Capítulo 2

4246 Words
Actualidad. Mientras estoy recostada en el sofá me pierdo en el móvil, escucho un carraspeo y veo a mi cuñada apoyada al umbral de la cocina, sonrió y dejo el móvil a un lado, camina hasta mí y me señala con su dedo índice. –Eres tú, quien tiene a Santiago de esta manera –observo a mi sobrino plácidamente dormido en mi pecho y sonrió. –Salió a su tía, de eso no cabe dudas, tan perezoso como Pia Tanner... –Samantha ríe y niega. –Puedes ir acostarlo en su cuna, necesito ayuda con las cosas, no tenía idea de que el primer cumpleaños de los bebés sería tan agitado –asiento y eso hago de inmediato. Me levanto despacio y llevo a Santiago en mis brazos, ya Camelia está dormida, juegan tanto que en el momento en que llega la tía Pia juegan aún más, pero terminan agotados, aún quedan horas para que lleguen los invitados así que mientras, ellos duermen. Todo ha pasado tan rápido, los meses se fueron en solo un instante, es increíble el cómo hace un año lo mellizos llegaron para alegrarnos el día a día y hace solo meses que lo vi a él nuevamente, en el matrimonio de mi hermano Elián y su ahora esposa Emily. . – ¿Te encuentras bien? –escucho la voz de Eric junto a mí y al voltear asiento. –Sí, solo que estoy algo cansada, ya sabes con toda la mudanza del centro de adopción canina, estoy muy agotada… –me sonríe y asiente, me extiende un vaso de coctel y sonriente lo acepto. Tomamos asiento y disfrutamos del baile de los novios, quería hablar con Samantha acerca de la llegada de Abel, pero mi hermano paso por ella y simplemente decidí acercarme a Eric. No quiero estar sola y que el rubio se me acerque o me hable. No sé si actuó como una niña infantil, pero me siento cabreada con todo esto, se suponía que en algún momento se comunicaría conmigo, que mantendríamos comunicación o algo no lo sé. Mi corazón no dejaba de latir, se llenó regocijo en cuanto leí esas líneas escritas para mí, él sabía quién era yo, siempre lo supo, pero porque nunca me busco, ni siquiera un bendito mensaje, eso me cabrea un poco. Veo a Roger llamarme con su mano, acercándome hasta él no tarda y me lleva hasta la pista, entre risas bailamos, ya que papá en este momento baila con la novia. Disfruto de la canción con Roger, pero al darme la vuelta caigo en los brazos de Elián, lo abrazo con fuerza y lo felicito. –Me alegra que estés siendo feliz, que habéis cambiado y decidido buenas cosas para tu vida, tú y Emily se merecen lo mejor... –asiente y besa repetidas veces mi frente. –Eres la hermana más hermosa y preciosa que tenemos, ¿Lo sabias? –miro al cielo pensativa y luego sonriendo asiento. – ¡Vaya! Que ego el tuyo, ¿No Pia? –rio y continuo bailando con mi hermano. La banda deja de tocar y todos aplauden, Elián se disculpa y camina hasta Emily, asiento y me doy media vuelta para caminar de vuelta a la mesa, pero me detengo en seco cuando lo veo de pie delante de mí. Sus manos dentro de sus bolsillos delanteros, su cabello estilizado hacia atrás y una barba algo notoria, desvió la mirada en cuanto dejo de detallarlo y paso a su lado, no sin antes sentir su roce en mis dedos, toma rápidamente mi antebrazo con delicadez y me hace voltear. –Hola… –deja salir con un suspiro. –Hola Abel, ¿Qué tal? –me suelto de su agarre y me cruzo de brazos. – ¿Qué tal tu viaje? ¿Tu trabajo? –intento actuar de lo más normal, pero esos azules me miran y me debilito completamente. –Bien, no pienso volver, me han trasladado a una de las universidades de la ciudad, por suerte estaré con mi familia y Olivia... –mi Pia interna y bobalicona brinca de felicidad, grita y aplaude de la emoción, pero la Pia externa solo asiente