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Un idiota encantador

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Blurb

La línea del odio al amor es tan delgada que a veces la cruzamos sin darnos cuenta. Emma estaba justo en el medio. Amándolo y odiándolo con la misma intencidad. Es Nico quien toma su mano y la empuja al lado del amor. Pero él, ¿de qué lado queda?

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Sexi idiota
Emma —ya te dije, lo de Maximo fue pasajero. No me interesa volver a verlo— repito por enésima vez. Sofí está más que interesada por unirme a su lindo primo. No es que el chico me desagrade, pero él es otro más que se suma a mi lista de fracasos. Lo cierto es que mis últimas citas no salieron como esperaba. Uno tras otro me ha demostrado que tengo un problema a la hora del sexo y hoy mi prioridad es ver a un doctor. Necesito solucionar mi falta de placer antes de que esto se vuelva un problema en mi vida. Aunque todavía no sé si esto es psicológico o físico. —tu problema es que solo buscas sexo, puerca— me recrimina. —necesitas alguien que te haga sentir bien. Si mal no recuerdo, dijiste que era lindo y que fue un caballero. Suspiro. Todo eso es verdad y me odio por solamente pensar en lo malo que es él en la cama. Pero diré a mi favor que Maximo fue lindo conmigo nada más hasta que logró correrse. Después de eso, literalmente se excusó y me dejó sola en aquel hotel. Al igual que los anteriores. —sí, sí. Él es maravilloso, pero... No sentí química. Miento descaradamente. Pues, hubo química con él y con los otros dos anteriores. Pero la burbuja se rompió en el momento en el que me desnudé para ellos. Cómo si mi cuerpo supiera que toda esa caballerosidad era fingida. —eso no es lo que él dice. No sé lo que le hiciste, pero quedó loquito por ti. Todo el día repite que fue la mejor noche de su vida. Sonrío. Al menos uno de los dos la pasó bien. Y no lo culpo. Lo toqué, Monté e hice tantas cosas para darle (y tratar de sentir placer) que el pobre había salido del hotel como si fuera Bambi recién nacido. Pero así como terminó, se fue y su insistencia en volver a verme me hace sentir usada. —Quiero alguien que se quede después que la calentura pase, que se preocupe por devolverme un poco de placer, también que quiera compartir algo más que la cama. —ya, ya— me corta la explicación rebuscada. Es obvio que insistirá y buscará la manera de que acepte otra cita con su lindo pariente. Siendo sincera, no sé cómo salir de esto, porque quiero y a la vez no. —dale una última oportunidad. Lo del otro día fue por nervios. Verás que le encantará hacer más que jugar cosas de mayores— suspiro. Ella no comprende. Quiero el paquete completo, hacer cosas de mayores y disfrutar la compañía. Pero por lo visto, no puedo tener los dos juntos. Ruedo los ojos. Termino de aplicar mi labial rosa mate y tras mirar mi reflejo por última vez, contesto. —tengo que volver al trabajo. —primero dime qué sí y te dejaré tranquila— insiste. —a demás, ¿Qué más quieres? Cualquiera diría que estás esperando al príncipe azul. —lo pensaré— digo con molestia. Estaba por agregar algo más, pero Sol ingresa al baño y siento vergüenza de lo que pueda escuchar. —me quedan seis horas de trabajo. Si no muero me gustaría salir esta noche. Solo chicas— aclaro para que no haga planes. —necesito un tampón y una aspirina— Escucho que dice mi compañera de trabajo. Luce muy mal y siento lástima por ella, tanto que no escucho lo que mi amiga dice al teléfono. Su jefe es el más insoportable de toda la empresa y a causa del estrés vive con migraña y dolores musculares. Esta chica, irónicamente tiene el trabajo más envidiado y el más odiado al mismo tiempo. Y es que Nico es... Sacudo la cabeza para borrar la imagen del rubio en mi mente. Cabello color oro cubriéndole los ojos, su boquita preciosa, hinchada y tentadora. Las venas de su cuello marcarse cuando se enoja. Dios... —adiós, Sofi— cuelgo la llamada y busco en mi cartera lo que Sol necesita, con suerte tenga bragas de repuesto. Ella me sonríe como si yo fuera su persona favorita del mundo lo que me hace sentir incómoda, pues no tenemos esa relación. —de verdad eres una joyita. No me sorprende que el jefe te tenga como su mano derecha a pesar de ser tan joven. Tan joven... La miro de arriba abajo. Por un momento olvido que ella tanto como las otras empleadas, se la pasaban hablando de mí, no merece mi amabilidad. Llevo más de un año trabajando para esta empresa y desde el primer día, el rumor a cerca de mi romance con el jefe me ha perseguido. Cómo si un viejo en sus sesenta con marcapasos podría darse el lujo de acostarse con una mujer cuarenta años menor. Eso, sin contar con que él está felizmente casado. Al principio no me molestaba, ya que solo son mentiras de mujeres envidiosas. Pero con el tiempo se