La joven frunció el ceño y se volvió a darle la espalda. Recogiendo su pala y rastrillo para volver a trabajar. Lo cual fue un alivio con los vendajes en sus manos; usaría guantes a partir de ese momento para no lastimarse, las manos, tal vez unos de jardín, eran gruesos como otra piel.
—¿Me dirá su nombre? —la joven casi grita. Por un momento pensó que se habría marchado.
—Soy Claudine. Espero que eso sea suficiente, no me gusta ser molestada.
—Es un lindo nombre. Dime, Claudine, ¿Volveré a verte?
—¿Me está viendo o es ciego? —él sonríe ante la broma.
—Me refiero…
—Sé, a lo que se refiere —lo enfocó un tanto cansada— No sé cómo me vea: una mujer nueva a la cual conquistar, un potro desbocado al cual domar, una mujer dura que será un buen desafío… No sé, ni me interesa, solo le digo
