Ella también había observado la inexactitud en el mandato de Mary. No deseaba echarle en cara las muchas quejas que existían del padre de las Petit, no tenía derecho y ciertamente, la joven parecía saber lo que pasaba. Todos tenían que guardar silencio, ya que él es el que provee y los demás tienen que agachar la cabeza y no decir nada. A las víctimas se les compraban con dinero y por necesidad tenían que aceptar. —Es gracioso, yo sé lo que es mi familia, debes mantenerte en alerta. —le dijo con una sonrisa, aun en camisón y con el cabello revuelto de la noche— Y sé de lo que es capaz mi padre. Cuídate si quieres mantener tu pureza. —¿Qué quiere que le ponga hoy? —evitó el tema. —Algo para el campo, posiblemente tomaré un poco de sol —aseguró la joven—. Quiero ver que es lo que hacen.

