—Nada —le digo, acomodándome el cabello—. Me despedí de él… se va de viaje y, bueno… —Tranquila. Vamos. —¿Qué? —pregunto, parpadeando—. Pero si aún no es nuestra hora de salida. —Claro que lo es —dice con una sonrisa maliciosa—. Vamos a hacer unas cosas de trabajo. Aunque sea mentira. —¡Natalia! —me reí—. ¿En serio? —Sí. Vamos a comprar unas licras. Ya que no pienso ir hasta tu apartamento y no voy a ir en jeans a esa clase. Ni loca. —Bueno… —resoplé—. Yo necesito ducharme. Es que… emano… —¿Sexo? —¡Shhh! —la miro desesperada. —Mierda, Rosalía. ¿Tuviste sexo? Asentí lentamente, cubriéndome la cara. Y ella se suelta a reír. —¡No me jodas! ¿Así, en la oficina? —Sí —susurré—. Me desnudó. Me puso contra la pared. Me tuvo en su escritorio como si fuera… —¡Dios mío! —me interrumpió—

