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Los Secretos de Jazmine House

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¡No soporto que me vean por encima del hombro!, mi vida será lo que yo decida, los que me desprecian a mí, y a mi familia en este momento, van a volver rogando por nuestra atención ¡lo prometo!

Así comienza la lectura del diario de la duquesa Albender, una de las más queridas y perfectas damas de la sociedad londinense… ¡Eso creían todos a su alrededor!, en algún momento fueron víctimas directas o indirectas de una mente macabra. ¿Qué puedes hacer al descubrir que toda tu vida gira en torno de una mentira?, apariencias, asesinatos, robos, manipulación, infidelidad…todo bajo la fachada de una perfecta mentirosa, ¡lo peor, partió impune de este mundo!...

Y eso es solo una muestra, de que en este mundo las apariencias son lo mas importante...

El actual Duque Charles Albender, tomara las decisiones mas inesperadas, para preservar su legado, mientras inicia una relación de amor-odio con su prima adoptiva Elizabeth, la cual lo hace responsable de todas sus desgracias ¿cual sentimiento prevalecerá el amor o el odio?

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"DE DON NADIE, A MAJESTAD"
París-, Francia 15 de octubre de 1700 Charles Albender Acabo recibir un correo muy especial, donde se me informa que mi tío, Alexander Albender, ha fallecido hace un par de meses dejándome como el único heredero de su legado. Mi tío solo procreo mujeres, por lo que su titulo y propiedades vinculadas a él, vienen a parar a mis manos, no soy cercano a ellos, ¡no he pisado su propiedad jamás! Ya que formo parte de sus parientes pobres, mi padre fue el segundo hijo y como se caso por debajo de su posición, fue desechado como basura por toda su familia. Mañana parto a recibir lo que me corresponde a Inglaterra, mis costumbres obviamente son, sencillas. Soy abogado de oficio y me dedico a la escritura como afición, no he tenido gran éxito en lo segundo… Actualmente tengo 25 años y no me he casado, digamos que las mujeres huían, debido a mi constante estrechez económica, mis padres murieron en un accidente de coche, por lo que a los 15 años ya era huérfano, gracias a un amigo de mi padre logre culminar mis estudios superiores, pero no fue fácil. Recuerdo claramente el día que fallecieron, yo me quejaba de todo me asqueaba nuestra "pobreza" no tenia ni idea que podía estar peor. —Padre en serio detesto esa escuela. — Le digo abordando el viejo carruaje que nos sirve de transporte, nuestro caballos están viejos y desnutridos, pero no estamos en la indigencia solo vivimos humildemente. —No te quejes, tienes techo, comida, estudios y unos padres que jamas te darán la espalda,. — Responde mi madre tocando cariñosamente su vientre, sé que mi familia paterna tiene, mucho dinero¡pero no los conozco! viven incluso en otro país, los caballos avanzan con la guía diligente de mi padre. El coche comienza a tomar velocidad, ¡mi padre nunca corre de esa forma! escucho disparos, estoy aterrado pero abrazo a mi madre para protegerla ¡tiene 7 meses de embarazo!. Se parte una rueda de la carreta, y el coche da varias vueltas por un precipicio, trato de cubrirla a mi madre para que se lastime lo menos posible , pero se golpea muy fuerte la cabeza, a medida que caíamos dando vueltas, no logro comprender lo que sucede ¿porque unos bandidos nos atacan? si somos pobres como ratas, es el ultimo pensamiento que tengo antes de golpearme la cabeza y perder el conocimiento. Despierto en una cama, al abrir los ojos tengo una venda en la cabeza, estoy solo en la habitación blanca, me levanto despacio buscando a mis padres con la mirada, estoy en calzas pero no me importa en lo absoluto. Salgo a un pasillo y una mujer que no conozco se me acerca. —Debes quedarte en la cama, son ordenes del doctor. — Me ordena seria —¿Mis padres, donde están?.— Le pregunto y ella me ve con lastima. —Lamento ser portadora de malas noticias, pero tus padres murieron en el accidente, al parecer los confundieron con alguien e intentaron robarles.— Continua hablando, pero ya no escucho nada, sin mis padre ahora si no tengo nada... Eso recuerdo me persigue de manera constante, la perdida de mis padres es algo que talvez jamas lograre superar del todo. Mi vida ha sido difícil, por poco muero recientemente, sirviendo a Francia ¡pero todo ha sido por demás infructuoso para mí!. Me es difícil procesar que ¡a partir de hoy soy el Duque de Albender!, subo a preparar. mi equipaje no tengo personal de servicio, ¡nada es digno de un duque!. Ni siquiera las roídas maletas que herede de mi padre ¡jamás viajo!, mi ropa se compone por cuatro trajes viejos y desgastados. La ansiedad me carcome, ¡a partir de hoy, mi vida cambio para siempre! Estoy emocionado y un poco asustado debo admitir, ya que sé, no seré bien recibido por la familia ¿Como serlo? Si todo lo que creían que sería su herencia, pasa a manos de un desconocido. Esta noche no puedo comer casi nada, ¡tengo el estomago completamente contraído de la emoción ¿Qué sentirán todas la mujeres que me han rechazado por un buen partido? Me acuesto en mi colchón viejo,por última vez y si Dios me lo permite, comienzo a imaginar la vida de lujos con los que viviré a partir de ahora, mientras observo sin ningún tipo de nostalgia la casa en la que me encuentro, con las paredes desconchadas por la humedad, un moho verde inundando la parte inferior y el frió que cala los huesos, nada de esto