+DAMIÁN+
Estoy en casa. Sentado en el sofá, sin camisa, con un vaso de whisky en la mano, mirando la nada como un maldito psicólogo frustrado que analiza su propia miseria. No hay música, no hay tele. Solo el eco del hielo derritiéndose dentro del vaso y el maldito zumbido de mi cabeza diciéndome: “¿En qué mierda te has metido ahora, Damián?”.
Y como si lo hubiera invocado, Camilo entra sin tocar la puerta. Porque claro, el cabrón tiene llave, como si esto fuera una casa de citas y él viniera a pagar por terapia gratuita.
—¿Qué es lo urgente que tenías que contarme? —pregunta mientras se deja caer en el sofá como si le perteneciera.
Le doy un trago largo al whisky, dejo que el ardor me baje hasta el alma y le suelto de golpe:
—La esposa de nuestro socio es Charlotte.
—¿Quéee? —grita,
