Será la hostia. Esa sensación de soledad de la que hablo es el precio que pago por una vida en la que la emoción, la diversión y, en muchos casos, la sorpresa del descubrimiento, le dan color. Sentía que la relación con Marta había perdido el sentido, ni siquiera era divertida, ya no, sin embargo no me quedaba más remedio que reconocer que Marta era… ¿qué coño era Marta, por el amor de Dios? Tuve el teléfono en la mano en un par de ocasiones para hablar con ella, pero colgué en ambas, al día siguiente pasaría a verla. Se merecía una explicación serena y firme por mi parte. Quizás una de esas conversaciones sensibles solo posibles después de hacer el amor. Podría ser una digna despedida. RAÚLAquel domingo me desperté abrazado a la cintura de Susana, estábamos en la cama y tardamos bast

