1-Ilusiones
*Una semana antes de la boda*
—Estoy tan emocionada de que me des tu opinión —dije mientras me veía al espejo de la tienda, dentro del gran probador de vestidos. La emoción que sentía era tanta que me era imposible describirla sólo con palabras. Mis manos temblorosas, indicaban lo nerviosa que me sentía de que al fin el gran día llegara.
—Pues no tardes tanto y sal —me gritó un poco mal humorada mi hermana. Respiré profundo, volteé sobre la pequeña tarima en la que me hallaba parada, y las cortinas que me separaban de el resto de la tienda se abrieron.
Mi rostro iluminado por la ilusión se maravilló al verme así vestida, ya con el collar, los aros y el velo de novia que era sostenido por el pequeño adorno de flores sobre mi cabeza.
Mi madre y mi hermana me observaron en silencio. Fruncí un poco el ceño al notar lo poco emocionadas que lucían.
—¿Qué sucede? —pregunté con temor de escuchar la respuesta.
—Bueno... —titubeó mi hermana. Elevé las cejas esperando oírla, ella parecía no hallar las palabras para expresar lo que sentía —. Es lindo... Digo, si te gusta el corte princesa pero... No sé... Yo...
—No es para ti, dilo de una vez Samantha. —dijo de pronto mi madre con tono frío. Abrí los ojos ante lo cruel de su comentario —. Te ensancha las caderas, y hace que tu busto parezca aún mas inexistente. No es el vestido para ti, Alexandra —ante cada palabra mi autoestima disminuía aún más, la belleza que observé antes se desvanecía poco a poco —. Aceptalo y busca otro que te haga lucir más como una novia y no como una piñata.
Los dependientes, y la modista que se encontraban en el lugar quedaron estupefactos. El clima era tenso, y nadie emitía palabra. Mi hermana Samantha permaneció en silencio. Nadie era capaz de contradecir a nuestra madre... Y menos ella, su predilecta.
Respiré profundo y la gran sonrisa desapareció, giré para observarme una vez más en aquel vestido y sin decir nada, me despedí del que yo creía era el vestido de mi sueños.
—¿Puede mostrarme otros modelos? Por favor... —la mujer de cabello rojo y rostro algo arrugado frunció el ceño.
—¿Está segura de que eso desea? —preguntó. Me sentí abrumada, luego de aquellas palabras ya no tenía ánimos para seguir buscando vestidos. Lo malo era que mi madre y mi hermana se habían tomado el día para ayudarme y no deseaba que perdieran el tiempo por mi culpa.
—Claro que eso quiere ¿acaso está sorda? —la descortesía con la que mi madre se había dirigido a la señora me apenó.
—Por favor, muestreme otros diseños... —la mujer de cabello rojo, me indicó un pasillo al cual ingresé siguiéndola. Unos metros mas adelante una horda de vestidos colgados en perchas me tomaron desprevenida. Filas y finas de vestidos.
—¿Quiere probar con algún estilo en particular? —negué con rapidez.
—No, sólo... Enseñeme cualquiera... —bajé el mentón un momento. Las palabras tan dirás de mi madre resonaban en mi cabeza.
¿De qué me sorprendo? Siempre se comporta así conmigo... Fue muy ingenua al creer que por ser mi boda ella me trataría diferente...
Levanté el rostro y dibuje una sonrisa en él.
Nadie tenía que saber que me hallaba triste. No era su problema...
Recorrí varias filas hasta encontrar uno que creí que pondría feliz a mi madre. Me casaría en una semana y debía estar lo mejor posible.
Lo escogí y casi que corrimos al probador. Mientras me quitaban el primer vestido, mi celular sonó desde mi cartera. Le pedí con amabilidad a la joven ayudante que me lo pasara,con una sonrisa ella acató mi petición.
—Hola —mi voz salió algo apagada.
—¡Hola preciosa! —la voz suave y tierna que salía del otro era de Hope —. ¿Cómo va todo? En verdad lamento no haber podido ir contigo...
—No te preocupes, entiendo que tu trabajo es importante —al estar ya libre del vestido, me mostraron el que había escogido. Un corte sirena, con mangas cortas realizadas en encaje, y con un escote corazón el cual era cubierto por el encaje —. Todo bien por aquí. No te pierdes de nada.
—¿Bromeas? —su voz se elevó —. Mi mejor amiga se casa, y yo estoy aquí sentada en mi oficina viendo expedientes en lugar de ver vestidos —resopló algo molesta, luego se calmó y volvió a sonar dulce —. ¿Estás bien? Te siento algo apagada...
Un suspiro abandonó mis labios de manera inconsciente. Le sonríe a la ayudante de cabello corto que me sostuvo el teléfono, mientras me ayudaban a colocarme el vestido.
—Espera un segundo —agregué con voz fuerte, para que Hope no creyera que se había cortado la llamada. El vestido subió como un guante, y en lo que lo abrochaban volví a tomar el celular —. No me pasa nada —el aire me cortó un poco, lo sentía apretado —. Sólo que ya sabes como es mi mamá...