e intenta sonreír. – ¿Qué tal esta Olivia? Me alegra que estarás a su lado, de seguro te echo de menos... –da dos pasos hasta mí y quedamos algo cerca. – ¿Y tú? ¿Lo hiciste? –frunzo el ceño y me encojo de hombros. – ¿De qué hablas? –sonrió de boca cerrada, estamos rodeados de personas y con quietud toma mi mano. – ¿La has leído? –vuelvo a encogerme de hombros. –La carta, ¿La has leído? –le miro fijo, niego. –Lo siento, no he tenido tiempo para leerla, quizás en algún momento la lea, si es que la encuentro, no recuerdo donde la deje –miento como una descarada, el gesto en su rostro me deja saber que eso no era lo que esperaba escuchar. –Entiendo, yo... Suelto su mano y me alejo de él, tomo camino hasta el mini bar del lugar y pido una copa de Champagne, aunque quisiera vaciarme la copa en la cabeza. Fui tan arrogante y cortante con él, pero es que no sé cómo reaccionar, joder, pero el orgullo me gano y negué, negué que la había leído, pero cada noche antes de dormir leo esas palabras y me duermo feliz, pero es que, Abel está siendo tan cobarde. –Tonto Abel –susurro, me doy un sorbo. –Tonto, tonto. . En cuanto termino de decorar junto a Sam y Emily la parte trasera de la casa, entro nuevamente y veo a mi hermano entrar junto a mis padres y mis hermanos con un montón de aperitivos en unas cajas, les saludo a todos y les ayudo. –Pia, el pastel está en el coche, ¿Puedes buscarlo? –Cameron me extiende la llave y asiento. –Claro, ya vuelvo. Salgo fuera y camino hasta el coche, sonrío al ver al buen hombre que ahora trabaja para los Tanner. –Tomas, ¿Cómo estás? –me detengo en la parte de atrás y abro, no salgo del asombro por el gran pastel. –Muy bien señorita Pia, ¿Le ayudo? –Si, por favor, cierra la puerta por mí –asiente y eso hace, en cuanto saco el pastel se encarga de cerrar el coche y luego caminar junto a mí para abrir la puerta de la casa. Después de lo ocurrido con Priscila, el señor Tomas, comenzó a ser parte de los trabajadores de los Tanner, es el chofer de papá y mientras que Juan tiene sus vacaciones, luego pasa a ser el chofer de Cameron o de mamá, su hija se recuperó y él tiene un trabajo digno. Camino con dificultad por el enorme pastel, pero llega con vida a la mesa de bocadillos, Samantha da saltitos de felicidad en cuanto lo ve, es rosa con azul y tiene una foto de los mellizos. _ Después de un largo rato de terminar los detalles del cumpleaños número uno de Camelia y Santiago los invitados llegan. Los bebés por suerte despertaron y están de brazo en brazo, aunque Camelia prefiere estar intentando caminar sin dificultad por todo el lugar, tomando los globos y mordiéndolos hasta explotarlos, ni siquiera les tiene miedo, es tan estruendosa esa niña. Aunque aún no camina muy bien porque suele caer en el suelo de trasero, ella prefiere estar jugueteando, no como Santiago quien le gusta estar en los brazos de Samantha y sus abuelas. Él es realmente muy tranquilo, todo lo contrario a la pequeña Camelia, quien en este momento está jugando con Emma, su prima, la hija de Raquel y Eduardo. –Estos bocadillos están deliciosos, no puedo dejar de comerlos –volteo y veo a mi mejor amiga embarrada de crema pastelera. –Diablos Jema, no aprendes a comer y mira la edad que tienes –alza un poco su rostro para que le limpie. –Gracias mamá moco. – ¡Jema! –ambas reímos. Jema termino la universidad y se mudó conmigo, ambas vivimos en mi departamento, trabaja para la empresa Tanner en la parte de marketing, el carbón quemado sí que se desenvuelve en eso. Sus padres quisieron darle una empresa propia, pero ella no lo acepto, quiere hacer las cosas por sus propios medios y no tener todo