extrañare. El reloj en la pared marca las cinco de la mañana y ¡no he pegado un ojo en toda la noche!, comienzo a prepararme para el largo viaje en barco, me coloco sobre el traje un abrigo marrón largo, necesito afeitarme la barba larga cubre parte de mi rostro, agregándome unos años que no tengo, la imagen que me devuelve el espejo, no es la más atractiva, lo único rescatable son mis ojos, de un verde muy profundo, mi padre también los tenia de ese color y me contó alguna vez que su madre la duquesa Caroline Albender también los tenía así... Tomo el par de maletas que componen mi equipaje, el contenido solo es importante para mí, un par de mis manuscritos, un par de zapatos extra, la poca ropa que tengo y mis documentos. Soy un poco introvertido, por lo que no tengo de quien despedirme. Abro la puerta principal de mi propiedad y esta rechina a modo de despedida ¡espero jamás en la vida volverla a abrir!. Cuando piso la calle, la luz del alba comienza a iluminar las calles de parís de forma encantadora, a pocos metros un joven mendiga por un poco de pan tiene un aspecto cadavérico, ¡la vida lo ha tratado peor que a mí!, tiene las manos extendidas y yo sin palabras coloco las llaves de la casa de la cual tanto me queje en sus manos, él me mira a la cara sin comprender lo que esta sucediendo. –Es tuya, no es lo mas cómodo pero tendrás un techo y un colchón donde dormir.— Le digo serio —¿No bromeas?.— Responde asombrado y desconfiado. —Mi vida cambio, puedo permitirme cambiar la tuya, no es mucho es la casa diez al final de esta calle.— Le explico un poco apresurado. —Dios le bendiga mas, unos días más en la intemperie y muero del frió ¡no sabes lo que se sufre sin nada!.— Me explica él llorando, abro mi abrigo y saco del bolsillo interno los documentos de propiedad ¡ojala no me arrepienta!, se los entrego también y avanzo ante su mirada atónita. —El número diez.— Le rectifico caminando de forma apresurada hacia una nueva vida. —Gracias.— Grita, él corriendo emocionado hacia la casa, allí encontrará un poco de pan duro que no pude comer por la emoción, algunas conservas y por supuesto todos mis muebles viejos. Parto con una sonrisa de idiota en la cara, detengo un coche de alquiler en la calle, para que me traslade hasta el muelle desde donde zarpara el barco que me llevara a mi destino en Inglaterra, el viaje dura meses, por lo que tome ¡todos mis ahorros para poder costearlo! y alimentarme en el camino ¡espero me alcance!. La aristocracia suele hacer estos viajes por placer algunos la llaman la ruta de París, este viaje en especifico cambiará mi vida para siempre. —Le cancelo al cochero, y me bajo con la barbilla alzada, lo más digno posible, compro el boleto ante la mirada de superioridad de muchos pasajeros, estoy acostumbrado al menosprecio social, aunque según dice mis pocas amistades, los ingleses son mas clasistas aún… Solo que allá no llegara Charles Albender, llega el duque de Albender, sé que muchos de los que en este momento me ven, como la cosa más insulsa de este mundo, me rendirán pleitesía en aquel lugar. Subo la gran embarcación y la brisa de mar frío golpea furiosamente mi rostro, el olor salino penetra mis fosas nasales, en la cubierta comparten muchas personas aunque los que se notan distinguidos ven a los demás por encima del hombro, ¡yo jamás seré tan hijo de puta!. Comienzan a levantar con lentitud el ancla y encienden los motores a vapor que nos llevarán a nuestro destino, el sol ya esta brillando de forma furiosa en el cielo. Un hombre pasa a mi lado tropezándome el hombro y no se disculpa dejándome asombrado por su falta de modales. —Es el Conde de Windsor esta, arruinado pero aun así cree ser superior.— Me dice el hombre a mi lado tiene estampa similar a la mía… la pobreza se le nota a leguas de distancia. —Soy Terry por cierto.— Me dice dándome su mano —Charles.— Le estrecho su mano con amabilidad. —Todos los nobles son iguales.— Murmura asqueado —Difiero amigo, no puedes meter a todos dentro del mismo saco.— Le confronto con burla. —Has conocido uno diferente.— Pregunta con los ojos entrecerrados y abrazándose así mismo, no lleva abrigo y hace frío… —Si.— Le contesto sin dar mucha explicación —¿Por qué te vas a Londres?.— Pregunta soplado sus manos para calentarse —A cambiar mi vida, digamos que aquí no me ha ido muy bien.— Le respondo —Mi hermano se fue hace tiempo y no he tenido noticias de él ¡toda mi familia esta preocupada! Debo localizar al cabeza dura para que se queden tranquilos—Me dice dándome una explicación que nunca pedí. —Deberías bajar a tu camarote, te congelaras si sigues así.— Le advierto al verlo temblar —Es cierto, estoy algo nervioso jamás he salido de París, lo siento estoy abrumándote con mis cosas— Me dice apenado. —No te preocupes, será interesante tener un compañero de viajes y anécdotas como tú.— —Voy a mi camarote, a descansar un poco ¡no dormí en toda la noche!.— Me confía sonriendo —Somos dos.— Le respondo yo confiándole un poco mi intimidad Bajamos rumbo a la tercera clase, donde nos corresponde y resulta que dormimos en el mismo espacio en camas literas junto a otros dos, que cuando entramos estaban discutiendo que cama ocuparan. —Señores buenos días, la cama esta asignada según el boleto, allí está el numero fíjense.— Digo al entrar terminando con la discusión que ambos tenían al instante, sin embargo se ven entre sí, con resentimiento. ¡Presiento será un muy largo viaje!... .

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