NARRA NOAH
Abro la compuerta y me deslizo en el asiento.
—¿Por qué te has tardado tanto? —cuestiona Kai, que debe de llevar gran rato esperándome aquí, dentro del coche.
—Por culpa de tu madre —contesto tranquilamente.
Cierro la puerta y me coloco el cinturón de seguridad, tan impasible, como si hubiera dicho que me pare a intercambiar platicas con Camille.
—¿Mi madre? —murmura, desconcertado—. ¿Qué te ha dicho?
Cuadra la mandíbula y se pone tenso. Sus manos aprietan el volante y puedo escuchar sus dientes crujir.
—Ha solicitado reunirse conmigo en el despacho.
—¿Y has ido? —inquiere.
Asiento, y una de sus manos suelta el volante y le propina un golpe.
—¿Por qué has cedido a su petición? No quiero que te prestes a su juego.
—Porque si me muestro temerosa con ella, sospechará que
