Chase Bladwin. —Pero, ¿qué carajos? —exclamo, de repente enojado. Me maldigo a mí mismo por meterme en este lío sabiendo que no era buena idea. Ella sigue vomitando y me obligo a sostenerla, porque no quiero que se caiga de cabeza y termine yo en una sala de urgencias, por entrometido. «Es que tengo que ser estúpido». —Lo sien…siento —murmura, con dificultad, mientras limpia la comisura de su boca y trata de incorporarse. —Tu disculpa no va a limpiar mis zapatos —replico, de malas formas. Pero cuando ella se tambalea en mi dirección, por más que quiero mantenerme alejado y demostrarle que no estoy de humor, termino aguantándola antes de que caiga al piso. —¡Joder! Que más borracha no puedes ir —exclamo, cuando ella se pega a mí inevitablemente. Aspiro su fragancia y, quitando