CADA LÍNEA QUE LEÍA LA HACÍA VOLAR AL PASADO…
Su madre se tragó el cuento y la dejó en reposo por esa noche. Le dijo que si se sentía mal para mañana, llamarían al médico. Cuando dieron las ocho, sus padres desaparecieron de la casa, yéndose a la fiesta. Dejando a las dos hermanas solas, puesto que Robín había asistido a la bendita fiesta. Claudine se puso en pie y se vistió normalmente y pasó el resto de la espera leyendo y practicando sus enseñanzas de matemáticas.
Era buena, increíblemente buena. Vincent lo había dicho en su momento, pero ahora ella misma se jactaba de ello. Al oír las campanadas de las doce en toda la casa, se oyó dos golpes en su entrada.
—Adelante —aceptó la joven, preparándose para salir al encuentro.
—Linda recámara —escuchó la voz grave de Vincent.
—¡Dios mío
