NARRA KAI SPENCER —Kai, necesitamos hablar —dice, después de que se ha recuperado del tercer orgasmo de esta noche—. Llevo una semana viniendo a tu habitación y nunca hablamos. Siempre terminamos teniendo sexo. —El mejor sexo del mundo —añado de modo altanero, provocando que se fastidie y me ruede los ojos. Está acostada en la cama, las sábanas apenas y le cubren sus partes nobles. Tiene las mejillas sonrojadas por el buen sexo que acaba de recibir y el cabello n***o enmarañado, esparcido sobre la almohada. Sus ojos brillan, porque está feliz. Yo la hago feliz, en medio de estas sábanas. En medio de esta clandestinidad que tenemos, encuentra lo que busca y mucho más, porque no solamente estoy dispuesto a darle sexo, aunque es lo que más le doy, porque ciertamente es la única cosa en la

