Ella empezó su caminata, el lodo en su ropa se ha secado, eso la hace caminar muy lento, él no deja de burlarse de ella, al menos en algo él tenía razón, de que debía controlar su temperamento. Además, él había sido claro que no quería ningún compromiso serio con nadie. Ella aún no sabe el motivo de su enojo. —Bueno, querida amazona de lodo, ¿Te puedo llevar? —le dijo, tomando las riendas del caballo n***o que había dejado pastando durante todo ese tiempo. —¿Qué hora es? —preguntó alterada. —Las seis de la tarde. —¡La señora Madelin! —¿Qué? ¿De qué hablas? —¡La invitación de la señora Madelin es a las ocho! ¡¡maldición!! —Me daré prisa si lo deseas. —aceptó el hombre, montando el caballo y estirando una mano hacia ella. La joven lo miró dudosa, pero al final aceptó su ayuda y dejó q