en bandeja de plata, eso es algo en lo que somos tan iguales. Aunque papá me dio una pequeña capital para mi centro de adopción, solo yo he salido adelante con ello, resuelvo mis cosas sin pedirle nada a ellos. –Necesito algo de tomar, ¿Quieres algo? –asiento y toma camino a la casa, me quedo viendo todo el lugar, están los amigos de Samantha y Cameron, los padres de Samantha y uno que otros familiares de ambas familias. Busco mi móvil en el bolsillo delantero y comienzo a revisar todas mis r************* , de pronto escuchamos otras voces, subo la mirada y mi garganta en una milésima de segundo se seca. Es Abel y su familia, la pequeña Olivia, la cual hacia tanto tiempo que no veía, no esta tan pequeña, realmente ha crecido bastante en todo este largo tiempo, joder, siempre olvido que los Evak y los Furler son buenos amigos. Rápidamente volteo y enfoco mi vista al montón de pinos que tiene esta casa, tomo una bocanada de aire e intento relajarme. Escucho un carraspeo a mi lado y al voltear Jema me extiende un vaso de jugo, pero sé que esta por escupir todo lo que se la está carcomiendo. –Mira nada más, Pia Tanner da la espalda para que no la note, como si eso fuera a funcionar… –coloco mis ojos en blanco y luego tomo un sorbo de mi jugo. –No comiences Jema y disimula un poco. –Eso hago, pero créeme, como hacerlo si no te quita los ojos de encima –me alerta y volteo poco a poco. Es cierto, sus azules me observan, me da una sonrisa de boca cerrada, yo soy todo lo contrario. –Deja de ser arrogante Pia, pobre rubio. –No me importa, y no me digas más nada –exclamo y termino de inmediato de tomar mi jugo. En ese momento escucho un chillido y enfocando mi vista en todos los presentes veo correr hasta mí a una muy sonriente y alegre Olivia, quien de inmediato me abraza y me coloco de cuclillas para que el abrazo sea mutuo. No sé qué tipo de conexión adorable siento con ella, pero realmente es una niña muy cariñosa. – ¡Dios Olivia, ya deja de crecer! –ríe y vuelve abrazarme. –Pia, ¿Cómo estás? –su vocecita dulce me encanta, mi mano acaricia su cabello rubio. –Muy bien hermosa, cuanto tiempo, ¿No? –sonríe y asiente. –Le he pedido a papá que me lleve hasta donde tú vives, pero siempre me dices que has de estar muy ocupada... –se encoge de hombros. –Pero me puse muy feliz cuando me dijo que quizás te veríamos el día de hoy. Sonrió al escuchar eso, escuchamos un carraspeo y alzando la mirada lo encuentro delante de mí, me pongo de pie nuevamente y Abel me da una sonrisa de boca cerrada. La voz de Jema a mi lado hablándole a Olivia para que le acompañe a comer algunos bocadillos, me envía esa señal de que lo hizo solo para dejarnos solos. – ¿Cómo estas Pia? Cuanto tiempo… –asiento y le regreso el gesto en una sonrisa. –Muy bien, ¿Tu? Y si ¿Verdad? Desde el matrimonio de mi hermano… –asiente y su mirada se enfoca en todo mi rostro, de pronto no escucho nada más que los latidos de mi corazón. – ¿Y bien? –corto la pequeña tensión entre los dos. – ¿Ya has comenzado a trabajar en la universidad? –asiente, pero no dice ni una sola palabra, son sus ojos los que me hablan, lo veo vacilar entre abrir su boca o no. –Pia, ¿Puedo preguntarte algo? –me recuesto a la baranda de madera y asiento. –Aun no, ¿La has leído? –esbozo una sonrisa, sé que se refiere a esa carta, quiero decirle que sí, pero sin más niego. –La he perdido, no sé dónde la deje, no sé si sabes que me he mudado y yo... –Está bien, Pia –me corta las palabras y se cruza de brazos. –Realmente me alivia que no la leíste... –sorpresa, tristeza, ¿Decepción? Todo se arremolina en la boca de mi estómago y levemente asiento. –Eran puras