que lo sienten, y que sí necesito algo, ellos están para mí. Sé que es mentira. —bien, ahora puede decirme ¿de qué quiere hablar? —dije cerrando la puerta. —Como usted sabrá, su abuela se preocupaba mucho por usted... Si él supiera la cantidad de veces que mi abuela no me dejó salir de mi habitación, no diría eso, o talvez lo sabe, pero su pago le prohíbe decirlo. —No es cierto —respondo molesta ante su absurdo comentario. —Lamentablemente, aún es menor de edad, y ya que no figura nadie más en su árbol familiar, su abuela la dejó bajo mi tutela, pues aún es dependiente hasta que cumpla los 21 años. Esto debe ser un malentendido, mi abuela me ha dicho desde los 10 años que no confíe en ningún hombre, que no me acerque a ninguno, ella no confiaba en nadie. —No tiene sentido, ella no conocía a nadie fuera de las personas que vinieron aquí, ¿de quién hablamos? para ser exactos .