O sea, a todo, exceptuando sus zapatos. También follábamos, Zuleima y yo, no con la urgencia del primer día en mi consulta, pero follábamos. En nuestra vida amorosa se interponía, como un espectro portador de malas nuevas, mi evidente falta de interés por arreglar los problemas del mundo a través de manifestaciones que acababan en batallas campales, también mi nula capacidad para pergeñar artísticas composiciones de pancartas coloridas y rimas fáciles que posteriormente eran cantadas a coro sin el menor respeto por la música. No menos nociva para nuestra vida amorosa era mi nula colaboración en la rotura de cristales de bancos y en la decoración de fachadas de hamburgueserías, espray en mano. Todo ello hacía que nuestros encuentros amorosos fueran cada vez menos entusiastas y más espaciad

