Sus gruesos labios la hipnotizaban mientras ella se batía en duelo con su lengua. "Me encantan tus labios, Ronnie", murmuró. "Eres tan sexy".
Dicho esto, se inclinó, se tumbó boca abajo en la cama y empezó a besar y acariciar su pene. Ahuecó, lamió, chupó y tiró de sus enormes testículos.
"Eres buena en eso, chica", gimió con su voz grave. "Muy bien". Su mano descansaba... ligeramente sobre su cabeza. "Te gusta esa polla negra, ¿verdad?"
"Lo haré", maulló ella.
Tras unos minutos de chupar, lamer y besar, Amy tenía la polla de su amante completamente despierta. Sus veintitrés centímetros. Tan llena de sangre que la apuntaba horizontalmente. Prestó especial atención a esos testículos colgantes... chupando y tirando.
"Me encanta", susurró, después de que su último lametón rozara la peque
