capitulo 2

2739 Words
Abrí los ojos y encontré a mi madre con el rostro desencajado, hinchado de haber estado llorando, conservando aun lágrimas que seguro derramaría sobre mí al ver que había despertado. No dejaba de darme besos mientras repetía que no pasaba nada, que me iba a poner bien. En realidad no ocurrió nada muy grave, aunque sí bastante molesto, tenía rota la muñeca izquierda y el brazo esguinzado, igualmente tenía el pie izquierdo fracturado y contusiones por todo el cuerpo, incluida la cara y una ceja partida. Mi estado era un cuadro. Como iba a permanecer sentada y dos horas en observación, me colocaron una vía con suero y calmantes, aunque la que sinceramente necesitaba calmante era mi madre -Mama, por favor, cálmate y deja de llorar – murmure Enseguida vi a David. No me había dado cuenta de que estaba allí también. Claro que era prácticamente imposible ver algo con el rostro de mi madre sobre el mío. Él se acercó a mí con aspecto templado y posando su mano sobre mi frente dijo: -¿Cómo te encuentras? En ese instante, el recuerdo del tacto de aquella mano y aquella preciosa voz vinieron a mi cabeza -¡Como si me hubiese atropellado un coche! – escuche reírse a una mujer que me resulto familiar. -Veo que el sentido del humor lo mantienes intacto – dijo la voz –Ahora estas un poco magullada, pero pronto estarás bien – sonrió No tarde en reconocer su voz -Lena... Lena...- susurre cuando se detuvo a mi lado Su ceño se frunció ligeramente y miró con sorpresa. -Y tú eres... Kara ¿Verdad? Asentí embobada contemplando su rostro anguloso y su pelo oscuro, que caía sobre su bata blanca. La placa de identificación asomo entre su cabello lacio y trate de fijar la vista para leerla, su propio cabello me lo impidió. Sus dedos se deslizaron suaves y firmes entre mi cuello. Levante de nuevo la vista hacia sus ojos, cuando sentí las tibias yemas presionando sobre mi piel. Durante un momento, sus ojos color verde se mantuvieron viendo los míos, pero después bajo la vista hacia su reloj. Mientras tomaba el pulso, aproveche para estudiarla más detenidamente; su cara, el cuello y su piel blanca que asomaba bajo su camisa perfectamente desabrochada hasta un pudoroso tercer botón, que tan solo dejaba intuir el comienzo de su pecho. El reloj de plata y acero brillaba ajustado a su muñeca y sus uñas cortas, perfectamente cuidadas. Aunque la hubiese situado entre los veintitrés, la seguridad que transmitía en sus movimientos, me decía que posiblemente superaba los veinticinco -El pulso está perfecto. Ahora vamos a ver la tensión ¿De acuerdo? -De acuerdo – dije a la vez que percibía la presión del tensiómetro comenzaba a ejercer sobre mí. No podía dejar de mirarla, por lo que continúe admirando sus rasgos, ahora que se hallaba más cerca. Sabía que era consiente de mi insistente mirada, aun así, no levanto la vista hasta el final, cuando me dedico una breve mirada al retirarme el aparato. -También perfecta – dijo dirigiéndose a mi madre Después la conversación se mantuvo entre ellas, totalmente ajenas a mi, como si yo no estuviese presente. La recorrí con la mirada para observar su silueta bajo aquella bata blanca: los vaqueros azul marino que asomaban por debajo y unas preciosas botas. Era más alta que mi madre, que hacia tantas preguntas, que a cualquiera le hubiese sacado de quicio. -No se preocupe, de verdad. Se va a poner bien. Es joven y fuerte. Afortunadamente no hay lesiones en ningún órgano, tan solo preferimos mantenerla en observación para descartar la más mínima incidencia; sin embargo, no le miento al decirle que es muy posible que surjan nuevos hematomas pasadas las primeras veinticuatro horas. -Mamá, por favor, no seas pesada, estoy perfectamente, no me duele nada – interrumpí Lena se giró hacia mí y sus labios sonrieron discretamente. -De todas formas, lo mejor será que vean a la Doctora Grant. Les está esperando Cuando la puerta se cerró detrás de David, hable -¿Quién es la doctora Grant? -La dueña de esta clínica y hasta nueva orden el medico que va a supervisar tu absoluta recuperación – respondió caminado hacia mi cama -Pensaba que mi médico eras tú -Así es, pero bajo la supervisión de la doctora -¿También hasta nueva orden? Me observo brevemente -Supongo que no habrá nuevas órdenes al respecto .