convirtió en un verdadero grano en el culo. Mis compañeras me miran con burla y los hombres con lascivia. Creen que soy presa fácil y nunca falta el desubicado que hace algún comentario sexista. O sea, aquí tengo que remarcar algo. No seré la presa más fácil, aunque basta con que el hombre me guste para ir por él. Pero, ¿Aquí? ¡claro que no! Este lugar es mi trabajo, estoy aquí por mis propias metas personales y hasta ahora, jamás di motivos para que piensen que soy una puta. Me llevó muchos meses demostrar que soy eficiente y que nadie merece este puesto más que yo. Incluso, el cargo de secretaria me queda demasiado chico. No es por nada, pero esta empresa se dedica a fabricar muebles y la de mi familia también. Yo sé todo a cerca de marketing, sé lo que la gente quiere comprar, lo que busca, lo que es capaz de pagar, a demás de diseño y producción. Y se preguntarán, ¿por qué me conformo con este trabajo cuando podría manejar otra empresa mucho más grande? Lo cierto es que mi padre me obliga a valerme por mi misma. Según él, necesito demostrar que puedo llevar adelante una empresa empezando desde abajo y solo me aceptará si lo demuestro consiguiendo un cargo importante aquí. Y estoy a nada de conseguirlo. Salgo del baño y vuelvo a mi lugar de trabajo. Un pequeño cubículo que comparto con Sol y por eso puedo escuchar sus bufidos cada vez que su jefe le da una orden absurda. Antes me reía, ahora siento pena. Si fuera yo, ya habría renunciado hace rato. Bah, ¿A quién engaño? Ninguna mujer renunciaría a ese trabajo. Nadie está tan loca como para perderse ver todos los días al lindo de Nico Aunque este, sea la persona más desagradable del mundo. Me gusta, no lo negaré. Vivo gracias a nuestras peleas diarias y a esos encuentros a solas en dónde me puedo dar el lujo de provocarlo. No me malinterpreten, jamás coquetee con ese ser infernal y no por falta de ganas. si no porque no sería beneficioso intentar seducir al hijo del jefe, pero me encanta hacerlo enojar. Por dentro sé que él también lo disfruta. —Sol café— se escucha a mi lado. Volteo a penas y puedo ver la luz del intercomunicador titilar dos veces y volver a apagarse. —sí que es un idiota— digo cuando notó que ni siquiera se tomó la molestia de esperar una respuesta. Nico no es ni la mitad de caballero que su padre. Una verdadera lástima. —Emma, ¿Tienes lo que te pedí? Me gustaría darle un vistazo antes de la reunión. Ahora era el turno de mi aparato. Con la diferencia de que mi jefe espera respuesta. —si, ya te lo llevo. —¿Y podrías traerme algo caliente para tomar? Su voz simulando inocencia me hace reír. —nada de café, lo sabes— le recuerdo. Mi jefe es adicto al café y hace meses que no puede beber por su salud, pero siempre busca la manera de hacerme olvidar ese detalle. Café... Miró la puerta del baño al final del pasillo y pienso en Sol. En verdad se veía mal. Quizás le tome varios minutos salir y para cuando vuelva, su jefe estará molesto. La máquina de café está junto a nuestro cubículo y no debería tomarle tiempo en llevárselo. Lo reflexiono y termino poniendo una taza bajo el chorro humeante. Y un saquito de té en otro. —voy en seguida— contesto al mayor de los Paz y preparo todo lo que me pidió. *** Lo pienso, lo dudo. Me lleno de seguridad y vuelvo a arrepentirme. Mi mano pica cuando toco la puerta de la oficina y ruego al cielo para que no conteste. Después de todo, no tendré problema si su café no llega. Al contrario, me ahorraría verle la cara de culo. Repito, ¿A quién engaño? Esto no es por hacerle un favor a Sol, tampoco me desagrada la idea de ver la cara de Nico, Este hombre es la cosa más sexi que jamás veré en la vida y a pesar de estar último en mi lista de hombres con los que quiero tener una relación, eso no significa que mis ojos no sientan placer de verlo. Aunque solo sea ver como frunce el ceño u oírlo gruñir por tener que compartir el mismo aire que otro ser vivo. —¡Ya, pasa maldita sea!— grita tan grosero como de costumbre. Inhalo profundo e ignorando su falta de modales abro la puerta e ingreso. Está sentado en su silla detrás del escritorio. Su cabello rubio despeinado y su camisa apretando todo su bello con una postura encorvada. Me pregunto si hay algún momento del día en el que se relaje, o si no le duele la espalda al tensarla tanto. En silencio dejo su café sobre el escritorio y no pretendo esperar a que me dé otra orden. Volteo lista para atender a mi jefe y aunque jamás lo admitiría, me llevo su imagen salvaje en mis pupilas. —Sol, tienes quince minutos para traerme la propuesta impresa para los inversionistas. Ahora sí, mi compañera está en problemas y ahí ya no puedo meterme. Demasiado tengo con mi propia propuesta como para hacer la suya. —disculpe, Sol estaba descompuesta en el baño. Ni bien me oye, levanta el mentón para mirarme. Creo que veo una media sonrisa adornar su regordete labio, pero esa acción es opacada por su entrecejo fruncido. —entonces lo harás tú— manda. Oh, sí. Ese es mi pie para comenzar nuestra linda pelea del día. Por la virgen María que estuve toda la mañana esperando por esto y lo disfrutaré al máximo. —con gusto señor. En unas...