CAPÍTULO 5 - NUESTRA LUNA DE MIEL
Aquella noche, la de mi casamiento, fue inolvidable. La fiesta la organizamos en un restaurante-parrilla, pequeño, que sirvió mucha comida y bebida. Los invitados eran pocos, familia, sobre todo. Pedimos como regalo, dinero para la Luna de Miel. Por entonces nos ofrecieron Brasil, a un lugar muy bonito, Maceió. A tiempo se descubrió una estafa feroz a muchos argentinos, dejándolos sin lugar. Las imágenes en la tele mostraban a la gente sentada en sus maletas, en las calles, por docenas, esperando soluciones.
Cambiamos el destino y no me gustó. -No se vuelve atrás- me dije, con uno de los T.O.C. que me caracteriza. En avión al sur de Brasil. Yo conocía, Jimmy no
Distinta, ecléctica y de gran riqueza, así es la Región Sur de Brasil en todos sus aspectos. Desde su naturaleza hasta su cultura. Es como una gran bitácora que sorprende a medida que vamos ingresando en su interior. Paseamos por Blumenau. Habiendo rentado un Citroën muy económico, aprovechamos a recorrer y conocer. O para que Jimmy conociera.
Las tierras del sur brasileño son famosas por sus extensas y paradisíacas playas abrazadas por el Atlántico.
Bebíamos, casi un juego, los más diversos y exóticos jugos y licuados frutales que nos maravillaban. Jugábamos en las playas, estábamos muy bronceados. Creo que nunca nos amamos más. Hasta aquella noche. Volvíamos de tomar una Caipiriña al lado del mar: La caipiriña es un cóctel típico de Brasil que nos contaron que se prepara con cachaza, lima, azúcar y hielo. Uno de mis tragos preferidos.
Decía que volvíamos del mar, de caminar, besarnos y reír. Tomamos el trago en el lugar de siempre y regresamos al hotel. Jimmy me tironeaba la mano al caminar, y como no era usual, me dije que quizás el cansancio y el alcohol, lo perturbaban. O que el trago estaba hechizado y me reí tontamente.
De pronto me gritó al no cerrar rápido la puerta del ascensor, y cuando entramos me hizo el amor con brusquedad, apretando mis muslos hasta hacerme mal y llamándome puta. En la cama todo está permitido, pero a este Jimmy, sí que no lo conocía. Al terminar se hizo a un lado y no me besó para despedirse, se quedó dormido.
Desde ese instante nada fue lo mismo.
Siempre quise ser escritora. Sin poder dormir, garabateaba un sentimiento:
Vahos de libertad por todas partes.
Quiero reemplazar mi corazón por una roca. Harta de sufrir, rechazo el dolor
que me provoca amarte.
De piedra. No importa quién arremeta. Nada llega, nada duele.
De piedra quiero un corazón.
Cuantos planes, cuantas promesas incumplidas…
Nuestro noviazgo no fue largo, como apostando a que podríamos hasta con el tiempo. No supimos construir. No pudimos. Todo era ya, ahora, para siempre. Cuando para siempre era abrazarte, y ser la espuma blanca que vive acercándose a tu orilla…
¿Fuiste feliz, lo habré sido? No puedo preguntarte.
La noche que volvimos a nuestra casa, la de la familia de Jimmy, así la nombraste, sonreí. Por fin la veías como a una concreción. Luego me demostraste lo contrario.
Volvimos al país y una noche siniestra que se volvió una costumbre, nos recibió. Me prohibiste que gimiera, que te dijera lo que quería. Exigiste silencio para concentrarte. Ya no necesitabas mi lujuria y expresiones que antes te enardecían. Ahora era tu esposa, me dijiste, y comprendí que en la primera noche habías quedado atrapado en Brasil, que nunca volverías.
Tu esposa, -¿Y cuál es la diferencia?- Te dije llorando y me sacudiste como nunca, pues no te obedecía. Te grité que me habías conocido así, libre, y volviste a repetir ¡que era tu esposa! Con el título había perdido mi identidad.
Hasta que, de una vez, me rendí a la evidencia. Y nunca volví a pedir nada.
Aquellos adornos de la torta, bien americanos -¿Recordás?- Una pareja muy parecida a la nuestra. Ella sujetaba la levita de un novio que huía. O los souvenirs que repartí dichosa: En tonos de sepia. Ella, militar con bigotes sentada, y apoyada en su bastón de mando. ´El, también con bigotes, y con vestido de novia de pie a mi lado.
Las invitaciones también jugaban bromas, como presagiando lo que vendría. Una representación teatral de nuestra historia, cómica y festiva. Cruel en mi recuerdo.
Acepté otro desafío. Uno más, pero este fue muy difícil. Corrí el riesgo de perderme definitivamente. Mi fuerza joven, mi ego, no sé, me llevaron a levantar el guante y aceptar. Yo podría cambiar esto también. Estaba enamorada y nada sabía.