-Eso espero – confesé Su mirada, ahora intrigada, volvió a pasearse por mi rostro. Le sostuve la mirada hasta que decidió apartarla de mí. Una vez más, me di cuenta de que tanto mi actitud como las miradas que le dirigían le incomodaban. Desde luego que aquello no era mi intención, y aunque nunca antes me había comportado asi, no podía dejar de mirarla. El silencio que yo misma provoque se rompió cuando alce mi mano para alcanzar mi ceja -no te la toques, por favor. ¿Te duele? ¿Te da comezón? – me pregunto acercándose a mí -Las dos cosas, pero estoy bien -Déjame ver. No te preocupes, te quedara perfecta. Cuando te quite los puntos, ni siquiera te va a quedar la cicatriz -¿Me has cocido tú? -Si – respondió expectante -¿Tienes un espejo? -¿Para qué? -Para verme -¿No confías en mi? Soy muy buena suturando, créeme – añadió con simpatía -¿Tengo la cara muy mal? En ese preciso instante caí. Yo no estaba allí pasando precisamente unas vacaciones, un coche me había llevado por delante y lógicamente eso tenía que tener consecuencias en mi aspecto físico. Desde que había abierto los ojos, y Lena había aparecido en mi campo de visión, había olvidado por completo mi verdadera y nueva situación -Muy mal no, te lo aseguro. Tal vez un poco contusionada, pero la hinchazón bajara y todo volverá a su estado norma. -Entonces no hay motivo para que no me dejes un espejo – insistí -Te aconsejo que no te mires Kara, al menos hasta que pasen unos días – dijo suavemente. El sonido de su voz pronunciando mi nombre me emociono, haciendo que desistiera del intento por conseguir uno -Que lo decidan tus padres – volvió a hablar -David no es mi padre, tan solo es el novio de mi madre. -Perdona, no lo sabia -No pasa nada ¿Cómo ibas a saberlo? Me devolvió una sonrisa de disculpa al tiempo que el silencio volvió a inundar aquella habitación tan blanca. La puerta se abrió y entro mi madre acompañada por David. Volvieron a intercambiar opiniones, después de que mi madre me abrazara, como si hubiese pasado un año desde que no me veía. Lena contemplo la escena hasta que se dirigió a mí para indicar el botón que debía de presionar en caso de necesitar cualquier cosa -Procura descansar ¿De acuerdo? Asentí siguiéndola con la mirada para ver su bata blanca desaparecer tras la puerta. Cuando se cerró detrás de ella, su ausencia invadió la habitación. Estuve a punto de apretar el botón que acababa de mostrarme preguntándome si la necesidad de su compañía se hallaría dentro de sus tareas de trabajo. Más tarde supe que la persona que me había atropellado se trataba de la mismísima doctora Cat Grant, que a modo de compensación había desplegado todos los servicios necesarios de su propia clínica para mi cuidado y recuperación. Entre el despliegue de atenciones exclusivamente para mí se encontraba Lena. Supe también que además de medicina, Lena había estudiado enfermería, de ahí que la doctora Cat en su deseo por ofrecernos la mejor atención posible, le había asignado a ella mis cuidados, al ser la persona más especializada por sus conocimientos en ambas materias. La doctora había propuesto a mi madre una cantidad de dinero para la indemnización por que deseaba evitar los tribunales y estaba segura que podían llegar a un acuerdo amistoso sin que el incidente trascendiera más de lo necesario. Mi madre lo pondría en conocimiento de su abogada y tomaríamos una decisión basada en mis resultados médicos y mi estado de recuperación. Me pregunto mi opinión, después de contarme como aquella mujer se disculpaba y aseguraba que no había visto la luz roja del semáforo debido a