Ella se desplazaba entre las damas que comenzaron a vestirse en medio de risas y juegos, arreglando los desperfectos que solo Claudine habría podido constatar. Se indicaban las medidas para peinar, poner joyería y ponerse los zapatos indicados a cada atuendo. Eran estrictas y cumplían su misión a la perfección. La joven diseñadora, por su parte, solamente se paseaba, observando sus creaciones en tonos suaves que bailaban con el día. Incrustaciones de brocados en plata y oro eran la moda del día sobre los colores hermosos de las telas finas. Las mangas esponjadas y con hombreras daban un toque de distinción y los escotes moderados, con collares adornando los cuellos, eran el toque definitivo de los atuendos. —Te felicito chiquilla —le dijo de pronto Madelin— Supe que, además de esto, estu