—¿Qué? ¿Esa bruja te acompañó? Nooo, ahora mismo voy para allá —la escuché mover cosas, y gritar algo pero la detuve. No dejaría que dejara todo de lado por mis inseguridades —. ¿Te das cuenta de que a ella ningún vestido le gustará?
—Si, pero vino y en verdad lo agradezco—una vez el vestido estaba puesto, respiré.
—Ya puede verse —la joven de cabello corto me sonrió —. Se ve hermosa.
El vestido no estaba mal, se ajustaba a mi figura, pero la cinta que cruzaba por el medio me asfixiaba un poco. En verdad, no era lo que yo había imaginado... Pero quizás esto pondría feliz a mi madre. No perdía nada con intentar.
—Hope, estoy bien, en verdad —mi voz salió amable y hasta agradable —. Te prometo que en cuanto acabe te llamo. Te quiero.
—Adiós... —fue lo último que la escuché decir antes de volver a salir.
Coloqué una sonrisa en mi rostro, me costaba un poco caminar, no estaba acostumbrada a este tipo de cortes en los vestidos, subí a la tarima y la cortina nuevamente se abrió.
Observé a mi madre y a mi germana. Ninguna sonreía. Me sentía cansada, y sólo llevaba dos vestidos.
—Al menos en este si se te ve como un ser humano... No está mal —fue lo primero que salió de los labios de mi madre. Jamás entendería el por qué de su forma de actuar conmigo.
—Te ves linda —agregó no muy convencida mi hermana. Asentí y volví a entrar. El estómago me dolía, y quería irme... Pero no podía. Debía hallar un vestido.
—Aún así preferiría ver otros modelos —agregó mí madre mirándome de arriba a abajo analizando cada detalle —. Quiero que luzca despampanante... No tendrá la belleza de su hermana, pero tampoco es tan fea como no lograr hallar algo que la haga lucir bien.
—Mamá...—le reprochó mí hermana, pera está le lanzó una mirada firme que la dejó sin palabras.
—Si estamos aquí es para ayudar a tu hermana ¿O acaso quieres que luzca como una foca ese día? —sus palabras calaban profundo en mí ser. Mí sonrisa no se desvanecía, aunque por dentro sólo deseas correr.
*******
—Ian me habló para que cenáramos juntos —agregué mientras me despedia de mi familia.
Mi madre ya se encontraba esperando por mi hermana en el auto. Casi no había hablado conmigo luego de dejar la boutique de novias. La observé desde la vereda, ella ni siquiera volteaba hacia nosotras.
—Que bueno —contestó Sam con alegría, pero parecía confundida —. Me alegró venir, tu vestido es hermoso. Nos vemos —en una despedida rápida, salió disparada hacia dónde el chófer le abría la puerta.
—Señorita —Marcus me sonrió y bajó un poco la cabeza a manera de despedida, mi madre parecía muy apurada por irse.
Loa vi alejarse, observé de nuevo los vestidos que brillaban en la vidriera y allí, sin buscarlo encontré el reflejo de una mujer que no se hallaba emocionada por la compra que acababa de hacer.
Saqué mi celular, y llamé a mi prometido. El celular tardó en comunicarnos, pues me mandaba al buzón.
—Hola Alexandra —su voz sonó algo nerviosa, pero decidí restarle importancia —. ¿Cómo te fue?
—Bien, pero te cuento todo en la cena.
—Me parece bien, adiós —no tuve tiempo a decir nada más. Él cortó. Sorprendida fruncí el ceño, y simplemente volví a observar mi reflejo. La imagen de mi madre volvió a mi mente.
Ambas sentadas en aquel jardín de casa que tanto adoraba de pequeña, mi madre llegando de la comida que había tenido con sus amigas, junto a Sam. Ambas lucían hermosas, mientras que yo disfrutaba de jugar entre las flores.
—¿Qué haces niña? Pareces una indigente. Mira nada más como traes la ropa —un sonido de molestia abandonó sus boca —. Deberías de aprender de tu hermana... Pero qué puedo esperar de alguien como tú —con fuerza toma mi brazo y me levanta del suelo, aplastando en el camino los brotes que acaba de sembrar. Mis ojos llorosos cubrían mi visión —. A nadie le agradan las niñas sucias, ve a darte una ducha.
Con la cabeza gacha camino a la casa ante la atenta mirada de ambas.
—Alexandra —la escucho decir con presencia, giro y sus celestes ojos se clavan en los míos —. Sabes que nadie quiera a las niñas que lloran.
Me trago mi dolor, y dibujo una sonrisa en mi rostro. Ella me observa y asiente. Me alejo sonriendo falsamente, mientras mis lágrimas caen por mis mejillas.
De nuevo, me encuentro con esos ojos marrones observándome desde el reflejo de la vidriera. Bajo la mirada unos segundos, respiro, al elevar la vista una sonrisa aparece en mi cara. Me aferro a mi bolso, tomó las llaves de mi auto y me alejo.