++++++++++ Al final las cosas no resultaron como Damián había planeado. La campana maldita interrumpió toda la tensión s****l como si fuera una maestra de primaria diciendo: “¡Se acabó el recreo!” Su secretaria no dejaba de tocar la puerta ni de decirle con voz aguda que tenía más de una entrevista para informar sobre el temblor. “Otra vez” Él gruñó como un oso al que le quitan la miel, y con una mirada intensa me soltó: —Vístete y regresa mañana. No quiero verte con ese vestido. Y menos sabiendo perfectamente que no llevas nada debajo. Santo Dios... ese hombre tiene un máster en tortura sensual. Asentí como una niña buena. Como una alumna ejemplar que ha sido regañada por hablar en clase. Me acomodé el vestido, me peiné con las manos lo mejor que pude y salí de esa oficina como quien

