Joshua no evitó otra risa. Alta, fuerte y gruesa. Contagiosa incluso. El caballero se sentía muy relajado y a la joven le parecían muy agradables. Sus ojos tenían tres líneas sutiles que le mostraban a la joven que él reía naturalmente.
—Tiene razón, puesto que lo soy —asintió, dándose palmadas en el muslo poderoso, como si no soportara la risa— Soy un trabajador de las tierras. No como los nobles que hay en su lugar de origen, que se pasean montados a caballo con aires de superioridad. Aquí, hasta los dueños trabajamos duro por sacar adelante las cosas. Somos hombres de guerra.
—Debo recordarle, señor —dijo con advertencia— Que me está ofendiendo. Y por lo que dice, no conoce a nadie respetable de mis queridas tierras. Debo hacerle hincapié también que yo poseo un hermano y lo creo bast
