Kaelin
Mientras Cathy mecía a Samuel de un lado a otro, le conté una de las historias que solía leerle a Pax sobre un alfa que protegía a su princesa. Me sorprendió recordar la historia después de tantas semanas, pero lo que más me sorprendió fueron las emociones que me invadieron mientras la recitaba.
Asociaba esa historia con los niños, con esos adorables pequeños que aún conservaban la maravilla en los ojos. Ahora, se la contaba a un niño al que le habían robado la infancia. Fuera lo que fuera que hubiera vivido o visto, le había causado un daño increíble. Aún no se había curado. Y ¿cómo podría sanar? Pensé en Pax, que tenía más o menos la misma edad que Samuel hace diez años. Si él muriera o desapareciera, sentiríamos una pérdida insuperable.
Y con mi propio pequeño en camino, el pe