los árboles. Empecé a sentirme somnolienta y cerré los ojos conservando el recuerdo de Lena. David había ido a nuestra casa y nos trajo ropa y varias cosas más que mi madre le había pedido. Entre ellas estaban varios de los DVDs de Imagine Dragon en concierto, que yo guardaba como si de un tesoro se tratara Mi madre anunció que podría verlos cuando Lena lo aprobara. Pensé para mí que sería la única vez que aguantara una negativa sobre ese tema sin que me sentara mal. Estaban disponiendo la ropa en los armarios cuando escuché un leve toque en la puerta. En cuanto oí la voz de Lena abrí los ojos y miré en su dirección. -Pensé que te habías dormido - dijo en voz baja, caminando hacia mí. Debí de sonreír como una tonta mientras la miraba, porque ella recompuso la expresión de su rostro al reparar en el mío iluminado por su presencia. -¿Qué tal te encuentras? - Muy bien. Lo cierto es que siempre me encontraba bien cuando Lena estaba conmigo en la habitación. Informó a mi madre y a David de que el restaurante ya estaba sirviendo la cena y que podían bajar cuando gustaran. Mi madre no quería dejarme sola y ordenó a David que bajarían por turnos. No pude dejar de intervenir en la conversación. No me hacía ni pizca de gracia tener que quedarme a solas con David. Entonces, Lena interrumpió. -No se preocupe - habló dirigiéndose a mi madre -Yo me quedo con Kara para que puedan cenar tranquilamente. Les vendrá bien airearse un poco. Cuando por fin la puerta se cerró y en la habitación nos quedamos Lena y yo a solas, esta se acercó de nuevo a mí. - Sigue mi dedo - me dijo suavemente. Seguí con la mirada el movimiento de su dedo índice. Primero de derecha a izquierda y después de arriba abajo. Repitió el movimiento en un par de ocasiones, lo que estuvo cerca de provocarme la risa. Después sacó del bolsillo superior de su bata un tubito metálico. Era una pequeña linterna. Cuando encendió la luz la dirigió a mis ojos, cegándome por un momento. Entonces aprecié el tacto de sus dedos sobre mi rostro. Me abrió los ojos con un delicado toque, acercándose más a mí. En ese instante, fue cuando pude respirar la maravillosa fragancia que desprendía su piel. La contemplé embelesada cuando dobló la sabana que me cubría y sus dedos me abrieron el camisón. - ¿Está todo bien? -pregunté, tratando de controlar las palpitaciones que me había provocado su proximidad. Mientras tanto ella observaba mi torso desnudo. - ¿Te duele? - me preguntó con dulzura. - No - respondí con la garganta agarrotada. Mi vista volvió a fijarse en el trozo de placa de identificación, pero una vez más su propia melena no me permitía leerla con claridad. Antes de darme cuenta de lo que hacía alcé mi mano escayolada, y con los dedos que me quedaban libres retiré cuidadosamente su cabello. Ella no se movió. Siguió el movimiento de mi mano y después me miró directamente a los ojos. - Lena Luthor -leí en voz alta, como si quisiera asegurarme de que no había ningún error en lo que estaba escrito. Disfruté del suave tacto de su pelo entre mis dedos y levanté la mirada para reunirme con la de Lena, que me observaba de nuevo con un ligero gesto de sorpresa en el rostro. - Bonito nombre. - Gracias - murmuró tras girarse, alejándose hacia el extremo de la cama. La observé caminar por la habitación hasta que se detuvo frente a una mesa. -¿Te gusta Imagine Dragon? Deseé responder que ya no, aunque mis labios pronunciaran un sí. - A Samantha, quien será tu enfermera de noche, también le gusta mucho. -¿Y a ti? - pregunté mientras asimilaba con tristeza que, lógicamente, Lena no podría estar cuidándome las veinticuatro horas del día, que cuando su turno acabara otra persona ocuparía su lugar. La imaginé saliendo de la clínica sin su bata blanca, subiéndose al coche y conduciendo con ganas de llegar a casa. Y lo peor de todo, la imaginé con ganas de abrazar a esa persona que, seguramente, la esperaba para compartir una cena. - Sí, a mí