tonterías las que escribí en un trozo de hoja, ya no tiene importancia que la leas... –esas palabras salen como un montón de puñales afilados, el tono de su voz es frio y cortante. –Vale, ¿Me disculpas? Debo ir un momento dentro... –asiente y paso a su lado, no sin antes chocar mi brazo con el suyo, en un intento de malcriadez o enojo. Al entrar no tardo en tomar camino a la habitación de los bebés, sé que nadie entrara aquí y sin más me echó a llorar. No sé por qué lo hago, no sé porque estoy llorando, pero es que eso que me dijo me dolió de cierta forma, es como si me dijo que los pensamientos que tenía sobre mí, eran simples estupideces, no sé si exagero, pero como puede decir que no tiene importancia cuando para mi es lo más importante que me han escrito. Quizás debí decirle que sí, pero ¿Y si de igual manera me iba a decir lo mismo? Preguntas van y preguntas vienen, escucho la puerta abrirse y rápidamente doy la espalda y limpio mis lágrimas. Escucho un carraspeo y volteo intentando ocultar lo patética que voy en este momento, Samantha esta de brazos cruzados, me observa detalladamente y deja salir un bufido de sus adentros. – ¿Qué ha pasado? Hace un momento hablabas con Abel y note como tu gesto cambio, cuéntame… –no digo nada y solo caminando hasta ella la abrazo, por más que mi mejor amiga este aquí, Sam sabe aún más del cómo me siento con Abel, el cómo todo en mi vibra de una manera cuando lo tengo cerca. Rápidamente le cuento lo que ocurrió, ella no hace o dice nada, simplemente asiente mientras me escucha detalladamente, al terminar de hablar vuelvo a limpiar ms lágrimas y tomo una bocanada de aire intentando ya calmarme un poco. –Pero si la has leído, ¿Por qué le has mentido diciendo que no? –me encojo de hombros. –No lo sé, yo ni siquiera me entiendo Sam, él nunca se comunicó conmigo, nunca intento el tan solo hacerme una llamada o quizás enviarme otra carta, Abel se marchó y simplemente se esfumo por meses, de pronto viene tan perfecto, tan dispuesto, pero solo basándose en una carta... –hago una pausa, comienzo a caminar por toda la habitación no sé cómo expresar todo esto. –Quiero que él me diga todo en mi cara, que no se guarde nada, pero la cobardía le lleva la delantera, que le cuesta demostrarme todo por medio de sus palabras, escuchar su voz mientras me dice que siempre supo que era yo, que le intereso o interesaba, ya ni se. Sé que Samantha se siente realmente confundida porque ella no sabe lo que la carta dice, en el momento en que esta por hablar, aparece Cameron, sonríe al vernos y acercándose hasta Sam toma su mano. –Mi flor, ya debemos cantar el pastel, antes de que Camelia se quede dormida por comer tantos bocadillos, si sabes que ella en el momento en que su panza está llena no espera en dormirse... –los tres reímos y es cierto, Camelia puede ser tan enérgica, pero cuando comienza a comer y su estómago está lleno, de inmediato se duerme. Los tres salimos de la habitación, Cameron más que nadie sabe que algo ocurre y todo se centra en Abel, más él no se involucra, es lo menos que intenta hacer, siempre deja que sea Samantha quien me escuche y me de los mejores consejos, aunque fuimos interrumpidas, sé que esta conversación no termina aquí. Después de unos minutos y ya con el sol a punto de ocultarse decidimos cantarles el cumpleaños feliz a los bebés. Cameron tiene a Santiago y Samantha a Camelia, los bebes sonríen y tienen esa mirada llena de dulzura, ven perdidamente las velas encendidas, espero que mi trabajo durante estos meses enseñándoles apagarlas se lleve a cabo y no me dejen mal. Alardee demasiado con que no había necesidad de ayudarles apagar