Capítulo 3. James

2004 Words
James estaba esperando un nuevo lote de mujeres. Sus primos de Europa del Este estaban mandando carne humana de primera calidad para su mercado. Las europeas eran muy requeridas en la subasta. Decían que eran buenas en la cama, pero a James no le apetecían...prefería las locales... Lamentablemente la única mujer que lo enloquecía en la cama había salido del mercado de forma permanente. Él sabía que ella creía que él no estaba al tanto...pero habían sido más que amantes, ellos habían sido amigos también así que entendía la precaución de Gia. Primero porque había sido secuestrada por el Comando, la fuerza paramilitar de Elite de los changers y de esa forma desapareció misteriosamente. Lo que había ocurrido después, la realidad era que James solo tenía retazos de información...según sus fuentes, un teniente letal del comando había quedado prendado de ella al punto de que había desertado de las fuerzas para rescatarla...y de alguna forma terminaron en la manada de los Falcone. Y emparejados, quien lo hubiera dicho...siempre había pensado que ella era de las que no se emparejaban, pero se alegraba por ella...sabía que había sufrido un ataque la manada por parte del comando, pero de alguna forma lograron repeler a las fuerzas pero de eso si él no tenía idea. Solo le bastaba con saber que su antigua amante estaba bien y era feliz...e incluso esperaba un cachorro... Aunque a veces pensaba en ella y le daba nostalgia...es que ellos eran dos depredadores, se entendían bien...con Gia no tenía que fingir acerca de quién era él, la hiena James. Sabía que había quienes lo subestimaban por su parte changer, otros en cambio lo repudiaban...ya solo entre humanos decirse hiena era un insulto y entre cambiaformas no era muy diferente. SI, su parte animal no gozaba de buena fama, pero los Edison se habían hecho de un nombre en el mundo changer. Tenían prostíbulos y burdeles a lo largo y ancho del planeta y manejaban uno de los mercados de esclavas humanas más grandes y caros que existían. Pero ellos no obligaban a nadie, las mismas humanas desesperadas recurrían a ellos... Ser una mujer humana sola y sin protección en un mundo dominado por machos de cualquier r**a que fuera, podría llegar a ser un verdadero peligro para ellas. Así que James les daba un hogar, ganaban su dinero, no las obligaba a estar con machos que no quisieran estar y definitivamente allí no permitía cosas como la crueldad o actos viles, para eso había otra clase de lugares. Para que las hembras pudieran responder debían estar bien y los machos changers eran muy demandantes en la cama, así que tenían que estar descansadas, bien alimentadas y gozar de buen estado de salud. También tenía muchachas que bailaban o daban shows como Gia (aunque ella había sido especial), otras que limpiaban...en fin, estaba rodeado de mujeres y también de otros machos algunos humanos y otros changers que se encargaban de la seguridad del lugar. Pocos lo sabían, pero James no era estadounidense, aunque su manada estaba repartida por muchas partes del planeta pues por su actividad tenían un pase libre total, y por cualquier tipo de zona ellos podían transitar...pero James había crecido en el burdel de su padre en Londres. Y en Londres se enamoró de una chica humana una vez...una joven que incluso pensó que podía llegar a ser su mate, incluso si ese tipo de relaciones estaban prohibidas (las de changers y humanos) todos sabían que pasaban...mientras mantuvieran un perfil bajo y fuera del ojo de los poderosos o miembros del comando, muchos changers mantenían relaciones ilícitas con humanos bajo la fachada de amantes cuando en realidad eran sus mates, sus parejas destinadas. Él lo había visto, incluso había vendido esclavas sexuales humanas a changers con los que terminaron emparejadas. El caso más famoso era el de Viktor Summer y la chica con olor a lavanda y cabello plateado, Ada. Había pasado un poco más de un año de eso ya, quizá dos, o más... En su burdel los días eran iguales y desde que Gia había desaparecido la vida se había vuelto aburrida, a quien quería engañar...era la realidad... James se había mudado a esa parte de Estados Unidos buscando nuevos horizontes de cara a su familia...la realidad era que había ido buscando a su chica...una norteamericana que conoció en un pub inglés, que estaba trabajando allá, había viajado como pudo dispuesta a conocer el mundo intercambiando trabajo por estadía o pasajes hasta llegar al viejo continente. Y allí habían tenido su historia de amor fugaz. Él quiso huir con ella, pero la muchacha había desaparecido repentinamente. La había ido a buscar al lugar donde paraba y no la había encontrado. Le dijeron que volvió a Estados Unidos y no mucho más. Por eso de alguna forma la había seguido hasta allí, ella siempre le había contado que quería conocer San Francisco, donde primero se había instalado James pensando que tal vez la podría encontrar allí...finalmente su padre consiguió un sitio en Nevada, y allí instaló su burdel... “Es el negocio de la familia James, nada te puede desviar de eso, ni siquiera el amor de una mujer”. Le había dicho en ese entonces. La verdad era que su padre era un cínico, que la madre de James había sido prostituta y su emparejamiento no había sido planificado...y el padre de James a veces podía ser un hombre cruel. Así que cuando James tenía tres años su madre se suicidó, todavía podía recordar la tina llena de agua y sangre, se había cortado las venas eyectándose de la vida de los Edison para siempre. Él, sin embargo, nunca la culpó. Por el contrario de alguna forma la entendió... especialmente cuando tuvo el impulso irrefrenable de huir de allí, de Londres. Actualmente James tenía poco más de 37 años. A pesar de su gran