Abrí mi bolso, ese glorioso bolso que era más útil que una caja de herramientas, y saqué mi lencería de emergencia: un hilo dental oscuro, mínimo, provocativo, y absolutamente inapropiado para una cena ejecutiva… así que, perfecto. Antes de ponérmelo, tomé papel higiénico y comencé a secarme. —Aaah… —solté un suspiro al sentir el frescor del papel. Me reí sola como una idiota—. Parezco en una de esas escenas de película donde la protagonista habla sola en el baño, pero bueno… al menos estoy buena. Me puse el hilo dental, que desapareció entre mis nalgas como si lo absorbiera el universo, y envolví la tanga mojada en más papel. —Es una pésima idea guardarla en el bolso, pero ni loca la dejo en el basurero —me dije—. Esta tanga ha vivido cosas. No se merece ese final. La metí en un comp