las velas, ellos solitos lo harán, todos cantan y aplauden. Las fotos no tardan, los suspiros no cesan, de verdad que nunca llegue a creer ver a mi hermano de esa manera, feliz y lleno de vida con todo esto que llego de golpe a su vida. Es un gran padre, es un maravilloso esposo, Samantha nunca deja de decirlo, nunca se queja de la vida con mi hermano. Llegando el momento crucial, cruzo mis dedos y enfoco mi vista en mis pequeños sobrinos, comienzo a hiperventilar y cuando son acercados un poco a las velas no puedo evitar gritar tanto de la emoción en cuanto los veo a ambos soplar sus velas. Todos ríen por mi reacción, corro hasta ellos y en cuanto los pequeños me miran levantan sus bracitos y yo no tardo en abrazarlos. – ¡Ay por Dios! ¡Que feliz me siento! ¡No han defraudado a su tía Pia! –todos ríen y llevo a los bebes en ambos brazos. Jugando con ellos y de pronto siento una intensidad sobre mí y desviando la mirada encuentro la del rubio. Abel me mira, y corto toda conexión, vuelvo a concentrarme en los pequeños, y aparece Eric. Con dos enormes regalos para los bebés, creí que no vendría, ya que tenía un día lleno de trabajo en su consultorio. Me acerco a él, con los bebés en mis brazos y Eric no tarda en felicitarlos y mostrarles sus obsequios, el pelinegro me saluda con un beso en la mejilla y sonrió, toma a Santiago en sus brazos y comienza a jugar con él. –Creí que no vendrías... –me da esa mirada de cansancio y me sonríe. – ¿Crees que soportaría la ola de profanidades de Samantha? –niego y ambos reímos. –Aunque solo vine por unos minutos, debo tomar un vuelo. – ¿Qué? ¿Dónde iras? –ríe y niega, sabe que lo he olvidado. –Olvidadiza, recuerdas que te comente sobre la celebración de los 40 años de casados de mis abuelos, a la cual te invite, pero que no puedes por la enorme semana de trabajo que tienes... –chasqueo mis dedos y lo recuerdo. –Oh cierto, lamento nuevamente el no poder ir contigo... –hago un puchero y ríe. –Descuida enana, entiendo, iré a saludar a los demás ¿Vale? –Asiento y se marcha junto a Santiago. Todos tiene la mayor certeza de que Eric y yo somos novios, pero no es así, nos hemos vuelto muy cercanos, pero aunque se lo sentimientos que él siente por mí, yo no le he dado la esperanza de que algo sucederá entre nosotros. Eric es un gran hombre, hermoso, respetuoso y con un corazón enorme, pero él se merece alguien mejor que yo, a veces he intentado verlo con otros ojos, pero simplemente me retracto y no puedo. Con Camelia en mis brazos tomo nuevamente el camino a donde todos se encuentran, Samantha me entrega un trozo de pastel para Camelia y tomo camino con ella a una de las sillas desocupadas. Le ayudo a comer mientras que ella no espera en llevar su pequeña manito y estrujar todo el trozo de pastel en su mano y luego llevársela a la boca. –Camelia es mi reencarnación, lo sé, es así... –escucho la voz de Jema a mi lado y ella está comiendo de su trozo de pastel. –Joder, Samantha y Cameron sí que tienen una fábrica de bebes hermosos en su entrepierna –me hace carcajear por sus repentinos comentarios. –Por Dios Jema, nunca te cansas de decir cosas sin pensarlo ¿No? –se encoge de hombros y sonríe. –Sin mí, tu vida sería gris, yo le doy luz y sentido a tu alrededor, mamá moco. Golpeo su hombro y ambas reímos. Jema me dice mamá moco, porque la cuido tanto que la desespero, le pido que ordene su habitación y que ayude con los quehaceres de nuestro departamento, la cuido en sus borracheras y limpio su boca cuando la ensucia de comida, lo de moco es por mis ojos verdes. Continuamos charlando por un largo rato, tan largo que Camelia se quedó dormida en mis