Luego de que la pequeña Cassidy soplara las 7 velitas del pastel y de que todos le aplaudieran, aquel aterrador hombre se acercó a ella, se agachó, pasó su mano por sus delicadas mejillas y, con voz perversa, le dijo: —Pequeña, Cassidy, hoy luces exquisitamente preciosa. Llevó su mano a la pequeña cintura de la niña, y palpó, bajando hasta la parte baja de su espalda. Un estremecimiento recorrió el cuerpo de la pequeña y, atemorizada, salió corriendo para alejarse de aquel hombre y de la lasciva mirada de todos aquellos hombres, que no dejaban de verla. Mientras corría, escuchó la voz de su madre y la de su padre, gritándole que regresara. Sin embargo, Cassidy no obedeció y continuó corriendo lo más que pudo, hacia el patio trasero de la casa. Quería alejarse. Esconderse de aquello