también me gusta. Estuve en el concierto que dio en julio. ¿Fuiste? -sentí cómo se me encogía el Catzón al imaginarla deslizándose en la cama con aquella persona que, obviamente, no era yo - ¿No fuiste? Su sonrisa interrumpió mis pensamientos. - ¿Dónde? — pregunté abstraída. - Al concierto de Imagine Dragon. - Estuve en el que dio en julio. ¿Tú fuiste? - No me estás escuchando, ¿verdad? – me pregunto - Parece que no, perdona. - Yo también fui - habló de nuevo. - ¿Y cómo es que no te vi? - Quizá nos viéramos y no lo recordemos. - Si te hubiera visto te aseguro que te recordaría. – asegure - ¿Nunca olvidas una cara? -su tono sonó ligeramente burlón. - Como la tuya no, jamás — confirmé clavándole la mirada. En esta ocasión mantuvo mi mirada durante más tiempo. - Espero que eso sea un piropo. Ignoré la obviedad de su comentario y volví a la carga. - ¿Estás casada? - pregunté bajo los efectos de su hipnotizadora mirada color chocolate. - No - respondió sonriéndose - ¿Y tú? - Tampoco —dije no sin reparar en el retintín de su respuesta - ¿Tienes hijos? Mi segunda pregunta pareció divertirla aún más. - No, por Dios. ¿Y tú? Me hizo gracia la mueca de aburrimiento que se dibujó en su rostro. -¿Yo?, pero si solo tengo dieciséis años... - Cierto, por un momento lo había olvidado... - ¿Entonces tienes pareja? — pregunté otra vez, haciendo oídos sordos a la sutil ironía que había vuelto a albergar su voz. - Ya no. ¿Y tú? Negué con la cabeza. El tamborileo de unos dedos en la puerta nos hizo mirar a las dos en esa dirección. Una melena rubia asomó, precediendo a una cara ovalada que saludó alegremente. - Hola — respondí. - Hola Samantha — dijo Lena casi al unísono y alejándose de mí para reunirse a mitad de camino con la rubia, que avanzaba con paso decidido -Mira, te presento a Kara. - Sí, lo sé. ¿Cómo estás, bonita? - Bien, gracias, ¿y tú? -reconozco que me gustó su estilo informal al dirigirse a mí. - Y ella es Samantha, quien cubrirá el turno de noche -continuó presentándonos -Cualquier cosa que necesites no tienes más que pedírsela, ¿de acuerdo? - De acuerdo, gracias - asentí con la cabeza. Mi madre y David no tardaron en llegar y Lena volvió a hacer la ronda de presentaciones. En seguida anunció que vendrían a preparar el sofá cama para mi madre y que lo que yo necesitaba era tranquilidad. -Bueno, creo que ya ha llegado la hora de que descanses. ¿Qué tal te encuentras? —preguntó, acercándose a mí de nuevo. - Bien. - ¿No sientes ninguna molestia? - No, por ahora no. - Samantha está aquí para cuidarte y asistirte en todo lo que necesites, así que a la más mínima molestia, por normal que te parezca, quiero que le avises. Lo harás, ¿verdad? - Sí, no te preocupes. Me brindó una sonrisa al tiempo que revisaba que todo estuviera en orden. - Hasta mañana entonces. - ¿A qué hora vienes? — necesitaba saber. - A las ocho en punto estaré aquí de vuelta. - Vas a tener que madrugar. - No hay problema, estoy acostumbrada. - Entonces ven a las siete o a las seis incluso... - A las siete deberías estar durmiendo y a las seis ni te cuento. Buenas noches, Kara. - Buenas noches, Lena, que descanses. - Descansa tú también — respondió apartando la vista. La seguí con la mirada mientras caminaba hacia la puerta donde mi madre, Samantha y David esperaban a que un par de auxiliares terminaran de preparar el sofá cama. Ni siquiera me había dado cuenta de cuándo habían entrado aquellos dos chicos en la habitación no si Lena se percató de ello. Pensé en ese juego infantil de que si se daba la vuelta, y me miraba antes de cruzar el umbral de la puerta que nos separaría hasta el día siguiente, es que tenía alguna posibilidad con ella. Esperé a que acabara de hablar con mi madre, y cuando estaba a punto de perder toda esperanza de volver a encontrarme con su mirada, Lena se giró y sus ojos me miraron. - Duérmete ya — exclamó apuntándome con el dedo
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