sonrisa de dientes blancos, había mujeres que lo consideraban atractivo con su cuerpo grácil, su cabello castaño tirado hacia atrás y sus ojos del mismo tono. Procuraba ser un hombre elegante, siempre se vestía con trajes de diseñador y por supuesto a veces estaba con algunas de las mujeres que pululaban por allí...aunque últimamente sentía que le faltaba algo. Sentía una especie de vacío que no podía definir...ni mucho menos llenar. Para muchos él lo tenía todo. Fortuna, elegancia, era atractivo a su modo, y estaba rodeado de mujeres hermosas...pero a veces James...deseaba otra cosa, solo que no podía definir bien qué era eso. Era como que había hecho siempre lo que se esperaba de él...y a veces se preguntaba dónde quedaban sus deseos... Y en ocasiones creía que esos se habían ido con Kate...la norteamericana con cabello color miel y ojos del color del cielo que había robado su corazón tanto tiempo atrás... Pero de eso habían pasado años...y a veces James se preguntaba si Kate lo recordaría como él la seguía recordando a ella... Gia, había sido una de las mujeres más calientes con las que había tenido sexo en su vida, pero Kate...con Kate era otra cosa, la unión no era solo sexual...James no se consideraba un poeta, pero cuando estaba con ella, sentía que era una unión de almas...y había jurado que sintió el irrefrenable impulso de aparearse con la muchacha. La hiena sacó un puro cubano de su cajón y lo encendió. Lo metió entre sus labios y aspiró una gran cantidad de humo, y luego hizo anillos en el aire. Quizá necesitaba unas vacaciones...tal vez podría dejar a Grant, el gorila y su jefe de seguridad y mano derecha, por unos días a cargo...e ir al mar. Mientras cavilaba sobre eso, como si hubiera escuchado lo que estaba pensando, el gorila rubio casi albino de casi un metro 30 entró por la puerta. — Señor — le dijo con las manos en sus espaldas. Lucía un jean y una camiseta con el logo del lugar, en color renegrido el conjunto. Hacía poco había cambiado los uniformes de todos. — Grant que casualidad justo estaba pensando en ti...en breve llegará el cargamento y tendremos una importante subasta, más grande que las habituales, quizá necesitemos más hombres al menos por esa noche... — murmuró pensativo James. El gorila de ojos claros asintió con su cabeza. — Perdón, ¿necesitabas algo? — le preguntó ya que lo notó inquieto y la hiena era muy perceptiva. — Yo...mmm...hay una mujer, la encontró uno de los muchachos, estaba en el camino herida y desorientada. Es humana y él la trajo... No era la primera vez que lo hacían. Muchas veces allí les daba asilo a mujeres que terminaban trabajando para él de alguna manera como putas, como sirvientas, u otra cosa... siempre les encontraba algún tipo de trabajo. Porque claro que era generoso, pero eso no dejaba de ser un negocio y todos debían trabajar ahí para ganar su sustento. Algunas de las mujeres vivían allí, otras habían logrado una posición y se habían mudado a apartamentos cercanos, aunque seguían trabajando desde ya para James. Muy pocas veces una mujer que pasaba a ser propiedad del burdel dejaba de serlo, aunque claro, había habido alguna que otra excepción, pero eso él lo ocultaba muy bien pues no podía perder la reputación. Por otra parte, las mujeres se sentían protegidas allí por él y los jóvenes que trabajaban para él, cuidándolas... A diferencia de su padre, él no se deshacía de las mujeres cuando estaban vieja...les encontraba alguna ocupación fuera limpiando, cocinando o haciendo lo que sea. Él entendía que no eran desechables...como lo fue su madre... El lugar estaba dividido, una parte conformaba el burdel propiamente dicho, con un sector donde se realizaban las ventas y subastas, y la parte de atrás era una gran casona con un predio grande, ocupaba casi una manzana completa en una zona buena de la ciudad. Grant se veía raro y James alzó su ceja, su puro se había terminado y lo apagó en el cenicero de cristal sobre su escritorio. — ¿Qué ocurre Grant?. Ocúpate de la mujer y ya, no necesitas mi permiso, sabes que eres mi mano derecha acá... — No es eso señor...esto es... inusual... necesito que lo vea por usted mismo... — dijo él gorila con un titubeo. — ¿Quieres que vea ya a la mujer? — respondió James sonriendo y Grant el gigante asintió con la cabeza. — Bueno si consideras que es tan importante, tráela de una buena vez...— exclamó el inglés resignado. Poco después se enderezó en su asiento y casi se frota los ojos pasmado. — Esto no puede ser acaso ¿esta no es...? La hembra humana se veía con la mirada perdida, completamente ida. — No, si la mira de cerca se dará cuenta de que no es...— respondió Grant que la sostenía de un brazo. Estaba sucia, y tenía las mejillas manchadas. El cabello rojo pegado a su cuero cabelludo, una especie de bata hecha girones. ¿Pero que carajos? James se levantó de un salto y se acercó al dúo. La mujer olía feo, como si hiciera mucho que no se bañara pero por debajo estaba el inconfundible olor a cerezas, como el color de su cabello. James juraría que había vendido a esa humana hacía un par de años, fue al mismo tiempo que vendió a la hembra de Viktor Summer, pero a medida que se acercaba podía notar que esta hembra no era tan joven como aquella que era casi una cachorra de 16 o 17 años...ésta parecía cercana a los 25 o 30 quizá. Una vez que la tuvo frente a él, tomó su barbilla y alzó su cabeza. Sus ojos eran color café claro, y por un momento cuando hicieron contacto con los suyos un escalofrío recorrió la espina vertebral del macho. La mujer levantó su mano sucia y acarició su mejilla. — Tú...— pronunció mientras lo miraba con los ojos brillantes — Eres tú...— repitió poco antes de desvanecerse en sus brazos.
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