brazos. Ella disfruta estar dormida sobre mí, así que no me molesto en ir a llevarla a su habitación, al voltear veo a Sam y Cameron hablar con Abel, llevo la mirada al frente y encuentro a Eric despedirse de mi padre y hermanos. Camina hasta mí, le sonrió de boca cerrada. –Ya debo irme, mis padres me esperan en el aeropuerto –asiento y me levanto. –Te acompaño, dejamos a Camelia en su habitación y luego te acompaño hasta el coche ¿Vale? –sonríe y se despide de Jema. Busco la mirada de Samantha quien al notarme le señalo que llevare a la bebé a su cuna, asiente y Abel me mira fugazmente, hago lo mismo y me adentro a la casa con Eric. Tomamos camino a la habitación de los bebés y ya Santiago está dormido, mamá esta junto a él y al verme sonríe y sale de la habitación. Hago lo mismo con Camelia y la arropo con su manta, quito con cuidado sus sandalias y la diadema que llevaba en su cabeza, sonrió al verle y con una caricia en su mejilla salgo de la habitación. –Eso erizo todo mi cuerpo –volteo a ver a Eric y rio. –Realmente si así eres con tus sobrinos, no te quiero imaginar con tus hijos propios. –Ya tengo una hija y créeme a veces me provoca ahogarla en la tina... –sabe que me refiero a Jema y Eric no hace nada más que reír a carcajadas. Ambos salimos de casa, tomamos camino hasta su coche y con un fuerte abrazo me despido. –Dales mi saludo a tus abuelos, no olvides entregarle el obsequio que compre para ellos, ¿Vale? –Eric asiente y me sonríe, sus grises me observan detalladamente. –Es él ¿No? –bajo la mirada, sé que se refiere a Abel, en una de mis borracheras termine por contarle todo, me sentí muy mal, pero no imaginan como Eric me ha dado el mejor de los apoyos y consejos. – ¿Estarás bien con su presencia? –me encojo de hombros y asiento. –Créeme Eric, estaré muy bien y más con lo que hace un rato me dijo, ya te contare cuando vuelvas, ¿Vale? –sonríe y asiente, con otro abrazo y un beso en mi mejilla se sube a su coche y se marcha. Yo espero a que salga del lugar y en cuanto dejo de ver su coche vuelvo dentro, froto mis manos en mis brazos, el frio ya se está haciendo presente. –Pia. – ¡Carajo! –salto del susto y llevo la mano derecha hasta mi pecho, al ver a mi lado derecho encuentro a Abel venir de la cocina. –Me asustaste... –sonríe, pero es una sonrisa tan carente de emoción. –Así que... ¿Tienes algo con ese tal Eric? –abro mis ojos en su totalidad y asombrada lo miro. –Samantha me lo ha comentado, bueno, no exactamente a mí, la escuche comentarlo a otra persona... –sonrió con arrogancia y mordiendo mi labio inferior niego, me cruzo de brazos, eres una ama Samantha. – ¿Y? ¿Me vas a felicitar? –no sé qué decir, no sé qué espera que le diga. – ¿Te gusta? ¿Él te gusta? –su voz se torna desesperante y agobiante, me encojo de hombros, enfoco mi mirada en él. –Creo que eso no te incumbe a ti, Abel... –doy dos pasos hasta él y subo mi mirada por lo alto que es. –Ni que fuéramos amigos, para contarte mis cosas. Exclamo fríamente, puedo ver como en solo segundos todo su cuerpo se ha tensado, no sé si estoy haciendo lo correcto, no sé si estoy actuando de la mejor manera, pero que jodido es, cuando te destrozan el corazón con unas simples palabras. Pasas de estar en una nube a estar sobre un montón de piedras punzantes, eso es lo que me ocurrió en cuanto Abel se expresó así de la carta, estuve meses, sobre una nube, esa que se mantenía blanca y esponjosa, pero en solo un segundo se desvaneció y caí sobre un montón de piedras duras, frías y punzantes. Lo siento Abel, pero no estoy para tus vaivén de sentimientos inestables.
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