— alargo la última vocal mirando el reloj de mi muñeca. —Seis horas lo tendrá listo. —no, lo quiero para ayer— escupe con los ojos a punto de salirse. —no me hagas repetir las cosas. Es urgente y necesito esa propuesta para la hora de la junta. —de ser así, debería ponerse a trabajar. Tiene una impresora aquí en su oficina, nada le cuesta usarla— sonrío y él se levanta como resorte. —¿A quién crees que le hablas con tanta insolencia?— gruñe. Sus pasos retumban a pesar de que el suelo está cubierto por una alfombra gruesa, o es mi corazón que late como un loco, lo cierto es que necesito esto. Ver sus ojos cargados de furia es vitamina para mí. Ni siquiera sé por qué, pero me gusta verlo furioso. —tienes diez minutos— susurra aparentado los dientes. Está tan cerca que puedo apreciar su aliento fresco y el olor delicioso a su jabón de baño. Maldición... Siento mariposas en el estómago y quiero vomitar. Esto se convirtió en una adicción peligrosa, un veneno que podría matarme en cualquier momento. —¿O si no?— lo provoco un poco más. Su nariz se arruga con odio. —le diré a mi padre que te quiero como mi secretaria y haré tu vida imposible. Oh, mierda. SI. Mejor dicho, ¡NO! Si eso pasa, jamás tendré ese ascenso por el que tanto trabajé. —señor, eso ya lo hace— trato de sonar inocente. —a demás, su padre jamás aceptaría cambiar de secretaria. Yo soy insustituible. Me mira con incredulidad. Da un paso en reversa y lleva ambas manos a sus bolsillos del pantalón. Sus ojos recorren mi persona y a pesar de traer un traje de dos piezas que no deja ver nada de piel, me siento desnuda ante él. —Te acuestas con él. No sé que es lo que más me molesta. Si el hecho de que lo diera por cierto o porque es él quien lo piensa. —dime, ¿Qué es lo pasa entre ustedes?— ordena. Ahora es mi turno de fruncir el ceño. —yo hago lo que él pide y recibo mucho dinero a cambio— gesticulo con las manos, como si le estuviera hablando a una persona con retraso. Pero en verdad, ya no sé cómo explicarle —se llama trabajo. Deberías relacionarte más con esa palabra en lugar de esperar que otros lo hagan por ti. Sus ojos flamean con ira pura. La vena de su cuello palpita conforme avanza el espacio que nos separa y mi corazón está al borde de salir saltando de su caja torácica. Todos mis sentidos se despiertan con su cercanía, se inclina, uno de sus brazos va a parar a la puerta detrás de mí y la mano libre que le queda se enreda en los cabellos de mi nuca. Olvido como se respira. Estoy emocionada y un poco intimidada. Nico es un idiota, pero sé que jamás se animaría a golpear a nadie. Pero me asusta que intente cruzar esa línea innombrable. La línea del supuesto odio mutuo que nos tenemos. ¿Ya saben lo que dicen? Del odio al amor hay un solo paso. Sé que es estúpido y algo infantil ese pensamiento. Pero sinceramente a veces siento que podría pasarme con él. Un día lo odio, al mismo tiempo no puedo evitar babear por él, al siguiente me imagino matándolo y al otro montándolo. Ok... Entendieron. —te estás metiendo en terreno peligroso— susurra tan cerca de mi boca que su aliento me llega a los pulmones de manera inmediata. ¿Va a besarme? ¿Cómo haré para detenerlo? Mejor dicho, ¿Lo detendría? Ni siquiera me importa que el té de su padre queda en medio de los dos y un poco se vuelca en nuestros estómagos. Al parecer, pasamos por alto ese detalle. Como si el cerebro se rehusara a pensar en cosas externas. —¿qué tiene un hombre de su edad que podría atraer a una mujer bella cómo tú? Él no puede darte más que dinero y la vida es demasiada larga como para conformarse únicamente con lo material. Me siento ofendida y terriblemente abrumada. Él no solo está seguro de que me acuesto con su anciano padre, también cree que soy bella y no sé a cuál de las dos revelaciones hacerle caso. Patética... —nada se compara con la experiencia— Diciendo esto, lo empujo lejos de mí. Su cuerpo cálido es demasiado tentador para mi necesitado ser. —con él aprendí cosas que tú ni te imaginas. Cosas que aún no has experimentado— su ceño se frunce nuevamente al igual que sus labios y nariz. Resopla como si se estuviera conteniendo y decido que es todo por hoy. —hablo de lo laboral, Nicolas. Carcajea. Su expresión de enojo cambia radicalmente a una de burla. No sé lo que está pensando y tampoco me interesa. Acomodo mi cartera en dónde guardé cuidadosamente mi propuesta para el señor Paz y me fui dejándolo solo con sus suposiciones. Que se vaya a la mierda.

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