+ROSALIA+
Luego de estar todo el día en la piscina, de chapotear como si fuésemos niños en vacaciones eternas y de beber más cócteles de los que podía contar, al final todos salimos con la piel arrugada por el agua, con el cuerpo cansado y la mirada a medio cerrar. Cenamos algo rápido, pero delicioso, Efraín sí que se la rifó con el chef, hay que admitirlo, y ya estábamos caminando hacia nuestras habitaciones, todos en ese estado de “dame cinco minutos y me duermo parada”.
Yo iba abrazada de Damián, con su brazo alrededor de mi cintura, su cuerpo cálido y ese perfume que no se le va ni cuando sale del agua. Sus dedos rozaban mi espalda y yo estaba a punto de decirle que lo quería arrastrar a la cama, literal, como a un costal de deseo, cuando…
—Disculpen —interrumpió una voz femenina.
